Chespirito, de boxeador aficionado a símbolo del humor
Roberto Gómez Bolaños estuvo en cuadriláteros, pero terminó como comediante. Perfil del hombre que hizo reír a cuatro generaciones.
Noticias RCN
noviembre 28 de 2014
05:21 p. m.
05:21 p. m.
Hay pocos que no sepan que Chespirito es una suerte de diminutivo españolizado de Shakespeare. Lo que tal vez sepan pocos es que Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, ese pequeño Shakespeare mexicano del humor, ese tipo entrañable que pareció nunca dejar de ser un niño cuando estaba en pantalla, empezó su carrera como boxeador.
Sí, el hombre que llamaron el sucesor de Cantinflas, el creador de El Chavo del 8, del Chapulín Colorado, se ganaba la vida a los golpes. Cuentan que de niño era un peleador nato. Tal vez porque su paciencia, como su estatura, era más bien poca.
Dice su hermano que se alteraba con facilidad y que, al tiempo, era miedoso y que por eso confrontaba. Peleaba con el miedo.
También era un niño soñador, cómo no. Soñaba con ser ingeniero y con ser futbolista. Pero un hermano suyo, Horacio, cansado de sus pilatunas infantiles y de sus constantes agarrones en el colegio, lo impulsó a calzarse los guantes.
¿Quién puede imaginarse al Chavito golpeando a otra persona para ganarse la vida? Tal vez ni siquiera él, porque aunque sus puños lo llevaron a ser un boxeador amateur y hasta a participar en Guantes de Oro, una de las competencias más reconocidas en México, no avanzó mucho y eligió un camino bien distinto.
Pero aunque su carrera en el cuadrilátero no prosperó, se le quedó eso de trabajar con las manos: cambió las trompadas por las teclas de una máquina de escribir. En la década de los 50, luego de haber ido a la Universidad Autónoma de México a estudiar arquitectura, algo a lo que no le tuvo paciencia, se dedicó a ser creativo publicitario.
Escribía comerciales y seguramente allí se enteró de su capacidad. Pronto estaba escribiendo guiones para programas radiales y llegó a crear los chistes de Viruta y Capulina, una pareja de cómicos emblema de México y apodados los 'reyes del humor blanco' porque siempre se concentraron en las bromas alejadas de la ramplonería y la vulgaridad.
Dicen que escribía hasta doce horas al día. Se tomaba en serio eso de hacer reír.
Tras sus guiones para la televisión, se fue al cine también. Detrás de cámaras siempre. Un tipo gracioso que sabía escribir y por eso pasó diez años dedicado a esa labor que moldearía el futuro del humor latinoamericano. Así, de un tipo que quiso ser boxeador, ingeniero y arquitecto, nació Chespirito. Y el mundo nunca más sería igual.
De Roberto Gómez a Chespirito
Para 1970 las televisoras que lo tenían contratado como escritor le dieron carta blanca: un programa de una hora que fuera solo suyo. Ya había hecho sus pinitos como actor en Dos Criados Malcriados, con Viruta y Capulina y ahora el protagonista era él.
Cuenta la leyenda que el director cinematográfico Agustín P. Delgado fue quien lo bautizó de nuevo. Le parecía que Roberto era un geniecillo que emulaba tan bien a Shakespeare que bien podría ser él pero reencarnado en mexicano. Y de allí viene Chespirito.
El programa semanal de una hora, la carta blanca que le extendieron, se llamó igual que él. El primer personaje que vio la luz fue el Chapulín Colorado, el héroe mexicano, torpe, cobarde y con una astucia con la que nadie contaba.
"Más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón", decía una voz en off para presentar al personaje.
"El valor no consiste en carecer de miedo, sino en superar el miedo. 'El Chapulín Colorado' lo hacía consciente de que era pequeño, débil, tonto, torpe (...) pero se enfrentaba al problema. Ese es un héroe", dijo Gómez Bolaños una vez convertido en leyenda.
Apenas un año después vino el huérfano que vivía en un barril. El Chavo de la vecindad del 8.
Era el 20 de julio de 1971 y el mundo de la televisión explotó. Apenas cuatro años después, para 1975, el Chavo del 8 era sintonizado en toda Latinoamérica, más España y Estados Unidos. La audiencia llegó a 350 millones de personas, todas viendo a Roberto Gómez Bolaños y a su Chavo, a su Chilindrina, a su Don Ramón, a su doña Clotilde.
Es difícil de creer pero pese a que hoy nadie de esta generación puede recordar su niñez sin el Chavo, sin el doctor Chapatín o el Chapulín colorado, las críticas eran salvajes. El Chavo fue calificado de bobo, insulso y hasta se rechazó que estuviera dirigido a un público adulto y no a la niñez.
Pero pronto y como un cohete, nada pudo detener a Roberto Gómez. Su talento como escritor y actor, como creador de personajes, mantuvo al Chavo al aire hasta 1990. Y hasta 2011, existe registro de 20 países en el mundo que aún lo transmite dentro de su programación habitual.
Chespirito salió de la pantalla chica y protagonizó Charrito, Don Ratón y don Ratero, Música de Viento, El Chanfle y El Chanfle 2, todas películas que marcaron la historia del cine mexicano en la década del 90.
Claro que su éxito en el humor también le trajo drama. Sus conflictos con compañeros de programas fueron sonados y muy mediáticos. Tal vez el más recordado fue el que tuvo con Carlos Villagrán, Kiko, quien abandonó El Chavo, según se ha dicho, por diferencias creativas con Gómez Bolaños.
Lo mismo ocurrió con María Antonieta de las Nieves quien buscó hacer carrera por su cuenta, peleando la autoría y los derechos de su personaje, 'La Chilindrina'.
Gómez Bolaños había asegurado no guardar rencor a sus compañeros y conservó su característico sentido del humor hasta el final.
"¿Para qué quieren mi perfil si soy más guapo de frente?", se lee en la cabecera de su cuenta de Twitter, que abrió a sus 82 años y que tiene más de seis millones de seguidores.
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