Diomedes Díaz, el espantapájaros que enamoró con su canto

Diomedes Díaz parecía ser un personaje sacado de la ficción. Su vida era una novela y él lo sabía, por eso encarnaba tan bien ese rol de Cacique y no se escondía sólo en su canto. Si bien, sus desafinaciones llenas de armonía para el vallenato lo catapultaron a ganarse un espacio dentro de las legiones de Zuleta, Martínez, Rada, Maestre, Ramos, ente otros; su exótica personalidad lo convirtió en un emblema al estilo de Francisco Moscote Guerra, el legendario Francisco el Hombre, juglar de juglares, ganador de la 'piqueria' con el Diablo.

Díaz forjó su leyenda desde la infancia cantando entre los matorrales de La Junta, un pequeño corregimiento de San Juan del Cesar, al sur de La Guajira. Antes de ser cantante fue espantapájaros, y habría que preguntarse si mochuelos, maría mulatas, chamarías, papayeros, toches, yolofos y azulejos huían o perseguían sus trovas. Tal vez una que otra guacharaca (pava silvestre) lo acompañaba en su canto.

De ser escuchado por las aves pasó a pequeños escenarios donde casi no gustaba, y se vio obligado a colarse en fiestas donde jamás fue invitado. Su estilo no existía antes de él, ni Valledupar había sido testigo de tal canto. Acostumbrados a la potencia de una voz como la de Poncho Zuleta, el 'Pulmón de Oro', quien podía no utilizar amplificadores en una caseta  o parranda porque jamás desafinaba y hasta el de la última butaca escuchaba un 'Río Badillo', un 'Mi hermano y yo' o una 'Tierra de cantores'. Diomedes, quien se ganó el apodo de 'Chivato' –voz de chivo–, logró con el tiempo acostumbrar los oídos y rendirlos a sus tonadas.

En lo que sí era experto Diomedes era en meterse en problemas. Era como si las desafinaciones no sólo radicaran en la voz sino en aquel ir y venir por la vida saliendo de unas para entrar en otras. Salir del escenario para entrar a la cárcel, de la cárcel para la selva de los Arahuacos, de estar huyendo a las habitaciones de hoteles con sus adicciones y vicios: ron, parranda, droga y mujeres. El Cacique fue perseguido y criticado, pero también defendido, como aquella vez que duró un año prófugo de la justicia y hasta la misma justicia le cubría las espaldas porque privarse de su voz era un lujo que no podían darse.

"Uno con la droga, con el trago, se siente contento, se siente feliz y quiere llevarse al mundo por delante y hacer las cosas perfectas. ¡Que va! es mentira, lo que traen es perjuicios", afirmó el Cacique en una entrevista para el programa 'Yo, José Gabriel', días posteriores a su salida definitiva de la cárcel.

Los problemas no son indiferentes a los genios. El Joe Arroyo en la música tropical y Diomedes en el vallenato, dos emblemas abandonados en la misma tormenta. Nacidos en cuna de paja y ensalzados por su propia gente, por su "fanaticada".

"Como Diomedes no nace otro, si nace no se cría, y si se cría se vuelve loco", decía cada que recordaba su talento, su historia, su novela.

A pesar de sus caídas, los momentos de lucidez le devolvieron al artista su establecimiento en la cúspide. Vendió más de 28 millones de copias, y en sus 39 años de vida musical alcanzó cerca de 40 álbumes, desde el primero, 'Herencia vallenata' (1976), pasando por éxitos como 'Para mi fanaticada' y 'Tu serenata' (1980), 'Cantando' (1983), 'Brindo con el alma' (1986), 'El cóndor herido' (1989), 'Titulo de amor'  (1993), 'Mi biografía' (1997), 'Gracias Dios' (2002, tras su paso por la cárcel), 'Listo pa’ la foto' (2007, ganador del Grammy Latino), 'La vida del artista' (2013) y el que salió tras su muerte, '56 éxitos, una historia' (2104).

Sobre la muerte del cantante el 22 de diciembre de 2013 se ha hablado mucho. Algo normal en las leyendas: cuál fue la causa real de su muerte, la crisis familiar, cuántos hijos tiene en total (28 salieron tras su muerte), su continuación en las drogas. Nada más parecido a todas las versiones sobre Francisco el Hombre y el día que cantando el credo al revés venció a Satanás en las postrimerías de La Guajira.   

El primer año de su muerte los detractores lo critican por su vida. Por lo que hizo o dejó de hacer. Los más extremistas consideran que su legado debería descontinuarse por los escándalos que vivió. Sus seguidores, sin embargo, profesan su espíritu luchador y talento para el canto. En últimas, entienden que el Cacique no es un referente más allá de lo cultural y artístico. Implacable en su estilo y entregado a la religión. Tal vez nunca le interesó ser un ejemplo en lo personal, sólo quería seguir enamorando a los pájaros antes de espantarlos.

Andrés Felipe Reza/NoticiasRCN.com