Si el mosquito del zika hablara

Su apariencia endeble engaña. Mide cinco milímetros, en promedio, es de color negro y su seña principal son las manchas blancas en sus largas patas. Por esto, aunque su nombre real es Aedes aegypti, se le conoce como el zancudo saraviado, justamente por las manchas. 

Y aunque parece apenas un frágil insecto con una expectativa de vida de un mes,  en una picada de cinco segundos es capaz de tumbar a la cama hasta al más vigoroso de los seres humanos. 

Por estos días este pequeño “monstruo” alado se convirtió en el enemigo número uno de la salud de los colombianos, un diminuto vampiro causante de los 16.419 contagios de virus del zika que se cuentan desde mitad del año pasado a esta fecha en toda Colombia.

El Aedes aegypti es, además, culpable de los 1.912 casos de chikunguña y 4.059 de dengue que reportó el Instituto Nacional de Salud en las dos primeras semanas de éste año y, también, puede transmitir el virus de la fiebre amarilla. 

NoticiasRCN.com simuló una charla con el insecto que tiene en vilo a las autoridades sanitarias de Colombia por la sospecha de más de 2.000 nuevos casos de zika, para que él mismo le cuente su modo de operar y sus debilidades.

No soy chiquito, soy chiquita. Sólo las hembras zancudas necesitamos de la sangre humana para desarrollar nuestros huevos. Si durante este proceso de desarrollo picamos a una persona contagiada con uno de los virus, sea dengue, zika o chikunguña, primero nos infectamos nosotros y después se lo inoculamos con nuestra saliva y flexible trompa a la próxima víctima que piquemos mientras succionamos su sangre. Si no hay infección, no hay transmisión.

No, yo no he mutado. Sólo dos especies de mosquitos tenemos la capacidad de transmitir esos virus. Yo, el Aedes aegypti, originario de África, y el Aedes albopictus, del sur de Asia. Somos como primos. La diferencia está en que yo me habitué a los sitios urbanos, aun cuando ya me encuentro en Colombia en áreas rurales, mientras que el Aedes albopictus tiende a reproducirse en los exteriores como huecos de árboles y en algunas plantas como las Bromelias. En Colombia existimos las dos especies, sin embargo, aún no está confirmada la transmisión de enfermedades por parte del Aedes albopictus, solo por mí.  Entonces, si nos infectamos con alguien que tenga el virus del zika pues transmitimos el zika, si es con el dengue, transmitimos dengue. Aunque recientemente se documentó por un grupo de investigación de Sincelejo* el caso de un paciente contagiado con los tres virus, lo que puso bajo la lupa de los científicos la pregunta de si un solo mosquito fue el vector de esos gérmenes. 

Sí, algunos observadores de nuestro comportamiento lo llaman hábitos de picadura. Es más frecuente en el día, de 5:00 de la madrugada a 10:00 y 11:00 de la mañana, pero si nos dan papaya también podemos hacerlo durante la tarde, principalmente de 4:00 a 5:00 de la tarde. Y en menor proporción durante la noche. Cualquier zona expuesta de la piel como cuello, piernas, orejas y brazos son una apetitosa invitación a picar, pero codos y tobillos son más tentadores. La víctima no se percata hasta que de pronto siente la comezón.

Algunos dicen que tienen la sangre más dulce, pero es puro cuento. Las mujeres embarazadas son tan susceptibles a ser picadas e infectadas como el resto de la población. Que el virus del zika es causa de microcefalia en los recién nacidos sólo es una hipótesis en estudio. Lo que sí le voy a provocar fijo si lo pico, y resulta infectado, es fiebre, sarpullido, dolor muscular o articular, de pronto conjuntivitis, y un malestar que lo mandará a la cama entre 2 y 7 días. 

Las autoridades sanitarias colombianas reportaron 12 casos de contagios con el zika que coincidieron con pacientes que tenían este síndrome. Hay 29 reportes más en estudio.  

Los climas tropicales son mejores vivideros, hay más zonas húmedas con sitios de cría artificiales y naturales para reproducirse. Hasta el momento no hemos sobrepasado los 2.200 metros sobre el nivel del mar, pero en nuestra lucha por sobrevivir no les extrañe que algún día podamos entrar a los hogares capitalinos sin ser invitados.

No solo en el azote. Soy el terror de las vacaciones, de los días más soleados, de los paseos de olla, de las tardes calmas. Ojalá sigan creyendo en mitos como embadurnarse el cuerpo con limón, desodorante y cualquier otro menjurje de la abuela para espantarme porque no es seguro que resulte, lo mismo que saturarse de tiamina. Lo que sí logra ahuyentarme momentáneamente son los repelentes, el uso de pantalones largos y camisas de manga larga y de toldillos cuando se hace la siesta o cuando hay alguien enfermo en casa. Y lo que en definitiva nos puede llegar a diezmar es controlar o eliminar nuestros sitios de cría en donde nos reproducimos: albercas o lavaderos, tanques con agua para consumo, latas, matas, botellas, canecas, canaletas, tinajas de barro, llantas, guaduas mal cortadas, cualquier recipiente que acumule agua. 

Manteniendo bien tapados los tanques que almacenan agua, lavando y cepillando cada 8 días las albercas o lavaderos, recogiendo de nuestros patios y solares todos los recipientes que acumulan agua.  

Pero no se lo cuente tanto a la gente. Yo lo que quiero es multiplicarme cada vez más para ver si llegamos a las 650 mil personas que según proyecciones del Ministerio de Salud resultarán contagiadas con el virus del zika hasta septiembre de 2016 en Colombia.