La pesadilla para los habitantes del Pacífico colombiano parece lejos de terminar

Desde el río Atrato en Quibdó hasta el Golfo de Urabá, los habitantes de varios municipios narraron sus carencias y esperanzas, pero sobre todo sus miedos.

Luego de firmada la paz con las Farc, las Autodefensas Gaitanistas y el ELN llegaron a estas zonas para ocupar su lugar y han atemorizado a las poblaciones con el propósito de controlar los negocios ilegales

El reclutamiento de niños y la siembra de minas minas en las veredas siguen siendo un tema que genera angustia entre las comunidades.

Los líderes y representantes de las comunidades campesinas, indígenas y afro temen denunciar porque saben que al hacerlo ponen en riesgo sus vidas.

Ante este panorama, el defensor del Pueblo, Carlos Negret, visitó la zona y durante seis días y escucho sus quejas y temores.

El recorrido humanitario partió de Quibdó, en el medio Atrato hasta Unguía muy cerca del Golfo de Urabá, casi la mitad de la Costa Pacífica.

"Mi principal conclusión es que la paz no llegó al Chocó. Necesitamos al gobierno con mayor Fuerza Pública, Armada, Policía y Ejército, y al otro gobierno con inversión social", alerto el defensor del Pueblo.

Durante los seis días de recorrido, la mayoría de poblaciones se reunió por primera vez en su historia con un defensor nacional del pueblo.

Le contaron sus preocupaciones que se tradujeron en tres alertas tempranas dirigidas al Gobierno para proteger la vida de los habitantes de la ribera del Atrato, y especialmente de las comunidades rurales.

Hay temor de consumir las aguas del Atrato por el mercurio usado por la minería que las ha contaminado, además de los sedimentos y palizadas generados por la tala indiscriminada de árboles. Los temores no solo provienen de los actores armados, parece como si la naturaleza también se ensañara contra las comunidades.

El invierno que dio unos días de tregua dejó a la mayoría de municipios inundados. El agua subió mucho más de lo acostumbrado y eso agravó los problemas de servicios públicos, salud y educación.

La guerra tampoco abandono al Atrato, al contrario, la lucha por el control de las economías ilegales, devolvió al Pacífico a sus peores épocas de violencia.

El ELN llegó a algunos territorios donde nunca había hecho presencia y las AGC bajaron desde el Urabá para quedarse con las rutas del narcotráfico

Los menores y la población indígena son usados como arma de guerra por la guerrilla del ELN, de otro lado las Autodefensas Gaitanistas los utilizan como guías y cargueros de droga.

"Es importante decirles a los gaitanistas y al ELN que no pueden usar a las comunidades indígenas para el reclutamiento. Están reclutando niños para que les sirvan de guías y si no les hacen caso por las buenas, se los llevan por las malas. No hay derecho a que en una región como ésta sigan ocurriendo todos los males que se suponían que se iban con la guerra", indicó Negret.

Los combates y la siembra de minas en los consejos comunitarios y los resguardos indígenas tienen a muchos habitantes aislados.

Del control militar en algunas zonas, los grupos armados ilegales han pasado al control social y a las amenazas a los líderes, en muchos casos, originadas en la lucha de los despojados por recuperar sus tierras.

Las Fuerzas Armadas tienen identificados 22 de los 23 riesgos posibles en materia de orden público en el Chocó. Ataques a la infraestructura no hay por la sencilla razón de que no existe.

Cada uno de los actores del Atrato coincide en que, a pesar de todos los problemas, el panorama que refleja hoy no es el de hace veinte años.

La minería y la tala se llevaron mucho de la grandeza del río, la pobreza sigue enquistada en las tablas que sostienen las viviendas y los violentos se niegan a dejarlos vivir en paz.

NoticiasRCN.com