Salario Mínimo y la inclusión de los Bagres
Los nadies del mercado laboral no están representados en la definición del mínimo… y deberían.
06:00 a. m.
Hace unas cuantas semanas fue noticia la reunión que tuvo el presidente Petro con los cacaos más poderosos del país. Las fotos del presidente, su esposa, y la directora de Prosperidad Social posando al lado de los Sarmiento, los Ardila Lulle, los Santo Domingo, entre otros, fueron… irónicas.
Este encuentro, que sería pan de cada día para cualquier presidente, terminó generando polémica porque en campaña Petro engañó a unos cuantos desprevenidos con el cuento de que no se iba a reunir con las elites económicas de Colombia. Por el contrario, lo suyo sería reunirse con las personas más humildes y vulnerables, “los nadies” como les dice la vicepresidenta Márquez, y no con quienes volvieron la pensión un negocio.
Esta imagen, que podría ser simplemente el señalamiento de una oposición rancia, es de hecho un común denominador de la gestión presidencial. Prueba de ello es que, nuevamente, la discusión sobre el aumento del salario mínimo sigue protagonizada por el presidente, los sindicatos y los gremios. En la foto del salario mínimo salen los cacaos, pero no se ven ni por las curvas a los bagres.
El salario mínimo en Colombia no ha logrado su objetivo inicial. En vez de garantizar un ingreso digno, el mínimo ha terminado por segregar a los trabajadores y las empresas entre formales e informales. Alrededor del 60% de los colombianos están en la informalidad, la gran mayoría de ellos ganando salarios por debajo de un mínimo. Y no son las malvadas empresas privadas que no les quieren pagar un salario digno, es simplemente que no producen lo suficiente para pagar ese sueldo y recurren por ello a la informalidad.
Los nadies del mercado laboral no están representados en la definición del mínimo… y deberían. Aunque al final de cuentas a un informal, sea empleado o trabajador por cuenta propia, no le afecta si el salario mínimo sube 10 o 100 mil pesos, porque su salario no lo define un decreto, sí lo aleja de la formalidad.
Vacaciones, primas y pensión son sueños que se alejan con cada peso que sube el mínimo por encima de lo que producen ellos o las empresas que los emplean. De hecho, si sube demasiado, quienes no pueden aumentar sus ingresos al mismo ritmo del mínimo podrían terminar por sumarse al cardumen. Ni sindicatos ni gremios, que representan al trabajador y la empresa formal, ni el gobierno, que llegó financiado por sindicalistas y empresarios, están pensando en los informales (al final son pobres ambos).
La renuncia a las promesas de campaña, pero sobre todo a la persistente exclusión de las personas más vulnerables en los espacios de la “alta política”, tienen a Petro en una crisis de gobernabilidad. Es por eso extraño que no parezca corregir rumbo. La discusión del salario mínimo sería un buen lugar por donde comenzar, darle voz y voto a las prioridades y necesidades de los nadies en una decisión que nunca los ha beneficiado y por la que siempre han pagado los platos rotos.
Incluyamos a los bagres, que los cacaos ya se incluyen solos.