El derecho a la certidumbre

¿Quién dijo que no es un derecho ganado a pulso después de tantos años de guerras, bombas, secuestros, escándalos y muertos?


Gustavo Nieto
abril 06 de 2024
12:36 p. m.
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Si buscamos en el diccionario de la Real Academia de la Lengua la definición de la palabra "incertidumbre" encontramos la siguiente respuesta: “Falta de certidumbre”. Tal vez no nos revela mucho y más bien debemos buscar la definición de "certidumbre" y encontramos: “certeza”, es decir, "conocimiento seguro y claro de algo".  Eso sí nos da luces suficientes y nos describe precisamente todo de lo que adolecemos hoy los colombianos.  

No tenemos certidumbre de nada. No sabemos qué va a pasar con la economía porque la inversión cae y el desempleo no cede lo suficiente, menos sabemos sobre el futuro de la salud, el temor por un apagón crece, el clima no ayuda y se anuncian racionamientos de agua, la infraestructura vial está en veremos, la seguridad de la ciudadanía se deteriora, el orden público se desmadró, el presidente insulta al Congreso y hasta la Federación de Cafeteros, parte del patrimonio nacional, ahora es amenazada por otro pulso del Gobierno. En fin, todo se resume en una frase, no tenemos certidumbre. 

Yo digo que detrás de las voces que rechazan la intervención a las EPS o esa lotería llamada Constituyente o de la inexplicable permisividad con los grupos armados se esconde un reclamo que viene desde lo más profundo, un reclamo que solo pretende reivindicar lo que se ha convertido en un derecho sagrado: el derecho a la certidumbre, tan escasa por estos días como el agua, tan escasa que su ausencia se siente en todas partes, en una desprevenida conversación de cafetería con el tinto de la mañana, en el buenas noches de cualquier familia, en un chat de amigos, en el almuerzo con los de la oficina. Se siente también desde las regiones desesperadas y solitarias, aterradas frente al descontrolado crecimiento de grupos ilegales que copan territorios sin resistencia alguna. 

Gobernadores y alcaldes lanzan voces que parecen perderse entre el ruido del tecleo incesante del Twitter presidencial, las sorprendentes declaraciones del comisionado de Paz y el elocuente silencio de quien ostenta el cargo de ministro de Defensa.

Voces que igual se abren espacio y resuenan en emisoras y noticieros denunciando cómo la vida en sus ciudades y veredas se hace cada vez más difícil.  En Arauca contabilizan 32 civiles asesinados en lo que va de este año; en Huila las disidencias anuncian su llegada y de su mano, la extorsión crece. El alcalde de Neiva relata impotente cómo empresarios y comerciantes son citados a zonas lejanas para pagar por su vida.

La gobernadora de Tolima pidió, de frente, menos retórica y más acciones mientras describía cómo en las carreteras de su región son cada vez más frecuentes los retenes ilegales y desde el Valle, se alerta por la descarada presencia de disidencias en Jamundí apenas a unos kilómetros de Cali. Todo es la mezcla perfecta para cocinar una receta dañina a la que le sobran miedos y escasean certezas.

Falta de certidumbre esa es la constante. Es la incertidumbre que sienten los más de 15 millones de usuarios de las EPS intervenidas por el Gobierno y los otros tantos millones de ciudadanos que no saben a dónde nos puede llevar el discurso cada vez más radical de quien nos gobierna, palabras descalificadoras contra quien lo confronte y sobre las que se cimienta una propuesta de Constituyente que solo provoca más incertidumbre.  

Y tenemos derecho a tener certidumbre, ¡sí señor! ¿Quién dijo que no es un derecho ganado a pulso después de tantos años de guerras, bombas, secuestros, escándalos y muertos? Es un deber de quienes nos gobiernan proporcionarla, más allá de los cambios propuestos y los problemas por solucionar. Nada sirve si el de a pie no siente certeza. De nada sirve "el cambio" si se escribe en tono de revancha.

El presidente descalifica al Congreso, cuestiona los órganos de control, señala a los empresarios, poco o nada habla con los mandatarios regionales y hasta generaliza injustamente a la Policía tachándola de corrupta. Y de espectador de esta tensión permanente, el ciudadano, que hace rato se ganó el derecho de vivir en paz, o sea con algo de certidumbre.

A estas alturas, quienes creemos firmemente en ese derecho no podemos más que aferrarnos a la norma de normas, al texto que nos rige y que nos llena de luz en momentos tan complejos y que en su artículo segundo dice: "Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios derechos y deberes consagrados en la Constitución". Comuníquese y cúmplase. 

@NietoHuerta
Subdirector de Noticias RCN

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