Militares, mitos y vacunación | Por: José Obdulio Espejo Muñoz
Contrario a lo que se piensa, los militares colombianos no son tan privilegiados. En materia de salud, su acceso a la vacunación para Covid-19 está en el limbo.
05:00 a. m.
Por: José Obdulio Espejo Muñoz*
Siempre se ha dicho que los militares, en actividad y en retiro, hacemos parte de una casta que goza de inmerecidos privilegios, especialmente en materia de seguridad social y bienestar.
Este es el caballo de batalla de algunas figuras de la política nacional y de uno que otro influenciador. De este catálogo, un tanto macondiano, hacen parte un colérico y octogenario exalcalde de la ciudad de los parques; un senador de frondosa cabellera y neuronas de color rojo; un candidato maquiavélico a la presidencia de Colombia, muy poco humano; y uno que otro columnista de opinión, que siente urticaria por los hombres que vestimos, alguna vez, el uniforme pixelado.
Aseguran alegremente que los militares nos jubilamos antes de los 40 años, que nuestros hijos disfrutan de universidad gratuita, que hacemos uso de clubes lujosos con cargo al herario y que nuestro servicio de salud supera con creces a cualquier plan de medicina prepagada o privada que existe en el país.
¿Mito o realidad? Mito. Su discurso hace parte de una elaborada mentira de quienes no gustan de nosotros o nos consideran sujetos sociales insustanciales. El sensible tema de la vacunación tipo rebaño, para contener el virus de Covid-19, es quizás el mejor ejemplo de nuestra verdadera y cruda realidad castrense.
Hoy por hoy, más de 500 mil retirados y sus beneficiarios directos estamos en el limbo del programa 'Mi vacuna'. Como las Fuerzas Militares cuentan con un subsistema de salud independiente, deben entregar a las autoridades la lista de usuarios a quienes se les inyectará el biológico. Para cumplir con este paso, se habilitaron plataformas tecnológicas y líneas telefónicas de ayuda a los usuarios, que, por desgracia, están colapsadas, no son del todo funcionales o bien conllevan el diligenciamiento de complejos formularios.
La culpa no es de los actuales administradores, que hacen lo mejor que está a su alcance y lo que pueden hacer realmente, pues los problemas son de vieja data.
La conectividad y la sistematización son los extremos de este frágil filamento llamado sanidad militar, en el que no existen bases de datos de los usuarios y sus allegados, y las historias clínicas no reposan en servidor alguno. De ahí, que al acceder a las plataformas habilitadas o a las líneas de ayuda se pregunte de todo.
Sin información fidedigna, difícil saber cuántos militares deben recibir la vacuna --incluidos sus familiares-- dónde residen y cuáles tienen comorbilidades que ameritan priorizar su turno. Un hecho grave en una población cuyo principal porcentaje corresponde a adultos mayores con preexistencias y que no son nativos digitales. Es decir, que no saben operar celulares inteligentes o computadoras de última generación.
Dos perlitas finales: los médicos militares que están en la primera línea de atención al Covid-19 no recibieron el promocionado bono que el Gobierno dispuso para los profesionales de la salud. Y, parafraseando a uno de los decanos del periodismo colombiano, una fuente de alta fidelidad me dijo que algunos de ellos no fueron incluidos en la primera fase de la vacunación.
*Periodista, especialista en DDHH y DIH
NoticiasRCN.com