La mano de Duque

El pasado 22 de noviembre se venció un plazo que muchos de nosotros creímos iba a ser imposible de cumplir. Incluso habíamos convertido en chiste la entrega de las obras de La Línea. Cuando queríamos burlarnos porque de antemano sabíamos que era imposible cumplir una cita o llegar a tiempo a un compromiso, decíamos con sorna, "nos vemos cuando terminen La Línea".

Pasaron 11 años y un gobierno completico, con reelección incluida, para que el país recibiera una obra vital para su movilidad.

El proyecto estaba enredado en incumplimientos, sobrecostos y por supuesto atrasos que lo convirtieron por años en otro ejemplo de desidia y abandono. 

Pero hay que decirlo, en los últimos 4 años se apretó el acelerador, se cambió el contratista y las obras despegaron. A muchos les dio algo de "piquiña", tanto que hasta presentaron una tutela para obligar a retirar el nombre del presidente Duque del túnel principal, como si eso desapareciera el hecho que fue precisamente su gobierno el que logró reactivar los trabajos y terminar 25 túneles, uno de ellos, el principal de 8 kilómetros y 31 viaductos, con los que por fin se logró unir el occidente con el centro del país. 

Apenas celebrábamos lo de La Línea y sobre otro megaproyecto se posaba una nube gris. 
Hidroituango se debatía entre la decisión del alcalde de Medellín de caducar por incumplimiento el contrato vigente y buscar otros contratistas y un fallo de responsabilidad de la Contraloría por 4.3 billones de pesos, que prácticamente condenaba a la quiebra a importantes empresas. 

En la mitad, de nuevo los ciudadanos, que veían con incertidumbre la posibilidad de racionamientos de energía. Solo el hecho de que las aseguradoras cancelaran el valor de la póliza prevista para las obras, salvaba el proyecto y de ñapa la estabilidad energética del país.

En medio del empecinamiento del alcalde Quintero por abrir otra licitación tras la inminente caducidad del actual contrato, el periódico El Colombiano refiere varios hechos notorios en los que se ve, en este caso, la afortunada intervención del presidente Duque. 

Según el diario, el 15 de septiembre en una reunión en Madrid, el mandatario explicó los pormenores de la situación al CEO de Mapfre, Antonio Huertas Mejía. Se abrió entonces un canal de comunicación permanente entre el ministro de Minas Diego Mesa y el presidente de Mapfre para América Latina. 

El 4 de diciembre Mapfre se compromete a pagar las pólizas y se salva el contrato. 
En la Casa de Nariño las partes, con Duque como testigo, se reúnen para anunciarle al país que, con el pago de los seguros, la continuidad de los trabajos está garantizada y el 17 % de la energía que representa Hidroituango podía seguir en las cuentas de los colombianos. 

Y al mismo tiempo se cocinaba otro hecho que fue calificado como histórico por unos y otros, por primera vez el salario mínimo llega al millón de pesos gracias a un acto con muy pocos precedentes. Centrales obreras, empresarios y gobierno se pusieron de acuerdo. 
Desde el 2011 no se veía este panorama y otra vez el presidente Duque hizo la tarea. Logró convocar al empresariado en torno a este propósito, mientras que el ministro de Trabajo Ángel Custodio Cabrera hacía lo mismo con los líderes sindicales.

Pero el pesimismo recibió otro duro golpe, el pesimismo y el discurso de los "chulos del diluvio" que muy convenientemente quieren hacernos creer que todo se está derrumbando, hablo del crecimiento de la economía que según cifras de DANE llegó al 9.7 %.  

Muchos en su afán de no reconocer nada, no dieron crédito a este número. Pero a los pocos días un informe de The Economist pone a Colombia como el país del mundo con el mayor índice de recuperación económica.  Es decir, es el que está más cerca de alcanzar el ritmo que traía entes de la pandemia, en la región solo lo sigue México. Palabras más palabras menos, la de Colombia es la economía que más se ha reactivado en el mundo.  

Después de los dos años más difíciles que haya vivido recientemente la humanidad, este es un reconocimiento que no puede menospreciarse. 

Y hablando de pandemia aquí también hay cosas que nos deben llenar de mucho optimismo y que no habrían sucedido sin el descomunal esfuerzo del gobierno, miren, a la hora de escribir esta columna el 74.6 % de los colombianos tienen una dosis de la vacuna contra el covid  y el 54% dos y tres millones de personas ya tienen la tercera o de refuerzo, además hay negociaciones con las farmacéuticas Merck y Pfizer para adquirir la píldora contra el virus y antes de la mitad del año que viene estaremos fabricando nuestras propias vacunas. 

Quienes le apuestan al fracaso sacarán a relucir un sinnúmero de temas pendientes que seguramente son ciertos, y que habrá que resolver, como la brecha social, el desempleo, el acceso a la educación pública, la corrupción y tantos otros que además de endémicos son vitales sí queremos un país mejor, pero eso no desdice lo referido en esta columna, lo aquí dicho es verdad y lo mejor, habla de un presidente que tuvo que enfrentar una pandemia, cosa que a ninguno antes le tocó, y evitar que colapsáramos, en medio del encierro y de una economía en pausa. 

Cuando empezamos a sacar la cabeza del barro vinieron las protestas, que lamentablemente desencadenaron en una evidente estrategia para paralizar el país casi como lo hizo la pandemia. 
Carreteras bloqueadas para impedir el paso de suministros, sectores de las principales capitales aisladas por temibles encapuchados, ataques sistemáticos al transporte masivo, retenes en las entradas de las fábricas, si eso no es otra cosa distinta a una protesta social, entonces no sé qué es. 

Y así y todo el país consigue seguir, a pesar de quienes quieren verlo fallido para justificar su discurso. 

Eso solo quiere decir una cosa, que somos más que la narrativa fatalista que nos quieren imponer y que solo pretende ambientar la llegada de un supuesto mesías. Pero se va a necesitar algo más que twitters incendiarios llenos de verdades a medias, para convencer a los ciudadanos de que vivimos en un infierno y no en un país que así les duela a muchos tiene su encanto y sobre todo mucho futuro.