Lecciones para no caer en la trampa

Los más crueles gobernantes llegaron al poder utilizando la táctica de presentar un panorama apocalíptico y después se presentaron como los únicos salvadores.


Gustavo Nieto

Gustavo Nieto

julio 27 de 2021
06:00 a. m.
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Por estos días se emite en Netflix una miniserie sobre cómo los más malvados y poderosos hombres hicieron para llegar al poder y aferrarse a él, no sin antes pisotear a su pueblo.

Aunque parezca increíble los más crueles y despiadados gobernantes llegaron al poder utilizando las mismas tácticas y, aunque parezca todavía más increíble, sus seguidores las apoyaron, incluso a sabiendas de las consecuencias que podían tener.

El final de todos fue el mismo: unos odiados por su propio pueblo, otros en el exilio y algunos, no menos afortunados, juzgados por la historia que de a poco los va poniendo en el lugar que se merecen, pero eso sí todos sin excepción se llevaron una triste herencia de torturas, injusticias, persecuciones y atraso, que no se compadece con lo que merecían sus gobernados.

Un rápido repaso por la historia nos lo confirma y ese es el tema que aborda la miniserie "Cómo se convirtieron en tiranos" de Netflix, pero más allá de la producción, muy buena por cierto, quedan unas muy oportunas reflexiones.

Oportunas si se tiene en cuenta el momento tan especial que vive nuestro país y la sensibilidad de todo lo que pasa a nuestro alrededor.

Encontrar las similitudes no es difícil y aunque a veces siento el temor de ser exagerado, prefiero abordarlas, porque precisamente eso fue lo que no hicieron quienes en su momento y desde su orilla hubieran podido lanzar una alerta.

Según el recetario, todos sin excepción se encargaron de presentar un panorama apocalíptico y nefasto en sus países y después de adobar muy bien la receta de no esperanza, no futuro, no justicia, se presentaron como los únicos salvadores capaces de superar esa situación y llevar a su pueblo por el camino de la luz.

En Colombia llevamos meses escuchando ese muy elaborado discurso, día tras día, en las redes sociales de manera sistemática ese mensaje llega sin falta, muy juiciosamente como una gotera, y si bien es cierto en Colombia hay muchos y muy graves problemas que de sobra conocemos, también es cierto que precisamente esa es la tarea, resolverlos, y hay una muy buena parte de la sociedad decidida a hacerlo. Políticos decentes, empresarios con claro compromiso social, académicos que siembran en los jóvenes ideas y propósitos constructivos, emprendedores dispuestos a arriesgar, en fin, miles que no desisten.

Pero también esos "salvadores" se acompañan de un muy fuerte y temible séquito que se encarga de evitar que alguien se salga del redil. Imposible no recordar esas milicias voluntarias, “las camisas pardas” en Alemania o “los camisas negras” en Italia, por ejemplo.

Ahora en nuestro paisaje cotidiano vemos con alarma la presencia de la llamada primera línea, unas personas que no sabemos si son jóvenes porque aún no les conocemos el rostro, armados de machetes y bates, con máscaras de calaveras y escudos con mensajes lapidarios que recorren las calles de manera amenazante, su "puesta en escena" es evidentemente agresiva, con intenciones intimidantes. Ellos por momentos se abrogaron el derecho de dejarnos o no pasar por las calles y en otros casos se tomaron sistemas de transporte impidiendo la movilidad de millones.

Sino estás con ellos, estás contra ellos, o si no preguntémosle a la familia de Camilo Vélez, el ingeniero muerto por un cable atravesado en una calle por estos "manifestantes". Y ni hablar de los policías asesinados o de otros civiles torturados, todos claro, por atreverse a transitar sin su autorización. ¡Vaya visión de democracia que proponen!

No sabemos quiénes son, eso sí, quién los financia, pero más allá de todo, son un grupo paralelo a las autoridades, que se autoproclama defensor de algo que tampoco tenemos muy claro qué es, pero lo cierto es que ahí están.

Hay más alertas, según esta receta la historia hay que cambiarla. Siempre a favor de quien gobierna. En nuestro caso observamos sorprendidos cómo grupos muy bien organizados han decidido, escudados en la llamada deuda ancestral, que no hay que revisar nuestra visión de la historia, sino que hay que eliminarla. Un poco antidemocrática esta opción. De acuerdo, nos contaron una parte de la historia, asumámoslo, pero lo pertinente sería debatirlo, hay mecanismos institucionales para proponer esa revisión, el Congreso de la República, por ejemplo.

¿Pero qué tan válido es pretender que la versión que se cuente sea la mía, desapareciendo de tajo cualquier otra mirada?, claro, normalmente esa "otra mirada" favorecería sensiblemente a nuestro dictador de turno. Así no funciona en las democracias. Uno aspiraría al consenso.

Y otro punto del recetario tiene que ver con los medios de comunicación. Desde mi visión como periodista, el ideal sería más medios, más pluralidad, más posiciones, más democracia, pero precisamente lo que aplica desde la perspectiva del dictador es acabar con cualquier amenaza informativa.

Todos lo han hecho. Aquí en el vecindario tenemos el ejemplo más reciente y con alarma empezamos a ver cómo en Colombia, incluso desde los mismos colegas, se escuchan voces, no en desacuerdo con la posición editorial de un medio, sino pidiendo desaparecer el medio. Quienes rechazan la posición de unos u otros no buscan otras opciones para informarse o simplemente emiten su opinión; deciden atacarlas físicamente, con una sola intención: destruir, desaparecer, increíblemente critican a quienes son radicales según su visión, pero resultan más radicales que los que tanto critican.

Sí que hemos visto ejemplos de esta censura a la fuerza que empieza a tener preocupantes síntomas en nuestro país. En cambio, la información es reemplazada por insultos y amenazas. Nada más parecido a las más oscuras épocas de temibles tiranos.

Seguro la democracia tiene infinidad de vacíos, pero no temo decir que es la mejor opción en medio de tanta irracionalidad y ambición, hay que cuidarla, mejorarla y seguro elegir mejores dirigentes, sin duda, pero ante todo cuidarla. Tal vez por eso Benito Juárez lo dijo sin titubeos: "La democracia es el destino de la humanidad y la libertad su brazo indestructible". Amén.

*Subdirector de Noticias RCN

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