Movilidad y contaminación, ¿dónde quedaron? | Por: María Fernanda Navia C

Por: María Fernanda Navia C.*

@MafeNaviaC en Twitter 

La medida del pico y placa nació en 1998 durante la primera administración de Enrique Peñalosa para para mitigar la congestión en las horas pico y tratar de distribuir la demanda hacia las horas de menos demanda, y más importante aún, para disminuir los niveles de contaminación, reduciendo la cantidad de vehículos en las vías, además de promover el uso del servicio público. 

Sin embargo, desde el mes de octubre del año anterior existe la posibilidad de, por la suma de 2.066.200 pesos, obtener un permiso de seis meses para poder quedar exentos de la medida y ahora, desde el próximo mes, se podría pagar menos para no tener pico y placa por una semana o por un mes. 

Con lo cual me pregunto: ¿si ahora podemos pagar en distintas modalidades para evitar la restricción, entonces se estarían perdiendo los objetivos originales por los cuales nació esta medida?  

¿Qué va a pasar cuando cada persona, al pensar individualmente, busque la manera de pagarlo, así no cuente con los recursos con tal de poder usar su vehículo libremente? Si sumamos a todos los que podrían llegar a pensar así, definitivamente la movilidad empeoraría.  

La contaminación se aumentaría notoriamente y, por supuesto, las personas que necesitaban usar el servicio público en los días que les correspondía su restricción, pues dejarían de hacerlo. 

Por lo tanto, el hecho de que los ciudadanos, conductores de vehículos, tengan esta posibilidad no conviene colectivamente, porque puede que se resuelvan necesidades individuales pero con el aumento de los vehículos en las calles, en horas pico, pues, nadie llegará a ninguna parte. ¡Y respirar aire medianamente limpio, tampoco!. ¿Dónde queda entonces ¨la solidaridad¨ de la medida? 

Ante la posibilidad de resolver el problema de usar carro o no, el que no tenga los recursos económicos se los va a intentar rebuscar, hasta préstamos bancarios pedirán, con tal de poder estar exentos de la norma y esto solo terminará en un caos vehicular. 

El hecho de que los costos sean distintos para los diferentes tipos de vehículos, según su gama o características, tampoco resuelve mucho. Simplemente dará más posibilidades para todos y ¿el resultado? Nuevamente el mismo, más vehículos en las calles. 

Nicolás Estupiñán, secretario de Movilidad, dijo recientemente que “No puede pagar lo mismo una persona de un carro viejito, que una de un carro último modelo”,  refiriéndose a la capacidad de pago de los conductores y a la calidad del aire. 

¿Cómo van a poder establecer estos valores, entonces, si un carro muy viejito puede ser más contaminante que un carro más costoso de un modelo reciente? Sería una paradoja!  

Por último, ¿a dónde irán a parar estos recursos? irían a fortalecer el sistema integrado de transporte público y la electrificación de los buses de Transmilenio.

Sería interesante también revisar la situación de la infraestructura de las vías. Muchos usuarios de vehículos se quejan constantemente de los altos impuestos sobre sus automotores, a pesar del mal estado de muchas vías. Esto también sería  importante revisarlo y tenerlo en cuenta. 

*Periodista y presentadora

NoticiasRCN.com