Trinos de Petro, ¿demagogia o comunicación directa?

A raíz de varias discusiones que ha sostenido Gustavo Petro en Twitter, se ha formado una controversia acerca de qué tan nocivo o positivo resulta este hábito para la gobernabilidad, o incluso, para la propia democracia. En una portada muy citada, el diario El Espectador señaló de forma certera: “trinando mando”, para describir la manera en que el presidente ha convertido la red social en espacio para explicar, controvertir e incluso, de acuerdo a su criterio, desmentir imprecisiones o hasta noticias falsas por parte de la oposición, medios e influenciadores. 

Las críticas no se han hecho esperar porque el mismo mandatario, según la opinión de expertos, incurre en imprecisiones como ocurrió con la cifra a partir de la cual aseguró que uno de los grandes avances había sido una reducción en la tasa de mortalidad materna. La afirmación fue rebatida por varios analistas de la salud pública, lo que obligó al mandatario a aclarar que se trataba de una estadística preliminar. En el artículo de Laura Duarte para El Espectador, se evidencian las dudas que suscita este estilo de intercambios. Para algunos expertos en comunicación, queda la sensación de que más que informar o promover la transparencia, el gobierno está privilegiando la opinión del jefe de Estado.

La Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) -con quien en el pasado Petro ha tenido choques- advirtió sobre el impacto en la libertad de expresión de estos trinos. El mandatario respondió que estaba en su derecho de defender sus programas de gobierno reivindicándose como “tolerante con las criticas de los medios del establecimiento”. 

¿Es negativo el uso de las redes sociales del actual gobierno? Dentro de los contras, está la imagen de un mandatario impulsivo en publicaciones donde es difícil separar la opinión del líder político, respecto de la postura oficial del Estado. Esto es crítico en política exterior, donde trinos como el emitido en reacción al triunfo del “no” en el plebiscito constitucional chileno armaron una justificada controversia (“Revivió Pinochet”, trinó Petro).  Ahora bien, así como estas declaraciones generan polémicas, también es cierto que abren discusiones relevantes y en algunas se estimula una pedagogía a través del diálogo o la discusión cuando Petro responde y mantiene discusiones con expertos, opositores o gente que expresa su opinión frente a determinado tema sensible y por cuyo contenido técnico se suele simplificar en extremo.  

Para sus detractores, Petro alude a la demagogia, pero en estricto sentido está poniendo sobre la mesa una comunicación directa y concisa. A diferencia de los espacios de pedagogía que han tenido otros líderes latinoamericanos como “Aló presidente” en Venezuela o las “Sabatinas” en Ecuador, la ventaja de las redes sociales es que se trata de mensajes sucintos y concretos. En 140 caracteres difícilmente hay espacio para las divagaciones, menos aún, con la expectativa y los temores que generan ciertos cambios en la salud, las pensiones, el transporte y los impuestos, entre otros.  

Aunque no siempre los trinos sean acertados en su espíritu pedagógico, el hábito es sano para una democracia donde se delibere con frecuencia y se vayan abandonado los descalificativos para hacer oposición o las apologías desproporcionadas para defender al gobierno. Vale recordar que esta administración fue elegida sin que entre primera y segunda vuelta hubiese debates, pues el candidato que hoy debería llevar las banderas de la oposición se resistió. Varios políticos siguen apelando a los lugares comunes, las informaciones imprecisas, las noticias falsas o los insultos para contrarrestar al gobierno. El deber de la oposición consiste en controvertir, ejercer control político, señalar las falencias y construir propuestas alternativas. Sin embargo, varias de sus figuras se alejan del debate y optan por la polémica que les significa popularidad en detrimento de discusiones sustanciales. 

En extensión a la estrategia de establecer un diálogo directo, el gobierno ha anunciado que el 14 de febrero se lanza a las discusiones en la calle y en plaza pública de varias reformas, entre ellas, la salud, una de las más sensibles. Se debe evitar equiparar las manifestaciones pro gobierno que constituyen una demostración de fuerza contradictora del sentido de unidad nacional que representa Petro (como jefe de Estado) y que ahonda la polarización, con la apertura de espacios de discusión popular. Estos últimos representan parte de la esencia de la democracia participativa, vocación que quedó consignada según la Constitución del 91.  El diálogo directo, dialéctico y pedagógico entre gobierno y ciudadanía es una buena noticia para la democracia, siempre y cuando no se supriman los controles institucionales para la aprobación de cambios.

No solo está en juego la viabilidad de los cambios prometidos en campaña, sino en el fortalecimiento de la capacidad para transformar “desde abajo”, vieja ilusión del texto constitucional del 91. 

Profesor de la Universidad del Rosario
@mauricio181212