Los avispados

"La cultura del 'avispado' nos está demoliendo. Hacer una fila o reclamarle a un conductor mal parqueado nos convierte irremediablemente en 'sapos'".


Gustavo Nieto
marzo 02 de 2024
07:59 a. m.
Unirse al canal de Whatsapp de Noticias RCN

Cuántos de quienes transitan por las calles de nuestras ciudades han sido testigos de cómo las tapas de las alcantarillas aparecen y desaparecen con regularidad. Más se demoran los funcionarios del acueducto en ponerlas, que los ladrones en robárselas de nuevo. Motociclistas gravemente accidentados son la más frecuente consecuencia de una situación que parece poco importante. Seguro muchos lo verán como otra de las tantas anécdotas dentro de la rutina que implica sobrevivir en ciudades agresivas e indolentes.

Pero un desprevenido repaso nos permite descubrir que hay una serie de hechos tan simples como reveladores de en qué nos hemos convertido. En Bogotá la destrucción de las estaciones de Transmilenio o la extinción de las patinetas para compartir, por citar apenas dos, son motivo suficiente para reflexionar sobre los vacíos que tenemos como sociedad.

Qué pensar cuando alguien prefiere llevar una segueta en el morral para romper los torniquetes anticolados antes que pagar el pasaje. Cómo entender que otros sean capaces de lanzarse al tráfico de una autopista, a riesgo de su propia vida, por “ahorrarse” el tiquete.

En las principales ciudades los esqueletos destruidos de las estaciones de los sistemas masivos son el recordatorio de nuestra incapacidad para convivir.  La cultura del "avispado" nos está demoliendo. Hacer una fila o reclamarle a un conductor mal parqueado nos convierte irremediablemente en "sapos". Somos incapaces de defender lo que es de todos y sin fórmula de juicio destinamos las cosas que nos sirven a su desaparición. 

Día tras día los puentes peatonales se desbaratan frente a nosotros y preferimos caminar dando saltos entre láminas a medio sostener a cuatro metros de altura, antes que evitar que un ladrón los siga desvalijando.

En Popayán saquean las iglesias y hasta se roban los aldabones de las casonas del sector histórico. ¿Cómo definir esto, el cartel de los aldabones? ¡No!, simple y llano vandalismo, una agresión al patrimonio que en cualquier otra parte del mundo sería cuidado como el más valioso tesoro, pero algunos creen que solo merece desprecio. La ciudad blanca hace tiempo está manchada por miles de grafitis agresivos que ocultan lo que nos debería llenar de orgullo.       

El desprecio por lo público y por consiguiente la falta de empatía se convirtieron en características permanentes. Se volvieron parte de nuestro paisaje los robos en sitios turísticos a visitantes tan generosos que aún creen en nuestra buena fe. Hace apenas unos días un taxista en Cartagena les cobró a unos extranjeros 100 mil pesos por una carrera y ni hablar de las mojarras de millón. Me imagino la celebración de los cerebros de estas "genialidades", pero cómo no, si se sienten más avispados que cualquiera.

Es como aquellos futbolistas que se revuelcan en el piso como si agonizaran para engañar al árbitro y lograr la expulsión de un rival o mejor aún un penalti inexistente. Desde la tribuna celebramos a rabiar esas actuaciones. Qué tal si mejor elogiamos las bondades del deporte como la disciplina, el esfuerzo o el sacrificio.

Nadie calcula el daño que hace la ausencia de un mínimo de ética en el día a día, sin ese principio, de a pocos, una sociedad se puede ir convirtiendo en una manada que apenas sobrevive en medio de la ley del más "avispado". 

Se nos olvidó que, así como tenemos derechos también tenemos deberes y son esos deberes los que nos permiten construir el andamiaje de una sociedad sostenible; los que nos impiden "correr la línea ética" con tanta facilidad, mentir sin ruborizarnos, agredir sin temor, dividirnos irremediablemente y hasta desconocer lo que somos.

Es tan difícil en esas condiciones encontrar propósitos comunes porque más allá de los gobiernos y las ideologías el espíritu de una nación se alimenta de lo más simple, el respeto, pero temo que eso se nos refundió y no hemos sido capaces siquiera de buscarlo.

Sentimos orfandad y sería fácil echarle la culpa al gobierno de turno por sus habituales tumbos, pero nos hemos preguntado ¿qué podemos hacer nosotros para frenar esta espiral que nos llena de vergüenza? Es hora de acabar con el imperio de los avispados. Basta mirar lo que pasó hace apenas unos días: unos padres de familia que identificaron a sus hijos como los atracadores de un joven deportista no dudaron en entregarlos a las autoridades. A esos avispados seguramente se les acabó el reinado y a esos papás les quedó la satisfacción de haber hecho lo correcto. Por ejemplos como este podemos decir que tal vez no todo está perdido.

Gustavo Nieto, subdirector de Noticias RCN. / @NietoHuerta

Unirse al canal de Whatsapp de Noticias RCN Google News Síguenos en Google News

Otras Noticias

Ministerio de Vivienda

¿Un inquilino en Colombia puede quedarse con una vivienda ajena?

Las leyes colombianas establecen un plazo máximo y ciertas condiciones para que esto sea posible. En Noticias RCN le explicamos si es probable, en qué momento y el por qué.

Cambio climático

Para preocuparse: la cantidad de meses que lleva el mundo con altas temperaturas

A pesar del agotamiento del fenómeno climático natural El Niño, las altas temperaturas se siguen imponiendo.


Los cinco alimentos que menos ayudan a una dieta saludable, según expertos

5 peligros ocultos: estas son las amenazas que las VPN no pueden combatir

¡Actuación magistral de Jhon Durán en Inglaterra! Su doblete salvó un empate contra el Liverpool