¿Cómo está Colombia en electromovilidad?

“En California, Estados Unidos, hay más de 2 millones de estaciones de carga; en Medellín, no se llegan a las 10 mil”, afirmó hace unos meses Oliverio García, presidente de la Asociación Nacional de Movilidad Sostenible (Andemos), para poner en perspectiva los desafíos que tiene Colombia en materia de infraestructura.

Con este dato como punto de partida, y si se tiene en cuenta que Colombia es uno de los países más avanzados de la región en cuanto a electromovilidad se refiere, vale la pena recordar la meta que fijó la Estrategia Nacional de Movilidad Eléctrica (Enme): incorporar 600.000 vehículos eléctricos a 2030, con el fin de dimensionar si, en efecto, será viable cumplir este propósito para disminuir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Lo primero a mencionar es que, si bien durante el 2022 hubo un incremento interanual del 57,3% en la cantidad de vehículos eléctricos nuevos (híbridos, eléctricos e híbridos enchufables), lo que supone 27.845 carros nuevos, los números aún distan del crecimiento requerido para alcanzar la estrategia gubernamental para 2030. 

Basta con observar los precios promedio de los vehículos eléctricos, los cuales rondan los $200 millones, para entender porqué las personas siguen inclinándose por referencias tradicionales o de combustión interna, que tienen un precio promedio entre los $55 y los $65 millones, y hacerse la idea de que el ritmo de crecimiento de este segmento no tendría un cambio significativo a mediano plazo.

Adicionalmente, está el factor de infraestructura de carga, que en muchos casos incide en que, incluso, las personas que cuentan con los recursos para hacerse con un vehículo eléctrico sigan prefiriendo los de diésel o gasolina, a pesar de las alzas en los precios que ha venido implementando el gobierno nacional para desmontar el subsidio a estos combustibles -y de las que vendrán- y acercar su precio a la referencia internacional. 

A nivel nacional, incluso en las principales ciudades, la carga pública sigue estando muy asociada a los centros comerciales y las grandes superficies, por eso es común que solo se encuentren cargadores en los grandes parqueaderos públicos, lo que representa una solución, pero que, a su vez, resulta insuficiente para la creciente demanda.

Por todo esto, con vehículos que aún no son competitivos en precio, con infraestructuras de carga que desestimulan al usuario, y con incentivos públicos que todavía resultan insuficientes, es difícil pensar que Colombia podrá alcanzar la cuota de referencias eléctricas que se propuso. Sin embargo, y por fortuna, también hay razones para pensar que la ecuación puede empezar a revertirse. 

Por ejemplo, los vehículos híbridos, aquellos que combinan lo mejor de la combustión interna y la propulsión eléctrica, y han demostrado grandes disminuciones en las emisiones de GEI, pueden ser una gran alternativa de transición, pues ofrecen precios más competitivos y le permiten a los usuarios familiarizarse mejor con la tecnología eléctrica. 

A su vez, la digitalización también puede jugar un papel determinante, ya que aplicaciones colaborativas, como las de Evsy, que le indican al usuario en dónde se encuentra la electrolinera más cercana y si está en funcionamiento, pueden ayudarle a los usuarios a aprovechar mejor la oferta de carga disponible. 

En resumen, existen razones estructurales que hacen pensar que la penetración de la electromovilidad en Colombia será más gradual de lo que se prevé desde el gobierno hacia 2030, pese a que comparativamente el país tiene una cultura y un interés muy dado a este tipo de movilidad. Sin embargo, la digitalización, los desarrollos intermedios o de transición, y políticas más agresivas para incentivar podrían marcar la diferencia en los próximos años.

CEO y cofundador de Evsy