Proyecto, desintoxicación

Bien lo dice el analista Andrés Mejía: "Ni un país, ni una sociedad, ni una persona, pueden vivir al vaivén de las 3 o 4 declaraciones diarias de Petro, ambiguas, contradictorias y confusas".

Y es verdad, se vuelve tóxico el día a día ante el ritmo desenfrenado y casi obsesivo del mandatario con su cuenta de X, por varias razones.

Primero: porque no es normal semejante nivel de uso de una herramienta, sobre todo cuando quien no la suelta es el presidente de la República. Uno pensaría que si él tiene tanto por hacer lo último en su lista de prioridades sería X.

Segundo: porque difícilmente se encuentra un mensaje amable, conciliador, emotivo. En esencia la amenaza y la constante pasada de cuentas son los sentimientos que acompañan los textos del mandatario. En consecuencia, la incertidumbre y el miedo flotan en el ambiente.

Tercero: Ya no sabemos qué es verdad o qué no porque reemplazó las fuentes oficiales. Sí, el presidente sustituyó a los voceros por decenas de caracteres cargados, muchas veces, de imprecisiones por lo que sus funcionarios habitualmente deben salir a corregir, matizar, explicar, rectificar algún arrebato del jefe que puso al país en ascuas.

Hasta ya hay medios de comunicación que se inventaron secciones para llevarle la cuenta de los textos publicados, un ejercicio, en mi opinión, más enfermizo y desesperante que la misma manía presidencial.

A través de X, Petro pretende dictar clases de historia o nos anuncia que va por una Constituyente o acusa a algún enemigo político de fascista. La ligereza del mandatario ha generado decisiones judiciales en las que le han ordenado rectificar falsos señalamientos. Mientras tanto, nosotros los ciudadanos recibimos esa carga de profundidad en la que se convierte cada letra.

Y entonces es inevitable esa sensación de orfandad y desasosiego que en general nos agobia. Incluso sus más fanáticos seguidores celebran lo "asustados" que podemos estar como si disfrutaran el hecho de que el jefe del Estado en vez de ser un símbolo de unidad se haya convertido en el principal promotor de la división. El mismo Petro se ufana de atemorizarnos. Es inevitable preguntarse qué le puede estar pasando por la cabeza a un presidente que se emociona por "asustar" a la gente.

Miren, según Brandtwatch, una herramienta de medición digital, solo en el último mes, exactamente del 4 de mayo al 4 de junio, Petro escribió 990 trinos y ni hablar del último año, entre 4 de junio del 2023 hasta el 4 de junio del 2024, escribió 8.263 trinos. Sí, suficientes números para preguntarnos, ¿A qué hora gobierna? porque pareciera que el tiempo para empujar los grandes proyectos del país los dedica al celular.

Si el presidente Petro quisiera, con el actual "estado de cosas" podría hacer cambios clave en la realidad de los ciudadanos.

Hay algo que varias personas dicen que sienten y me atrevo a comentárselos, que el presidente se metió en los espacios más íntimos, está invitado a desayunar en familia; va a los matrimonios; también a los asados con amigos; en los almuerzos de oficina; en la conversación con el taxista; durante una cita médica, está en todo. Y si me preguntan, desde esta perspectiva su comunicación es exitosísima, pero por una razón clave, se lo permitimos. Le permitimos que traspase esa frontera mínima que nos hace gozar de nuestra individualidad, ese espacio que nos hace únicos. Y así nos inunda la cabeza a diario, y al final o convence o agota. Ese es el juego.

En este punto uno podría preguntarse, ¿Qué pasa si intentamos un proyecto de desintoxicación? Algo así como menos trinos y más trabajo.