¿Dónde quedó "Arauca saudita"?

Después del espejismo del petróleo en los años 80, Arauca entró en una espiral de violencia, corrupción y abandono estatal que refleja en toda su dimensión la ineptitud e indolencia de todos los involucrados.

El 7 de diciembre de 1985 brotó de la tierra la primera gota de petróleo de Caño Limón, el gigantesco pozo que ilusionaba al país con convertirse en exportador de crudo y a Arauca en la Arabia Saudita del cono sur.

Las reservas aumentaron sensiblemente y se recuperó la autosuficiencia petrolera. Con la bonanza unos y otros pensaron que se venían tiempos de gloria para una región históricamente atormentada por el olvido, el atraso y la incapacidad de sus dirigentes.

Pero las cosas no serían tan fáciles y la realidad se encargaría de demostrarlo. El final de los malos tiempos definitivamente no estaba cerca. Con la construcción del oleoducto que llevaría el crudo hasta Coveñas en la Costa Atlántica se dieron más de 10 mil empleos. Terminada esa primera fase y con el comienzo de la explotación, la mano de obra se redujo sensiblemente, miles de personas que llegaron a esa zona para buscar un futuro mejor no encontraron lo que estaban soñando. Mucha demanda de trabajo, poca oferta, dirían los expertos.

Al tiempo grupos guerrilleros como el ELN y las Farc vieron en la presencia de las multinacionales petroleras, y sus jugosas ganancias, la disculpa perfecta para crecer en la ilegalidad y hacerse cada vez más poderosas.

Avanzaban los 80 y los 90, los gobiernos de turno, desde Bogotá, solo aparecían para cuidar el tubo de los ataques de la subversión, los dirigentes locales malgastaban millonarios presupuestos de regalías en piscinas con olas, colódromos y hasta velódromos en una región conocida no precisamente por sus ciclistas. Los guerrilleros aportaban lo suyo, por sus atentados millones de barriles se perdían derramados en sabanas y morichales, el daño económico y ambiental era incalculable.

A eso se sumó la inseguridad jurídica que golpeó las concesiones. Para 1989 y 1990 el debate político sobre las consideradas exageradas

ganancias de los extranjeros, desencadenó en decretos que replantearon los contratos y la exploración. Ya para finales del siglo pasado se sufrían las consecuencias de ese desestimulo.

El petróleo terminó en maldición y los araucanos sumidos en la desesperanza; el sueño de Arauca Saudita, solo fue eso, un sueño que los corruptos y los violentos convirtieron en pesadilla.

Y así amaneció el 2022, otro gobierno a punto de terminar y la fotografía de la realidad de este departamento es la misma de las últimas décadas. Su gobernador en la cárcel señalado por la fiscalía de tener acuerdos financieros con el ELN para entregarle contratos y como si esto fuera poco, el anterior gobernador también enfrenta a la justicia por hechos similares.

"La gobernación de Arauca habría estado al servicio del ELN durante la última década", dijo la Fiscalía en una de las audiencias contra este último. Vaya afirmación cruda, sí, pero reveladora. Es en parte la condena de este departamento y el sufrimiento de sus habitantes.

Entre tanto, los secuestros, las masacres, los atentados con carros bomba y las extorsiones hacen la vida casi imposible. Y a todo esto hay que sumarle un país vecino cuyo régimen no tiene problema en darles refugio a los que matan y secuestran al otro lado de su frontera.

Para el momento en el que escribo esta columna las autoridades confirman el secuestro de 6 personas en Tame y el asesinato de otras dos en Saravena, esto apenas unas horas después del atentado con explosivos que mató a un vigilante en el centro de esta ciudad.

Las autoridades aseguran que la guerra por el control territorial entre las disidencias de las FARC y el ELN es la responsable en gran parte de esta ola de crímenes e inseguridad, pero, aunque cierto, el diagnóstico es un poco simplista, basta con repasar algunas de las circunstancias que describo muy superficialmente en este texto para descubrir que lo que pasa allá no es tan sencillo como una disputa entre bandolas de narcotraficantes.

Sí, hay que poner tropa en las carreteras y fortalecer la seguridad, claro, pero también hay que salir de esa dinámica de hacer piscinas con olas en lugar de hospitales o escuelas y de los gobernadores que hacen acuerdos con los delincuentes. Hay que volver la mirada a Arauca con el respeto que se merece, lo abandonaron hace años a su suerte, pero llegó el momento de que la clase dirigente pague esa deuda.

Estoy seguro de que ningún araucano quiere vivir en "Arauca Saudita", sería suficiente con que pudieran vivir en "Arauca en paz”, es lo mínimo que debe tener este rincón del país. "El Dorado" que tanto les prometieron, hoy está en cosas tan simples como el sosiego de un atardecer sin miedo a que oscurezca o una jornada de vaquería libre de amenazas.

Esto solo demuestra que de nada sirve bonanza alguna, sin una dirigencia honesta y sin una paz verdadera, o sino pregúntense ¿Dónde quedó Arauca Saudita?