Si Juan es el loco, ¿Juana es?

Por: Andrés Hoyos*

@donandreshoyos en Twitter

Partamos del hecho irrefutable de que no existe creación humana más perfecta que la mujer. Son vitales desde la concepción del ser humano; nos marcan todos los caminos para amar, para soñar, para aprender. Las mujeres son las mejores líderes, son inspiradoras, son fuertes, tienen un humor envidiable y un razonamiento profético.

A lo largo de la historia sí que han tenido que sufrir, aguantar los excesos miserables del maltrato, de la inequidad y de la torpeza propia de quienes, sin razón alguna, han separado nuestra historia por colores, por géneros o por convicciones. A las mujeres, amigos, hay que cuidarlas, consentirlas, amarlas, nunca maltratarlas y aprenderles como a nadie.

Dicho lo anterior, y en concordancia con lo que quiero desarrollar, en aras de esa misma equidad, es que quiero plantear este delicado y posible políticamente incorrecto debate. A diario en el país somos testigos de un sinnúmero de noticias dolorosas que conmueven hasta el más desalmado. Masacres, robos, corrupción, planes políticos para fregar al contrincante, movimientos macabros debajo de la mesa para enriquecerse con licitaciones públicas, en fin, unas vainas que francamente superan cualquier serie de televisión que vemos por estos días.

La opinión pública, indignada, y con razones para estarlo, encuentra en las redes sociales un mecanismo para expresar su sentir frente a los descabellados sucesos que se leen y se viven en Colombia. El problema, es que pareciera que estamos poniendo cada opinión en un colchón de azúcar que se deshace con solo mirarlo. Una porción extrema del análisis del cómo se dicen las cosas y no cuál es el fondo de los argumentos. Básicamente el joder por joder, el ver por dónde sindico al otro -no de su opinión- sino de cómo la dice para buscarle una caída diferente al debate.

Al candidato de un lado no lo bajan de guerrillero y al del otro de paramilitar. Les gritan brutos, corruptos, asesinos; y bueno, un sinfín de insultos que merecidos o no, parecen vociferar en masa sin mesura alguna, eso sí, antes de rasgarse las vestiduras porque ven que alguien hace un símil con “Juana la loca”, frente a actuaciones que reclaman el protagonismo de quien puso su ego por encima de un proyecto en el que vienen trabajando hace más de dos años.

Es absolutamente condenable cualquier insulto, menosprecio o violencia a la mujer “por el hecho de ser mujer” (no hay algo más miserable), pero de ahí a que esté permitida la sátira inclemente para un lado, pero la indignación para el otro, y además en los mismo, entonces ¿dónde queda la coherencia?, ¿la equidad que merecemos?, y por supuesto, ¿la responsabilidad que conlleva el exceso de un lado y del otro?

Un concejal que con trampa le quita el sustento laboral a alguien y un futbolista que hormonalmente insulta a la afición, por poner un par de ejemplos, ¿cómo los llamamos?, ¿depende del género? ¿o de lo bochornoso del hecho? Nunca apoyemos la violencia y el insulto grotesco, consintamos a las mujeres como a nadie, pero tampoco le robemos al español la sana riqueza de un buen adjetivo o sátira en el momento más indicado.

*Comunicador social y periodista, asesor de comunicaciones estratégicas, CEO MM&C y columnista.