Informe especial: La amistad que ni la guerra pudo separar

En ocasiones, el destino es tan caprichoso que por muy divididos que estén los caminos de dos personas, el universo hará que se unan con un propósito en común. Esta es la historia de Danilson Betancourt, desplazado por la violencia, y su gran amigo, Ferney Bernal.

“En la época del conflicto armado aquí se vivía todo tipo de combates entre los grupos armados. Había enfrentamientos con muchos disparos, a veces la aviación también por encima bombardeando. Eso se escuchaba de todo”, cuenta a Noticias RCN Danilson, víctima de la violencia. Este hombre de 42 años nació en la vereda el Congal, zona rural de Samaná, Caldas. En aquella época, en la que las Farc mandaban en su territorio, a él no le quedó más opción que huir.

“Volvió otra vez el conflicto armado entre esos grupos y empezaron a pelear entre ellos. Había muchos combates y ahí ya tenía un segundo desplazamiento. Fue cuando decidimos irnos y no volver acá por el temor a que nos mataran”, dice.

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En ese mismo año (2007) su gran amigo, Ferney Bernal, también tuvo que huir de la guerra. Se fue como desplazado de la violencia para la capital del país. “Cuando yo me fui de acá de la vereda fue muy duro porque aquí tenía los amigos de infancia. Unos toman la decisión de irse, otros se quedan y uno piensa, ¿será que lograron sobrevivir?”, narra Ferney. 

La amistad que ni la guerra pudo separar

Este hombre decidió irse para el Ejército Nacional. Cada uno intentó hacer su vida a kilómetros de distancia, pero el deseo de volverse a encontrar siempre estuvo en sus corazones.  

Ferney se convirtió en sargento y hoy en día hace parte del batallón de desminado humanitario de las fuerzas militares. Aquí ha aprendido el valor de la amistad con sus compañeros, que se han convertido en su segunda familia. Pero también ha entendido valor de la vida misma, esa que ponen en riesgo cada vez que llegan hasta los rincones más inhóspitos del país a desactivar una mina antipersonal.

En esa labor este sargento llegó nuevamente a su tierra, el congal, Caldas. “Es una lotería que me gané, después de tantos años, retornar nuevamente aquí a este sector”, dice.

Sin saberlo, su amigo Danilson, luego de 16 años en Bogotá, también decidió volver. “Fue muy duro porque al llegar acá y ver lo que habíamos dejado, ruinas del colegio donde salí desplazado, de casas que se ven por ahí”.

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Y en el retorno de estos dos grandes amigos de la vida al Congal, lo inesperado, sucedió: cada uno volvió a su territorio con un poco más de años, pero con el cariño y la amistad intacta. 16 años después, su único deseo es ver a su querido Congal, como una tierra próspera y alejada de la guerra. Este par de amigos son la muestra de que en ocasiones la violencia intenta separar caminos, pero la amistad es mucho más fuerte que la guerra.