Bombardeos, miedo y arte: así vive una colombiana al lado de la Franja de Gaza

Rosmira Rinkevic llegó hace 35 años a Israel. En diálogo con este medio relató las atrocidades de la guerra que ha presenciado.


Mientras vehículos de guerra se mueven cerca de la Franja de Gaza, la colombiana Rosmira Rinkevic realiza artesanías.
Mientras vehículos de guerra se mueven cerca de la Franja de Gaza, la colombiana Rosmira Rinkevic realiza artesanías. / Fotos: Cortesía

Sebastián Arenas

noviembre 28 de 2023
05:23 p. m.
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“Donde hay palestinos en el medio de Israel, hay una convivencia normal. Salen a trabajar, tienen campos, invitan a las familias a los cumpleaños, a los matrimonios, a todo…”, confirma, desde un lugar a un par de kilómetros de la franja Gaza, Rosmira Rinkevich, una colombiana que desde 1988 vive en Israel.

Ella, entre lágrimas, recuerda cuando su esposo podía ir a los mercados de Gaza y compartir con los palestinos inocentes, quienes se la llevan bien con los judíos de la misma condición. Entre los civiles que no hacen parte de la guerra no hay rencores. O que no hacían parte de la guerra, porque ahora, como en otras ocasiones de la historia, las personas que no comenzaron el conflicto resultan inmersas como víctimas.

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La guerra entre el gobierno de Israel y Hamás se intensificó desde el pasado 7 de octubre, cuando el mencionado grupo terrorista incursionó en territorio judío y asesinó a más de mil personas. La respuesta israelí no ha sido menos fuerte y ha terminado, según el gobierno de Hamás, con la vida de más de 15.000 seres humanos.

Esa masacre entre pueblos —cuyos inocentes han sabido convivir— destroza el alma de Rosmira Rinkevich, quien aquel 7 de octubre se escondió en el búnker que tiene dentro de su casa, donde reside con su esposo, un argentino que prestó el servicio militar en su país natal y en Israel. Ambos alcanzaron a ver desde su ventana a los integrantes de Hamás que incursionaron aquel día.

“Los terroristas entraron a matar y a hacer una masacre”, le relató Rinkevich, de 62 años, a Noticias RCN Digital, desde su casa en el kibutz Mefalsim, muy cercano a Gaza. Los kibutz son colonias agrícolas. En la de ella, asegura, “tuvimos un milagro”. Pero, a poco más de 3 kilómetros, en el kibutz Kfar Aza, integrantes de Hamás no tuvieron compasión.

“Mataron familias completas. Sacaron a una mujer embarazada, le cortaron el estómago, le sacaron el bebé, la dejaron viva y al bebé lo degollaron… cuerpos calcinados, casas quemadas... Hay familias que todavía no han encontrado a sus seres queridos, aún no se sabe cuántos secuestrados en verdad tienen, pero hay más de 300 desparecidos. Violaron mujeres y no se sabe qué hicieron con los niños y con los hombres. Fue una masacre”, narró llorando Rinkevich, quien es maestra de arte y cerámica en Mefalsim.

Su amor por Colombia

A Mefalsim llegó como voluntaria hace 35 años, motivada por el trabajo comunitario que le inculcó su papá, quien estudió psicología en Tel Aviv. Además, su hermano en 1982 fue a un kibutz del norte de Israel a realizar labores agrícolas y después la convenció de vivir la experiencia. Y ella no ha querido dejar de vivirla. Conoció al hombre con el que lleva 32 años casada y con quien tiene tres hijos.

También aprendió arte y ahora es profesora de esa disciplina y de cerámica en el bachillerato del colegio de la regional de la zona. A algunos estudiantes no podrá volver a darles clases, por la guerra. “Tengo un alumno muerto, una alumna secuestrada, otra me la asesinaron a la entrada de la casa de ella. Es un dolor muy grande. Nosotros estamos bien, aunque angustiados desde el viernes con la entrega de rehenes gota a gota de parte de Hamás. Nos exprimen el ama”.

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Rinkevich forma parte del grupo de voluntarios que ayuda en labores del campo y contribuye en las comunicaciones del grupo de defensa del kibutz del que no piensa irse. “Yo quiero mucho a Colombia, quiero a mi familia y todo, pero mi casa está acá. Siempre me han pedido, me mandan pasaje, lo que sea, pero nunca lo he dudado, estoy en mi casa y no tengo que irme, los que se tienen que ir son otros que nos están atacando. Y espero que en verdad eliminen al terrorismo de Hamás”.

Rosmira Rinkevic y una queja sobre la Cruz Roja Internacional

Mientras su esposo continúa con actividades en un almacén de su kibutz, atendiendo necesidades de soldados y recibiendo a los voluntarios que llegan a trabajar en las labores agrícolas, Rosmira Rinkevic se enfoca en sus hornos de cerámica, moldeando flores de Calanit, la flor nacional de Israel. “Vamos a hacer un monumento para recordar a todos los caídos”, expresó.

Los martes viaja a Tel Aviv a dictar clases en un museo a donde llegan alumnos desde diferentes lugares de Israel. Durante sus trayectos reflexiona sobre la guerra y le expresó a este medio: “La Cruz Roja Internacional es una organización de ayuda humanitaria, sin diferencia de religión, raza o identificación. Y no quiso recibir ningún medicamento que las familias y el gobierno israelí quisieron enviar para los rehenes, porque dijo que ese no era el trabajo de ellos. No quiso asumir ninguna responsabilidad, no quisieron visitar a los rehenes. En este momento que lo necesitamos, la Cruz Roja Internacional se ha mantenido al margen. Es una vergüenza su falta de objetividad y de corazón. Acá hay mujeres violadas, niños secuestrados, gente adulta, gente que pasó el holocausto está secuestrada y ellos no se han manifestado”.

Rosmira Rinkevich recuerda con nostalgia las jornadas que tenía antes del 7 de octubre. Quiere, nuevamente, despertarse a las 8:00 de la mañana, tomar el autobús hacia el colegio, volver a las 2:00 de la tarde a su taller propio de cerámica y enseñarles a los niños. A pequeños de los cuales muchos necesitan atención psicológica, pues nacieron escuchando bombardeos y cualquier ruido los asusta. Ella anhela cenar con su esposo a las 7:00 de la noche y luego ir a dormir sabiendo que al otro día no les avisaran por WhatsApp que tienen que meterse en el búnker. Desea que vengan incontables conversaciones de arte entre israelitas y palestinos inocentes.

@SebasArenas10

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