Valeria Afanador: radiografía de una tragedia y propuestas para que no vuelva a pasar

Fue una cadena rota. Valeria salió al recreo en su colegio y su cuerpo terminó en el río. Entre esos dos puntos hubo miradas que no alcanzaron, protocolos que no existían y tiempos que se dejaron correr. ¿Cuántas niñas y niños más dependen hoy de esas mismas fallas invisibles?


José David Castellanos
septiembre 09 de 2025
10:44 a. m.
Unirse al canal de Whatsapp de Noticias RCN

Hoy escribo con el corazón apretado. Duele escribir el nombre de Valeria y que ya no responda una niña, sino una ausencia. Valeria tenía 10 años, una condición de discapacidad, y ese amor incondicional con el que las familias aprenden a nombrar el mundo más despacio. El 12 de agosto salió a un descanso en su colegio en Cajicá y no volvió al salón: 18 días después, un campesino vio su cuerpo en el río Frío, a pocos cientos de metros del plantel. La necropsia indica muerte por ahogamiento, sin signos de violencia física, y sitúa el fallecimiento muy cerca del momento de su desaparición. No son conjeturas, es lo que consta, hasta el momento, en los informes conocidos por la Fiscalía y Medicina Legal.

Frente a una tragedia así, el país suele escoger entre dos fugas: el linchamiento moral o la resignación. Ni lo uno ni lo otro nos devuelve a Valeria ni protege a los que vienen detrás. Yo propongo otra cosa: hacer, con dolor y con rigor, el inventario de las fallas que permitieron que una niña terminara en un río que siempre estuvo ahí. No es un accidente de la naturaleza, es un riesgo previsible.

En un recreo hay una aritmética de responsabilidades: cuántas niñas y niños, cuántos adultos, qué distancia hay entre una cerca “viva” y un peligro, cuántos segundos tarda una mirada en perder de vista a quien más necesita acompañamiento. Si el colegio colinda con un cauce, ese cauce es el primer “salón” que se debe vigilar. ¿Qué protocolos de borde existían?, ¿la reja y la “cerca viva” eran, de verdad, una barrera?, ¿se delimitó un perímetro de no acceso?, ¿cuánto tardó en activarse la búsqueda externa y quién tomó esa decisión? Porque hay que acotar que, en la cronología pública, los organismos de socorro fueron notificados varias horas después del primer aviso interno del colegio.

Aquí caben preguntas incómodas que no son agresión sino prevención: ¿qué formación reciben los equipos escolares para custodiar a niñas y niños con discapacidad?, ¿se ajustan los recreos —duración, espacios, acompañamiento— a las necesidades particulares?, ¿existe un mapa de riesgos por colegio, con “puntos rojos” como ríos, taludes o vías rápidas, y un “protocolo de borde” que se prueba cada trimestre?, ¿quién certifica que ese papel se cumple y no es un archivador más?

Las primeras horas importan. Colombia tiene, desde 2005, el Mecanismo de Búsqueda Urgente (MBU), que permite activar diligencias inmediatas sin esperar un plazo absurdo cuando una persona desaparece. Eso existe y poco lo usamos con la contundencia que salva vidas. A eso se sumó en 2024 la llamada “Ley Sara Sofía”, que crea una alerta nacional —Alerta Colombia— para desapariciones de menores entre 0 y 12 años, con difusión masiva en celulares y canales oficiales, pero que lamentablemente a la fecha no ha sido regulada por el Gobierno Nacional. Si está en la ley, debe estar en la calle: sonar, vibrar, cerrar perímetros, poner a todo el mundo a mirar en la misma dirección. ¿Cuántas niñas y niños más nos va a costar esta lentitud?

No basta con encontrar culpables después, hay que incomodar rutinas antes. Por eso propongo que, a partir de Valeria, hagamos cinco cambios inmediatos en Cajicá, en Bogotá y donde haya un colegio al borde de un riesgo:

  1. Protocolo de Borde: todo plantel con cercanía a ríos, quebradas o taludes debe tener barreras físicas auditadas, rutas de patrullaje en recreos y un “anillo seguro” marcado y visible. La reja no es una línea, es un sistema de cuidado.
  2. Acompañamiento diferenciado: para estudiantes con discapacidad, ratio mínima de adultos por niña/o durante recreos y traslados a zonas abiertas. El derecho a la inclusión no es un eslogan, es logística y presencia, es ley.
  3. Regla 1-3-6: al minuto de no encontrar a una niña o niño, cierre interno y conteo; a los 3 minutos, perímetro externo y aviso a autoridades locales; a los 6 minutos, activar el MBU y, si aplica, activación de la alerta de menores de edad en la zona. Sin “esperemos a ver”.
  4. Botón de búsqueda: un canal directo y unificado entre colegio, Policía, Bomberos y padres —sin burocracias, sin saltos de WhatsApp— con roles asignados y registro de tiempos. Las cadenas que salvan no son de mensajes virales, son de responsabilidades.
  5. Ensayo trimestral: simulacros de búsqueda realistas, con cronómetro y evaluación externa. Lo que no se ensaya, tiene más probabilidades de fallar.

También hay que mirar al Estado. La Gobernación de Cundinamarca anunció un proceso administrativo sancionatorio contra la institución educativa. Bien, que se investigue con todo, pero que esa investigación desemboque en estándares para todos, no solo en sanciones. Y que cada entidad —colegio, secretaría, policía, Fiscalía— publique una línea de tiempo verificable de sus actuaciones en el caso. Y no para alimentar el morbo, sino para que de ese “paso a paso” salgan los correctivos que faltan. La transparencia, aquí, es un salvavidas para el futuro.

Me resisto a aceptar que “fue el río”. El río no actúa solo. Alguien diseñó un patio que daba al río, alguien valoró ese riesgo, alguien vigiló (o no) esa cerca, alguien decidió cuándo y cómo buscar. La cadena del cuidado se rompió en varios eslabones. Y cuando esa cadena se rompe, no hay consuelo que alcance, porque el tiempo se vuelve un enemigo silencioso y la geografía se hace trampa.

A las familias: no carguen solas con culpas que no les pertenecen. Enviar a un hijo al colegio es un acto de confianza pública: el aula, el patio y el borde son responsabilidad compartida. A los colegios: no teman auditarse. El peor informe es el que llega cuando ya no hay a quién proteger. A las autoridades: que la ley suene en los teléfonos y cierre las brechas entre lo que “debería ocurrir” y lo que ocurre cuando el reloj corre. Y a nosotros, ciudadanos: que la solidaridad no se quede en una marcha, que exijamos estándares, que preguntemos por los “bordes” de los colegios de nuestros barrios, que sepamos activar el MBU, que nos ofrezcamos como voluntarios en simulacros.

Valeria no puede quedar atrapada en un hashtag ni en la arena del río. Su nombre tiene que volverse método: metros adicionales de reja, ojos adicionales en el recreo, minutos menos para activar una alerta, vergüenza cero para admitir lo que no hemos hecho bien. Si hacemos de esta tristeza una política concreta de cuidado, quizá logremos que mañana el río —cualquier río— no se lleve a más niñas y niños.

Unirse al canal de Whatsapp de Noticias RCN Google News Síguenos en Google News

Otras Noticias

Deportes Tolima

¡Tolima empató con Bucaramanga y avanzó a la gran final del fútbol colombiano!

Deportes Tolima consiguió un importante empate en Bucaramanga y selló su paso a la gran final del FPC a falta de una fecha.

Donald Trump

Secretaria de Prensa desmiente que Trump se quede dormido en sus reuniones de gabinete

Nuevos rumores sobre el estado de salud del presidente, próximo a cumplir 80 años, han cobrado fuerza los últimos días.


“Ni el Grinch se atrevió a tanto”: alcalde Fico Gutiérrez sobre robo y daños de alumbrado navideño en Medellín

¿Cuándo llevar a su recién nacido a una consulta pediátrica prioritaria? Tome nota

Juan David Tejada apareció en 'La Mansión de los Streamers' de Westcol: recordaron problema del pasado