Crédito transformador: cuando la innovación se convierte en oportunidad
¿Sabe usted dónde queda la vereda Besito Volao?
04:37 p. m.
Muchos no la ubican en el mapa, pero allí, como en tantas regiones del país, vive una historia que resume por qué Colombia necesita unir esfuerzos para apoyar con contundencia a la microempresa, especialmente en territorios rurales donde los sueños avanzan más rápido que las oportunidades.
En lugares como Besito Volao se evidencia una realidad que comparten miles de emprendedores: talento enorme, barreras gigantes y un sistema financiero que, en la mayoría de los casos, no fue diseñado para entender y llegar a su contexto, sus tiempos ni sus necesidades. Por eso, cuando las instituciones se articulan con un propósito común —la inclusión, la equidad y el fortalecimiento empresarial— empiezan a aparecer soluciones que antes no existían. Y surge una pregunta que debemos hacernos: ¿qué más podemos hacer para que la microempresa crezca sin importar dónde esté ubicada?
Esta es la historia de Viviana Mestra Hernández, empresaria de la vereda Besito Volao, en el corregimiento de El Sabanal, en Montería, Córdoba. Viviana decidió empezar de cero cuando regresó a Colombia en 2021 junto a su esposo. Sin capital y con la urgencia de sostener a su familia, comenzaron vendiendo carne en una mesa en la acera. Con ahorros compraron equipos de segunda y construyeron un pequeño local en la parte trasera de su casa. Luego llegó Interactuar, que les otorgó su primer crédito y un acompañamiento que les permitió estructurar su negocio, formalizar procesos y fortalecer su visión emprendedora.
Hoy, lo que nació como Carnicería El Pájaro es Carnes, víveres y abarrotes El Pájaro: una empresa con dos sedes, una cava de refrigeración, un servicio de distribución para tiendas rurales, cuatro trabajadores y un asadero de carnes que opera los fines de semana. Su crecimiento no solo mejoró la vida de su familia: transformó Besito Volao y el corregimiento El Sabanal, donde antes las personas debían desplazarse largas distancias para comprar alimentos. Ahora cuentan con productos frescos cerca, oportunidades de empleo, especialmente para mujeres y jóvenes y un negocio que impulsa el arraigo y el desarrollo local.
La historia de Viviana refleja el obstáculo que enfrentan miles de empresarios de la micro en Colombia: no existe un sistema financiero que realmente entienda su contexto, su flujo de caja, sus tiempos ni su historia, no fue diseñado para la microempresa, y esa brecha termina frenando a quienes impulsan buena parte del empleo, el comercio local y el desarrollo territorial.
Frente a este desafío, en alianza con la Fundación Bancolombia creamos el primer Patrimonio Autónomo del país diseñado exclusivamente para impulsar el microcrédito, una innovación financiera con propósito social que permitirá entregar más de $90.000 millones en tres años, traducidos en oportunidades reales para más de 11.000 emprendedores.
Puede sonar técnico, pero en esencia es simple: este Patrimonio Autónomo es una estructura independiente que multiplica recursos, atrae nuevos aliados y garantiza que los fondos lleguen a quienes más los necesitan, sin comprometer el enfoque social del microcrédito. Está diseñado a la medida del sector, capaz de atraer recursos nuevos sin afectar otros indicadores financieros y asegurando que mantengan su destinación social.
Lo más importante es su propósito: 50% de los recursos serán para mujeres emprendedoras y 50% para negocios rurales, especialmente en cadenas de agroalimentos y turismo, sectores donde el crédito tradicional pocas veces llega porque requiere modelos de evaluación y acompañamiento distintos.
Esta alianza parte de una convicción: el crédito se entiende mejor cuando se mira a los ojos al emprendedor, cuando un asesor visita su negocio, conoce su realidad, entiende sus ciclos y también sus sueños. El crédito no es solo dinero: es acompañamiento, asesoría, formación y escucha. Así se impulsa la economía desde lo local, desde la base, desde quienes madrugan a sostener a sus familias.
La innovación financiera también puede ser innovación social. Cuando eso ocurre, no solo crece un negocio: crece una comunidad, se fortalecen los territorios y florecen historias como la de Besito Volao, que nos recuerdan que cuando nos unimos, el impacto se multiplica.