La tienda de la esquina sostiene economías, familias y tejido social.
En Colombia hay una actividad muy conocida y poco reconocida que mueve positivamente la economía popular: los tenderos. Más de 500.000 tiendas de barrio dinamizan el 40 % del comercio nacional, generan 1,7 millones de empleos y abastecen cerca de la mitad de la canasta familiar.
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En municipios y barrios, su importancia es aún mayor: hasta el 62 % de los hogares dependen de ellas, en cada esquina, hay un negocio familiar que sostiene el día a día del país. ¿Alguna vez has observado cuántas tiendas encuentras en el barrio en el que vives?
Sin embargo, detrás de esas cifras se convive con una realidad crítica. Los tenderos enfrentan riesgos que van desde la extorsión hasta el préstamo informal del “gota a gota”, un mecanismo ilegal que hoy atrapa a casi un tercio de los hogares de bajos ingresos. A esto se suman las dudas frente a la Reforma Laboral, que promete mejorar condiciones laborales, pero genera temores de cargas que pequeños negocios difícilmente podrán sostener. Además, a nuestros amigos tenderos se les dificulta el acceso a financiamiento o crédito formal y tener formación empresarial.
La mayoría de tenderos manejan sus cuentas con registros básicos de caja, a veces con cuentas de servilleta, sin claridad sobre rentabilidad o rotación de productos; mezclan gastos personales y del negocio, lo que impide ver la verdadera utilidad. Otros pierden inventario por vencimientos, y en su mayoría, no conocen de herramientas digitales que les permitan llevar más control de sus inventarios y ventas.
Algunos logran ir creciendo en medio de estas dificultades, como es el caso de Natalia Andrea Ríos, en un barrio del centro de Medellín. Durante años fue la mano derecha de su tío en la tienda familiar, donde con esfuerzo y disciplina logró seguir su legado y mejorar prácticas para crecer el negocio y pasar a dirigirlo. Hoy más que la tienda del barrio es un proyecto de vida que sostiene a su familia. Gracias al acompañamiento de Interactuar, entendió cuáles eran los puntos de mejora en todo el modelo de venta de las tiendas, accedió a crédito formal, mejoró su logística y diversificó servicios, lo que le permitió modernizarse y ganar competitividad.
Estas historias también brotan en el campo. Algo similar ocurre con María Aidé Parra, en Ebéjico, Antioquia. Lo que empezó como un pequeño esfuerzo de ama de casa por aportar al hogar y tener más independencia económica, se convirtió en una empresa comunitaria que cambió su vida y la de su vereda. Su negocio, Tienda La Ilusión, fue un sueño por hacer algo diferente en su vereda, aportar al progreso local y hoy es un punto de encuentro para sus vecinos que, además de acercar el acceso a los productos básicos de la canasta familiar, permite la conversación y el relacionamiento. María Aidé no solo ofrece productos básicos: apoya a productores locales, garantiza precios justos y se ha convertido en un motor de cohesión en su comunidad.
Ellas reflejan lo que ocurre cuando los tenderos tienen acceso a crédito, formación y acompañamiento: sus negocios dejan de ser una ilusión para convertirse en verdaderas empresas. Y es que, detrás del mostrador, no solo se venden productos y se sostienen familias que enfrentan el reto de competir en condiciones desiguales. Sus tiendas son además un espacio de articulación, de confianza y de solidaridad. Allí se tejen relaciones de vecindad, se apoya a familias en dificultades y se fortalece el tejido social de barrios y veredas.
Desde Interactuar, acompañamos a miles de tenderos en el país, hemos aprendido que cada capacitación, cada crédito y cada consejo técnico es más que un servicio: es una inversión en el progreso del tendero y, con ello, en el bienestar de toda la comunidad. Nuestro propósito es darles alternativas reales para que no caigan en manos del “gota a gota”, que encuentren en la formalización una oportunidad y no una amenaza, y que puedan crecer con sostenibilidad.
Reconocer al tendero como empresario es fundamental. Esta semana de celebraciones y reconocimientos por el Día Nacional del Tendero en Colombia, la reflexión es clara: defender su estabilidad es defender la economía popular que alimenta, conecta y sostiene a Colombia todos los días.