Chao corridas

Llegar hasta la aprobación de esta ley significa haber recorrido un camino espinoso y lleno de embestidas.


Nancy Velandia
junio 01 de 2024
09:00 a. m.
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Esta vez la estocada final la recibieron aquellos que con banderillas en mano han emprendido por años una lucha desigual. El olé vino por cuenta de 93 representantes a la Cámara que decidieron dar su voto por el sí, por poner punto final a las corridas de toros en Colombia.

Y aunque no soy partidaria de las prohibiciones, sí soy partidaria de poner la vida por encima de cualquier libertad y eso, por supuesto, que incluye a los animales, más aún cuando están en desventaja ante un matador.

La noticia no cayó nada bien para quienes miran los toros de la barrera, ovacionan cada olé que retumba en la plaza y se emocionan cada vez que suena esa famosa canción que dice “hay sangre en la arena y no es del torero”.

El primer reclamo de los amantes de la fiesta brava es que hay familias que se van a quedar sin el dinero que les ingresa cada que hay una corrida de toros. Según la senadora Andrea Padilla, la gran apuesta es que esas personas generen economía de manera satisfactoria”.

Así que tranquilos, señores, que la ley entra en vigencia en tres años, tiempo en el cual van a poder transformar sus negocios y buscar otras alternativas. Una vez sea ley, la representante Esmeralda Hernández señala que lo primero que “se va a hacer es identificar esas familias taurinas, esas personas que viven de la tauromaquia y segundo se hará el censo de los animales y de las plazas”.

Pero si seguimos hablando de reclamos no podemos dejar por fuera a quienes argumentan que se trata de una tradición, pero ¿quién dice que por ser tradición tiene que ser algo aceptable y deben mantenerse perpetuamente prácticas antiguas como la lapidación, la ablación y el matrimonio infantil? nada de eso es humano, como tampoco lo es herir entre varias personas, y hasta la muerte, a un toro.

Si se fijan bien, en Bogotá, desde marzo de 2020, gracias al acuerdo 775 aprobado en el Concejo, no se realizan corridas en la Santamaría, la plaza que llegó a ser la más importante de Colombia. Me pregunto: si no hubiera existido ese acuerdo ¿cómo habría sido en cuarentena cuando la pandemia nos obligó a no salir de casa?

En Medellín tampoco se realizan desde el 2020, pero si miramos más allá, es sensato decir que no se necesitó de una ley para extinguir las corridas de toros; la verdad es que es un espectáculo que ha venido en degradé en los últimos años. Solo Cali y Manizales mantienen ferias taurinas y en los últimos cinco años, según el diario La República, se han realizado 34 corridas de toros formales en estas dos ciudades.

No lo están viendo, pero el panorama está muy claro: nadie está matando la tauromaquia, simplemente estamos presenciando la muerte natural de una práctica que alguna vez fue grande en nuestro país.

Colombia es uno de los ocho países que mantiene esa práctica viva a costa de la muerte violenta de los toros. En este grupo de taurinos sobresale Ecuador y Portugal, donde las corridas son legales, pero no lo es matar al toro en la plaza. ¿Por qué aquí en Colombia los toreros no ceden ni en eso? ¿Por qué no renuncian a usar armas cortopunzantes? ¿Es que ahí está lo realmente entretenido para ellos?

Llegar hasta la aprobación de esta ley significa haber recorrido un camino espinoso y lleno de embestidas. El proyecto había sido tumbado una y otra vez en el Congreso, para ser más exactos 14 veces se negaron al clamor de no seguir matando cruelmente a los toros en el ruedo. El 18 de diciembre de 2023, un juzgado de Bogotá capoteó el acuerdo 775, sancionado por Claudia López, y anuló tres artículos, entre ellos el que prohibía el uso de elementos cortopunzantes como pica, banderilla y estoque. O sea, sí o sí, la fiesta debe incluir dolor y sangre.

A estas alturas, por lo menos, aceptamos y estamos claros en que la forma en que mueren los toros de lidia frente a miles de personas que aplauden a su alrededor es crueldad y tortura ¿no? Bueno, pues al parecer toreros como César Rincón no están de acuerdo. Según él, el toro de lidia no es torturado porque no lo están amarrando y no lo están incitando.

El 28 de mayo con la aprobación mayoritaria fue como haber salido ilesos y en hombros, solo que sin orejas en las manos.

Ahora la lupa está puesta en las horrorosas corralejas y las espantosas peleas de gallos, un segundo round que hay que dar, sobre todo, contra los políticos de las regiones que se resisten a que esta práctica muera. Lo cierto es que se puede celebrar, por ahora, pero sin triunfalismos porque con esta ley no termina todo. Es más, la lucha va por mitad de camino porque ya sabemos que vendrá una avalancha de demandas y tutelas para dar la puntilla a esta normativa en su paso por la Corte Constitucional.

La clave está siempre en el consenso y en no estigmatizar a quienes, así no logremos entender, aman la fiesta brava.

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