Ellos sí, ellas no | Por: Andrea Nieto

Por: Andrea Nieto*  

@MAndreaNieto en Twitter 

Hace poco me encontré en una red social, la historia de una mujer que narró una experiencia por la que muchas hemos pasado. Iba caminando por la calle y se encontró con un hombre que le gritó un “piropo”, que en realidad son palabras ofensivas y muy invasivas.

Entonces, ella le contestó al piropo: “¡Ey! agresor sexual no seas tan abusivo”. Y el tipo le dijo, “pero no te tienes que poner tan furiosa, además no tienes por qué herir mis sentimientos”. Y entonces ella le contestó, “usted sí tiene derecho a invadir mi privacidad y yo cuando le voy a contestar tengo que además ser cuidadosa para no herir sus sentimientos”.

Deja una lección interesante porque en el cotidiano vivir, hay una especie de impunidad para el derecho con el que se sienten los hombres de invadir a las mujeres.
Y así en la esfera privada, las golpean, las tocan, las abusan desde niñas y luego cuando crecen reproducen con sus parejas todas esas malformaciones emocionales que vivieron en sus hogares. 

Y muchas tienen que enfrentar en los círculos de sus vidas profesionales el abuso de la autoridad, de jefes y superiores que muchas veces se sobrepasan y las abusan sexualmente, con insinuaciones, con palabras, con retos y con amenazas para que puedan conservar su trabajo a cambio de favores sexuales.

La semana pasada, salió a la luz las denuncias en contra del cineasta Ciro Guerra. Una crónica muy bien narrada que recoge la historia de diferentes mujeres, que aun en el anonimato prefieren permanecer, porque les da miedo que les puedan hacer algo.

Las que tuvieron que poner la cara, fueron las periodistas a las que les cayó medio mundo encima, porque la acusación inmediatamente vino: ¿cómo le van a dañar la vida a esa persona? 

Y entonces, además, hay un sistema judicial al que las mujeres prefieren ni siquiera acercarse. Al año son unas 15 mil, 20 mil denuncias de abuso sexual. Pero en casos resueltos y efectivos que terminen en la cárcel o con un fallo de un juez, son cerca del 5 por ciento. O a veces menos.

Y la mujer sí termina, amenazada, amedrentada y al final, muerta del susto. Es un sistema en el que un juez lejano, le va a decir a una mujer si tuvo o no tuvo razón, sobre la experiencia de abuso que vivió.

Pero el abuso comienza desde estas pequeñas experiencias que les narré al comienzo. Y en donde cada mujer tiene que irse empoderando poco a poco, y en donde cada hombre tiene que ir cobrando conciencia acerca de la forma con la que interactúa en el mundo, y con las mujeres que no conoce.

No se valen las palabras atrevidas, no se valen los mensajes que no son bien recibidos, no se valen las miradas insinuadoras y a veces un poco abusivas. Todo eso se teje hasta llegar a casos tan graves y patéticos, en donde un hombre cree que, porque tiene un lugar de poder, le puede mandar la mano a una mujer. Y no es así. Y cuando las mujeres denuncian, entonces terminan siendo las malas del paseo.  ¿Cómo les parece?

*Economista. Exdirectora General del Sena.