¿Los golpes educan? | Por: Andrea Nieto

Por: Andrea Nieto 

@MAndreaNieto en Twitter

Por fin en Colombia hemos empezado a entender, que cuando a un niño lo violan o lo agreden sexualmente, queda condenado a cargar las secuelas negativas de esa violencia sufrida. 

Por eso siempre he estado a favor de la cadena perpetua. Aunque soy consciente que es muy difícil disuadir a un pedófilo que tiene un impulso sexual enfermo, deforme y que el horizonte de un castigo en el largo plazo, no necesariamente lo va a frenar. 

Pero con esa herramienta sí, hoy se va a poder proteger a muchos niños. Y en la conquista de cada vez más espacios que protejan la niñez, vale la pena también, echarle una mirada a la construcción de otra ley, muy interesante, liderada por la red PaPaz, que consiste en eliminar el castigo físico y humillante.

Resulta que Colombia está catalogada por la organización Save the Children, como el tercer país peor en el planeta para nacer. En términos de la violencia que tienen los adultos con los niños, y unas condiciones, y unas variables que hacen que ser niño en Colombia sea muy complicado.

Por generaciones se ha creído que pegar, empujar, pellizcar, cachetear, usar la chancla, el “juete” o la correa, son “herramientas” adecuadas para supuestamente “educar”. Pero resulta que no. Llevan más de cincuenta años, universidades e institutos alrededor del mundo estudiando las secuelas sicológicas, emocionales y físicas que sufre un ser humano cuando es sometido al mal trato. 

Resulta que también los adultos muchas veces dicen, en la naturalización del maltrato que sufrieron en sus infancias, afirman “no, pero yo estoy perfecto, antes menos mal a mí me pegaron porque vea, soy derechito como persona”. 

Pues bien, resulta que, si no le hubieran pegado y si hubieran utilizado herramientas mucho más eficientes y eficaces para la educación, como la contención, la disciplina, el respeto y el amor, probablemente hubiera sido una mejor persona. 

Para ser un buen ser humano no necesitamos que nos lo impongan a través de una ley. Pero a veces sí vale la pena que nos abran los ojos y nos digan “oiga por ahí no”. 

Resulta que la violencia en Colombia, se aprende. Las primeras clases se reciben en el hogar. Y los profesores son papá y mamá. Vale la pena que lo reflexionemos, para que empecemos a cambiar.