Transferencias monetarias: más allá de la complacencia

"Las transferencias, si al caso, nos sirven para aceitar los engranajes, no para echar a andar el carro".


Martín Jaramillo
febrero 01 de 2024
05:00 p. m.
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Hace unos meses estuvimos con el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social (DPS) y la profesora María del Pilar López de la Universidad de los Andes (hoy Secretaria de Desarrollo Económico) conversando sobre las transferencias monetarias que han existido en Colombia. 

En una conversación con técnicos de este nivel, donde eran voces más que autorizadas para dar el panorama general del consenso de las transferencias monetarias, di una perspectiva complementaria, no contradictoria, a la visión que ha tenido Colombia hacia los subsidios, la microeconomía y la macroeconomía. 

Van tres puntos: 

1. La mayoría de las evaluaciones de impacto muestran (i) que los programas son efectivos en reducir los índices de pobreza en segmentos importantes de la población, (ii) que son diseñados de tal manera que se minimizan o eliminan los potenciales efectos indeseados y (iii) que son costoefectivos y costo-beneficiosos, al observar que los recursos utilizados no solo han generado un impacto positivo, sino que lo han hecho a un costo moderado y razonable.

Sin embargo, cuando hablamos de pobreza, no podemos dejar de notar que, según Cepal, entre el 72-74 % de la reducción de pobreza viene del crecimiento económico y solo el 26-28%  por una mejor distribución de los ingresos. Entonces, aunque mis colegas señalaron con lujo de detalles los efectos positivos de los subsidios, es inevitable resaltar que, al hablar de reducción de pobreza, el principal motor es el crecimiento económico ausente en la discusión. Las transferencias, si al caso, nos sirven para aceitar los engranajes, no para echar a andar el carro.

2. Ya vimos que, si estamos hablando del universo de la pobreza, las transferencias monetarias a las que hacemos referencias (Familias en Acción, Colombia Mayor, Jóvenes en Acción, Devolución del IVA, Ingreso Solidario), en esta gráfica de Natalia Galvis, son una parte pequeña de la reducción de pobreza. 

Y, asimismo mismo, las transferencias monetarias son apenas un fragmento del universo de subsidios con los que contamos en Colombia. Tenemos: subsidio a los servicios públicos (mal focalizados), subsidios a la compra de vivienda, subsidio al combustible, subsidio a las pensiones y subsidios, tanto a la educación superior (también mal focalizado) como a la salud, por mencionar algunos, pues hay muchísimos más. Solo por mostrarles un ejemplo, los subsidios a las pensiones.

Pero el subsidio a los combustibles también ha sido muy superior, por más 20 billones en 2022, a lo que suman todos los programas de transferencias monetarias. Es decir, solo con lo asignado a combustibles, se habrían podido pagar más de dos veces todos los programas de transferencias tan solo en 2022. Y es que ni juntando los montos de los cinco programas de transferencias de todo el periodo presidencial de Iván Duque, se alcanza el monto que se tuvo que girar en 2022 solo a ese subsidio con el FEPC. Por ello, vale la pena cuestionar la focalización de ese universo de subsidios aún vigente.

3. Por otra parte, las transferencias monetarias, más allá de cualquier precisión técnica o debate operativo, deben cumplir uno de los dos requisitos para ser costoefectivas: (a) si se entregan 100 pesos, debe llegar lo más cercano a 100 pesos al beneficiario. ¿Es eso obvio? ¡En muchos casos, no! Imagínense un programa público ineficiente e ineficaz, dándole labores al Estado que no está en capacidad de cumplir. 

¿Les suena conocido? Sin entrar en polémicas, la transferencia monetaria nos impone un estándar supremamente honesto: si salen 100 pesos del bolsillo del contribuyente, deben llegar 100 pesos al bolsillo del beneficiario. Ello sería la redistribución pura en un programa eficiente y transparente. No obstante, diversos organismos internacionales han valorado el gasto público colombiano como ineficiente. Por ejemplo, el BID en 2018 señaló que casi el 5 % del PIB se gira de forma incorrecta.

Por otro lado, estas transferencias, como dice la economista Esther Duflo, pueden tener unos retornos de forma S, es decir, que un pequeño subsidio los puede sacar de la trampa de pobreza. Por ejemplo, cuando una familia con un ingreso mínimo obtiene, gracias al subsidio,  la capacidad de “acceder a mercados” como el de trabajo, el comercio o la movilidad.

¿Cómo es el mecanismo? Bueno, cuando una persona se encuentra en una situación de pobreza tan grave que no tiene la capacidad mínima de movilizarse en transporte público, de esperar el pago de un salario durante una o dos semanas, o de comprar una dotación mínima (celular, por ejemplo), esa persona no solo se queda sin ingreso en el corto plazo, sino que se le dificultará buscar o aceptar oportunidades de generar ingresos en el mediano plazo. 

Es decir, no podrá acceder fácilmente a los mercados que permiten obtener prosperidad en una sociedad como la nuestra. De esta manera, la transferencia monetaria no desincentiva el trabajo, sino que puede hacerlo más viable, convirtiendo a una persona que antes no estaba en condiciones de aprovechar una oportunidad, a una que se encuentra en una posición más digna, productiva e incluida en la economía.

Recapitulando, las transferencias representan un aporte importante, pero insuficiente, en la reducción de pobreza y son todavía un porcentaje bajísimo de la totalidad de los subsidios entregados por el Estado. Por ello, se debe continuar trabajando por mejorar su eficiencia y eficacia, incluyendo actores privados que la garanticen y no dejando todo en manos del Estado, de manera que cada peso llegue lo más completo posible del contribuyente al beneficiario, a la vez que se reducen subsidios mal focalizados, de manera que puedan fortalecerse los programas más efectivos.

Este panorama externo a las transferencias, pero absolutamente relacionado a su capacidad de alcance, no puede perderse de vista al momento de dar estos debates, pues de ello depende mejorar la calidad de gasto general de la Nación, maximizar los resultados positivos y continuar amplificando el efecto retroalimentativo que estos programas pueden tener sobre el crecimiento económico. Al fin y al cabo, de eso se trata la economía, de entender mejor, para poder eliminar eventualmente la pobreza.

Por: Martín Jaramillo, director del Centro de Gerencia y Empresa, EAFIT.

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