Los atajos de los nuevos "líderes"
La pregunta es simple: ¿estos son los jóvenes que se promueven como ejemplo generacional?
09:13 p. m.
Hay un viejo refrán que dice: "más rápido cae un mentiroso que un cojo". Sin embargo, en Colombia pareciera que no solo cae: también se premia, se aplaude y, cuando cae, hasta se le concede micrófono para justificar su ficción. La mentira dejó de ser una falta vergonzante para convertirse en un método, en una puerta para llegar al poder. Una escalera rápida donde la meritocracia no cabe y la verdad estorba.
Andrés Gutiérrez, a quien en Noticias RCN desenmascaré hace unos años, se fabricó un traje diplomático a la medida para desfilar como representante de las juventudes de la ONU.
Geraldine Fernández, que se inventó haber animado los sueños dibujados por Miyazaki. Una ficción digna de los estudios Ghibli… pero sin talento, sin lápices y sin verdad.
Y la más reciente, Juliana Guerrero, a quien la Universidad San José le anuló los títulos que nunca cursó, porque en Colombia, parece, algunos creen que “se puede graduar sin ir a clase” y que aspiraba ni más ni menos que al Viceministerio de la Juventud.
La pregunta es simple: ¿estos son los jóvenes que se promueven como ejemplo generacional?
La historia de Juliana es una ironía de estos tiempos. Una joven que buscaba representar a la juventud colombiana desde el Ministerio de la Igualdad, mientras su propio camino consistía en violar la primera regla de la igualdad: competir sin engañar. ¿Cómo aspirar a hablar de oportunidades, justicia y equidad cuando tu hoja de vida es un castillo de naipes?
Irónico soñar con dirigir los destinos de la juventud, mientras miles de jóvenes reales, los que madrugan a trabajar para pagar sus estudios, hacen fila para becas y sueñan, miran incrédulos cómo alguien intenta estafar el futuro… en nombre del futuro.
Y para completar el libreto, ahora demanda a Jennifer Pedraza quien la señaló con pruebas. Porque en Colombia el descaro también interpone tutelas.
Aquí hay dos delitos posibles: fraude procesal y falsedad en documento. Pero también hay un delito social mayor: la burla abierta a los que sí luchan por un lugar honesto.
Frente a estos casos surge una pregunta inevitable: ¿la mitomanía es una enfermedad o una condición social que hemos alimentado? ¿Debe tratarse o juzgarse? Tal vez ambas. Porque cuando la mentira se vuelve modelo aspiracional, la sociedad completa enferma.
Hoy asistimos a una generación atravesada por la ansiedad de reconocimiento y no nos engañemos, los atajos florecen donde el mérito no importa, donde la apariencia vale más que la esencia. No se miente solo para llegar: se miente porque funciona… hasta que deja de hacerlo. Pero como reza otro viejo adagio popular “de la mentira comerás, y con la verdad ayunarás”.