Democratizar la energía no es llegar con un cable: es darle poder al usuario

El sistema eléctrico colombiano fue diseñado para asegurar estabilidad operativa, no para generar valor al usuario.


Sebastián Ruales
mayo 22 de 2025
06:05 p. m.
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Colombia suele alardear de una cobertura eléctrica del 96%. Pero esa cifra, que suena a logro, es en realidad una ilusión. Porque si bien la energía llega a hogares y empresas, lo que no llega es el poder de decisión. Millones de usuarios tienen electricidad, sí, pero no tienen control.

En el discurso oficial, “democratizar la energía” sigue siendo sinónimo de ampliar cobertura. Pero en pleno 2025, eso ya no basta. Hoy, democratizar la energía significa que un comerciante pueda entender su consumo en tiempo real, saber por qué su factura subió, comparar proveedores, ajustar su operación y tomar decisiones informadas. Todo eso, en Colombia, sigue siendo ciencia ficción, salvo por contados esfuerzos de empresas tecnológicas.

Más del 90% de los medidores en el país siguen siendo analógicos. La mayoría de hogares y negocios recibe una factura opaca, sin trazabilidad, sin alertas, sin explicaciones. No existen herramientas para optimizar. No hay plataformas de autogestión. No hay acompañamiento. Solo hay cobro.

Y para el sector productivo —que consume más del 65% de la energía del país— esta ceguera energética se traduce en una cadena de sobrecostos invisibles. Una panadería que concentra su producción en la mañana no tiene cómo saber que está pagando más por operar en horarios ineficientes. Un taller en estrato 3 puede estar subsidiando al sistema sin saberlo. Una tienda que invierte en paneles solares no tiene forma de verificar si realmente está ahorrando. Y una gran empresa no logra identificar si le están cobrando por energía reactiva.

Según cifras de la Superintendencia de Servicios Públicos, miles de empresas en la Costa Caribe enfrentan tarifas hasta 30% más altas que en otras regiones. Y, aunque legalmente podrían cambiar de proveedor desde hace más de veinte años, en la práctica esa opción es inexistente por la falta de condiciones reales de competencia.

El problema no es técnico. Es estructural. El sistema eléctrico colombiano fue diseñado para asegurar estabilidad operativa, no para generar valor al usuario. Mientras el mundo avanza hacia plataformas digitales, medición inteligente, consumo flexible y tarifas dinámicas, aquí seguimos atrapados en una lógica del siglo pasado.

Si queremos un sistema energético más justo, eficiente y competitivo, necesitamos cinco transformaciones urgentes:

  • Medición inteligente obligatoria, empezando por el sector empresarial.
  • Plataformas de autogestión energética accesibles para cualquier negocio.
  • Competencia real entre comercializadores, con procesos simples y digitales.
  • Modelos tarifarios basados en eficiencia, no en subsidios eternos.
  • Acceso a datos para que cada empresa convierta su consumo en decisiones estratégicas.

Colombia no será más competitiva con más cables. Lo será cuando hogares y empresas —pequeñas, medianas o grandes— tengan poder sobre su energía. Hasta entonces, hablar de cobertura será solo una excusa técnica para esconder una desigualdad profunda.

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