Bogotá y Barranquilla siguen recibiendo a la mayoría de venezolanos que huyen de su país

Hace unos días Imer Villalobos decidió salir de Maracaibo hacia colombia, porque no encontró más alternativas que comer de la basura.

Dice que temía morir de hambre.

En sus buenas épocas fue chef de lujosos restaurantes venezolanos donde abundaban los alimentos. Hoy lo único que tiene en abundancia son problemas para obtener los alimentos del diario vivir.

Los diez árboles de mango y almendro que están en los alrededores de la Terminal de Transportes de Barranquilla se han convertido en el hogar de Imer y de cientos de venezolanos que llegan hora tras hora buscando nuevas oportunidades.

Son 300 los venezolanos que viven en los alrededores de la terminal.

Imer Villalobos pudo almorzar bien como hace días no lo hacía, porque colombianos solidarios le regalaron alimentos.

Mañana no se sabe si podrá hacerlo igual porque su futuro en este país, a donde ha llegado sin nada más que algunas de sus prendas de vestir, es incierto.

Entre tanto, en Bogotá también se vive la crisis de los vecinos sin tierra.

Según las cifras de la junta comunal del sector del Salitre, el barrio donde queda la terminal de Bogotá, cada fin de semana llegan a la ciudad cerca de 50 personas del vecino país, entre ellas 10 son niños.

En el Concejo de la capital se debate un proyecto de acuerdo que busca brindarle atención en salud, alimentación, albergue y educación a esos migrantes.

Esa ruta podría evitar algunos impases generados por el reemplazo de mano laboral colombiana por venezolana a menor precio.

La iniciativa busca tener el registro exacto de ingresos y asistencias que se le brindan a esta población para luego trabajar el retorno de esas familias a Venezuela sin traumatismos.

NoticiasRCN.com