Un hombre preso hace diez años reclama inocencia
Un guerrillero confesó que él fue quien cometió el crimen.
Noticias RCN
02:05 p. m.
Noticias RCN ubicó a los dos hombres para contar este increíble caso. El que se declara culpable confiesa en cámara los delitos que al otro le endilgan. El que dice que es inocente no ha podido que el juez acoja la versión del otro y lo deje en libertad.
“Llevo desde el 2003 aquí en La Picota acusado de un crimen que cometió las Farc”, dice entre lágrimas Luis Alberto Guzmán, quien recalca que es inocente.
La historia del crimen que este hombre dice que no cometió empezó en un punto de la vía Tibacuy - Fusagasugá en Cundinamarca. Fue el 3 de enero de 2003. Un grupo de guerrilleros de las Farc detuvo una buseta de servicio público e identificó al sargento de la Policía Néstor Jairo Bohórquez.
“Lo bajaron de la buseta, se lo llevaron y luego lo mataron”, cuenta Luis Alberto.
El 10 de mayo de 2003 dos agentes de la Dijín esperaron cerca de una hora a Luis Alberto Guzmán en su oficina. Cuando llegó, después de reparar las antenas en el Alto de Pekín, fue requerido por los agentes.
“Cuando los señores de la Dijín me dicen que tengo una orden de detención por el homicidio de un policía yo solté la risa y les dije ‘no, en serio. Para qué me necesitan’. Yo tenía 33 años”, recuerda Guzmán.
Hoy tiene 43, los últimos 10 encerrado en la penitenciaria de La Picota de Bogotá. En uno de los patios de máxima seguridad.
“No se imagina lo que es vivir en un patio de guerrilleros sin ser guerrillero”, dice.
El juzgado segundo de Cundinamarca lo encontró culpable en 2006 de rebelión y homicidio agravado. En este momento le faltan 17 años de condena.
Luis Alberto Guzmán dice que es inocente y asegura que su principal prueba está en la cárcel de Chiquinquirá (Boyacá).
“Mi nombre es Mauricio Urrego Barbosa. Yo operé en el frente 42 de las Farc”, dice Urrego.
Mauricio Urrego fue capturado hace 10 años por el secuestro de un comerciante, delito que reconoce en cámara.
“Estoy condenado por el secuestro de don José Jairo Ossa Valencia. Una pena de 34 años”, reconoce el preso.
La historia de Guzmán y Urrego se cruzó en el patio quinto de la cárcel Picota.
“Yo fui y hablé con él, él se paró y me dijo ‘es para que se dé cuenta por qué peleamos con el estado”, cuenta Guzmán.
“Él me dijo que tenía un proceso conmigo, yo le dije que no lo distinguía”, recuerda Urrego del encuentro.
No lo conocía. Según Urrego, Guzmán nunca fue guerrillero ni miliciano. El día del primer encuentro, Guzmán entendió que estaba ante el hombre que había cometido el delito que a él le endilgaban.
“Dijo: de malas, y me dio una palmada en la espalda y se fue”, dice Guzmán.
“Uno queda sin saber qué hacer”, así se justifica Urrego por su reacción.
La historia de estos dos hombres fue llevada ante el juez. Urrego reconoce abiertamente que fue él, y no Guzmán, quien estuvo en ese punto de la vía Tibacuy - Fusagasugá aquel 3 de enero de 2003.
“Ahí fue cuando bajé al sargento Bohórquez y me lo llevé hacia el monte (…) le pegue siete tiros. De ahí me fui para el monte y le di el reportaje al comandante”, asegura Mauricio Urrego.
Eso mismo le dijo al juez segundo especializado de Cundinamarca que lo condenó a 17 años por aceptar su responsabilidad por el delito por el que también está condenado Guzmán.
“Para mi sorpresa tengo una declaración de él donde en el 2011 declara en Justicia y Paz cómo hizo los hechos y quiénes lo acompañaron”, dice con voz entre cortada Luis Alberto Guzmán.
Urrego está postulado a los beneficios de la ley de Justicia y Paz, para eso tuvo que aceptar sus crímenes en las filas de las Farc. Entre su prontuario, que le significaría más de 100 años de cárcel, aceptó el asesinato del sargento Bohórquez. Esa confesión fue aceptada hace dos años, pero Guzmán, que según esta versión es inocente, sigue en la cárcel.
“Hay algo que mi madre me enseñó y que no lo voy a romper nunca, ‘usted es quien es donde se pare, el día que acepte por un ratico —como hacen muchos aquí en las cárceles que se convierten en guerrilleros por tener un árbol que le de sombra— su dignidad ya no vale un peso”, justifica Guzmán el no haberse declarado culpable para obtener una rebaja de penas.
La lucha de Luis Guzmán es también la de su familia, que desde el comienzo intentan probar su inocencia.
“Llevar esa preocupación de no poder hacer nada como familia”, agrega María del Pilar Guzmán, hermana de Luis Alberto.
Por diez años les han cerrado puertas, negado respuestas y robado dinero, y siguen esperando que él salga para que pueda ver de nuevo a su hijo que dejó de siete años, a su mamá y a sus hermanas.
“La justicia es como se ve allá en la figurita: ‘ciega’”, reprocha María del Pilar.
Por ahora seguirá en la cárcel, donde todos, incluyendo a Mauricio Urrego, esperan que su situación se aclare.
“Debe seguir luchando la inocencia porque ante los ojos de Dios él sabe que es inocente”, le dice Urrego a Guzmán.