La trampa como proyecto de vida
La trampa abunda en algunos representantes de la fe, en el mismo deporte, en la cultura, en los procesos de selección; hasta en los 5 minutos que le robamos de más al despertador.
04:54 p. m.
Nuestra sociedad tristemente ha normalizado la trampa como una consecuencia de la vida que hay que tolerar y casi que dejar pasar por alto entre tantas cosas que sí merecen una atención urgente en la constante confusión de valores a la que nuestros propios hijos se enfrentan todos los días con la permanente agitación de rarezas en las que ya hasta se quieren autopercibir como dálmatas, licuadoras, o cualquier otra carajada.
A diario leemos historias de corrupción sin fin, dirigentes que prometen en campaña cosas y luego hacen exactamente lo contrario, líderes que exaltan a delincuentes mientras maltratan a los ciudadanos que piensan diferente, excesos de todo tipo, silencios selectivos a lo que antes causaba indignación; en fin, todo tipo de atropellos en una escala vergonzosa que en algún punto se debió haber frenado si tuviéramos cero tolerancia a la trampa.
Y es que no podemos dejar que se le sigan construyendo monumentos a esa vergüenza, mientras asumimos impávidos que esa es una parte de la vida. Casi entregados y cómplices frente a las ventajas que pretenden sacar “los vivos” con los eufemismos que se inventan para lucrarse en todo sentido.
En una escala menor, pero aún más retadora, quienes estamos criando hijos y que tenemos la enorme responsabilidad de no caer en la trampa, adicionalmente tenemos que alertarlos y defenderlos de esos espacios donde el que más grita es el que tiene la razón, el más burloncito es el modelo a seguir, o el más enredadorcito termina escribiendo en mármol que no va a hacer algo que todos ya sabemos que sí.
¿Qué decirles a nuestros hijos cuando se premia el delito a punta de enredos infantiles?, ¿cómo explicarles que mientras se habla de pobreza, quienes deben resolverla se la pasan viajando, malgastando y monetizando bodegas? Esto, por supuesto, no es algo que solo se ven en la política. La trampa abunda en algunos representantes de la fe, en el mismo deporte, en la cultura, en los procesos de selección; hasta en los 5 minutos que le robamos de más al despertador.
Y es que no es por ser papistas, nada más rico que quedarse dormido un rato más. El punto con esto es que justamente en cada detalle hemos normalizado ese desorden social que nos quieren imponer a las malas. No por decisión, sino que casi por temor frente a los ataques en masa o debajo de la manta. Hoy por hoy, pareciera repeler el orden, la justicia y los valores, frente al escalamiento de los matoncitos editoriales y físicos que pretenden imponer, con agitación, cada cosa que parezca contraria sin importar las generaciones que se estén llevando por delante. Construyendo un caos permanente donde mejor se movilicen para ofrecerse como arreglo del mismo fango que se inventaron.
¿Qué les decimos a nuestros hijos? ¿Qué la vida es así y que se acostumbren? En mi caso, ¡me niego rotundamente! ¿Y usted?