Alejados de egos, surge una opción que suma desde su diferencia.
En el colegio nos repitieron una frase que con los años suele olvidarse: “solos se llega más rápido, pero juntos se llega más lejos”.
09:43 a. m.
En política, esa idea casi siempre se reemplaza por otra, una dañina: “cada quien por su lado, a ver quién grita más duro”. La Gran Consulta nace para demostrar lo contrario.
No surge de una fórmula o amarre electoral, tampoco de la suma de cuántas firmas recogió cada uno para ser candidatos. Se unen alrededor de un ejercicio poco común en nuestro día a día político: reconocerse, escucharse, evaluarse, apoyarse y decidir caminar juntos, incluso con trayectorias, estilos y miradas distintas. Todo esto con un objetivo claro: ofrecerle al país una moderación política con carácter, seriedad con cercanía y criterio.
La realidad es que la complejidad de nuestro país no se resuelve con liderazgos solitarios, sino que requiere la capacidad de formar equipo con propósito. Y eso es lo que pretende la Gran Consulta Por Colombia: reunir liderazgos diversos, capaces de sumar aún en la diferencia, sosteniendo conversaciones que les permitan escuchar realidades y ofrecer una visión (no una vieja esperanza) y un rumbo claro para el cuatrienio entrante.
El movimiento, que conforman Aníbal Gaviria, David Luna, Juan Daniel Oviedo, Juan Manuel Galán, Mauricio Cárdenas, Paloma Valencia y Vicky Dávila, decidió apostar por una idea colectiva con una convicción sencilla pero poderosa: la política debe servir a la gente y no a vanidades personales. En un país acostumbrado a proyectos personalistas, este gesto es, por sí mismo, un hecho político que vale la pena observar con atención.
Ninguno de ellos tiene la verdad completa. Cada uno reconoce sus diferencias con el otro, sin necesidad de convertirlas en una guerra de trincheras. Comparten la certeza de reconocer que, no es desde el grito ni desde una superioridad moral que divide como se construye país, sino que es desde la responsabilidad, el trabajo en equipo y la disciplina que pueden presentar una propuesta que tome decisiones con criterio.
Se concentran en construir una misma mesa donde la política debe basarse en datos y escucha activa, con la convicción de que el ciudadano es el centro de la acción pública. Buscan brindar carácter y claridad para tomar decisiones difíciles, con la mirada puesta en la realidad de las regiones; también incomodar frente a cualquier abuso del poder, y comprenden que la seriedad económica y la responsabilidad fiscal son necesarias en el manejo del Estado. Juntos le apuestan a la modernización institucional como condición del buen ejercicio democrático, y a la memoria y ética pública como principios que no dependan del momento político.
Sí, son perfiles distintos, que en otros momentos han competido e incluso chocado, pero que hoy encuentran un propósito que los lleva a dialogar, a escucharse y a sumar. Diferentes, pero no incompatibles.
No piensan igual sobre todo, y lejos de ocultarlo, convirtieron sus diferencias en la posibilidad de construir un equipo que se complementa. Esa diversidad es hoy la mejor garantía para no monopolizar la agenda con debates exclusivamente ideológicos y, en cambio, sí lograr consensos para construir un país más seguro, estable y con oportunidades reales para todos. Es una gran coalición que busca resultados y no titulares estridentes.
Esta unión no solo debe destacarse, también debe protegerse: no puede caer en consignas o acuerdos vacíos. Debe privilegiar el compromiso por escuchar, garantizar y cuidar su diferencia ante cualquier nuevo ingreso, y actuar con equilibrio para decidir con criterio. El país merece más que otro viejo espectáculo: esperamos propuestas sobre seguridad con inteligencia, salud con el paciente en el centro, educación accesible y con empleabilidad real, lucha contra la corrupción y justicia eficaz, y un Estado que funcione para todos.
En un año electoral como el 2026, donde la polarización y el ruido ya lo están contaminando todo, vale la pena detenerse y mirar con atención este ejercicio. La Gran Consulta, no es la promesa de un salvador, es la apuesta por un equipo que defiende algo básico y cada vez más escaso: que la política vuelva a ser un ejercicio serio, donde las formas importan y donde la diferencia no sea excusa para destruir, sino la posibilidad de coordinar capacidades.
Apostar por solistas que compiten por su ego, su tamaño o sus aplausos puede parecer el camino más rápido. Pero hoy, alejados de egos, surge una opción que demuestra que se puede sumar desde la diferencia, sin negar sus contrastes, pero tampoco viviendo de ellos. Y eso, en Colombia, ya es una decisión política poderosa.