¡Bonito así! | Por: Fernando Rojas Parra
Es muy difícil cuando los funcionarios públicos creen que las normas son para los demás, pero no para ellos. Que el cargo viene con privilegios.
06:00 a. m.
Por: Fernando Rojas Parra
@ferrojasparra en Twitter
Es muy difícil cuando los funcionarios públicos creen que las normas son para los demás, pero no para ellos. Que el cargo viene, además del buen sueldo, con carta blanca de privilegios incluso para su familia. Esa actitud es la que desfigura el servicio público. Los ejemplos son numerosos y variados.
El problema no es que primero que Fiscal General sea padre. El asunto es que tiene un rol de poder en el Estado justo en el momento en que, por motivos de la pandemia, millones de personas están guardadas en sus casas, sin visitar a sus familiares, incluso sin poder celebrar fechas especiales o acompañar el entierro de sus seres queridos. Cuando cientos de miles de negocios se quebraron porque clientes y turistas, por indiciación del gobierno nacional, no salen.
El problema no es que la familia del presidente use el avión presidencial. El asunto es que se use para transportar a las amigas y amigos de una hija, y a sus mamás, para celebrar un cumpleaños. O que el hijo de un ministro de defensa y sus amigos usen un helicóptero oficial para regresar de la finca a Bogotá. Pueden intentar justificarlo de cualquier manera, pero es claro que los recursos públicos, que con tanto esfuerzo aportamos vía impuestos para mejorar la vida de las personas, no deben usarse para darse ciertos gusticos.
El problema no es que los altos funcionarios del Estado, incluidos los congresistas, se pensionen. El asunto es que lo hagan con astronómicas sumas, mientras que millones de colombianos no tienen trabajo, ni pueden cotizar a seguridad social y otros incluso, nunca se pensionarán. Y si lo hacen, recibirán irrisorias mesadas luego de una vida de trabajo, por lo que tendrán que buscar un trabajo adicional para sobrevivir.
Esta actitud genera en millones de colombianas y colombianos indignación, indiferencia e indolencia. Es la que justifica la ley del más vivo que abre la puerta a la corrupción y al ventajismo. Es la que dificulta que pensemos como comunidad y construyamos salidas que nos beneficien a todos, incluso durante la pandemia.
Pero también es la que nos invita a asumir con mayor responsabilidad el votar y elegir a quiénes nos gobiernan.
* Politólogo. Doctor en Historia con maestrías en Gestión Urbana e Historia.