Las horas inciertas
Decenas de conclusiones e hipótesis que desembocan en un solo y desolador lugar, el lugar donde habita la desesperanza.
11:09 a. m.
El tema del consejo de ministros transmitido en directo el pasado martes 4 de febrero desde la Casa de Nariño ha dado para centenares de notas periodísticas, sesudas entrevistas, rigurosos análisis y no menor cantidad de "memes" y burlas en las redes sociales.
Las dos horas largas que duró al aire el insólito encuentro del alto gobierno se convirtieron en el espectáculo televisivo más mentado de los últimos tiempos, solo superado por la famosa escena de la junta directiva de ‘Ecomoda’ en la afamada "Yo soy Betty, la fea".
Se han dicho muchas cosas; que fue un desastre, que reflejó la improvisación e inoperancia del Gobierno, que el gabinete está reventado, que el odio reina entre los ministros del cambio, que el presidente prefirió respaldar al cuestionado Benedetti, que a su vicepresidenta y a una de sus ministras más eficiente. En fin, decenas de conclusiones e hipótesis que desembocan en un solo y desolador lugar, el lugar donde habita la desesperanza.
Y si, desesperanza, no es otra cosa lo que se siente cuando se comprueba de primera mano que quienes nos gobiernan carecen de la mínima seriedad y que, salvo alguna excepción, no están preparados para asumir el timón de un barco en el que viajamos 50 millones de personas. Más allá de los sorprendentes reclamos de los jefes de cartera a Petro por los escándalos de corrupción, por sentar a Benedetti en la misma mesa, por la inexperiencia de la nueva canciller, por el desmadre del orden público y también, claro, de los regaños del mandatario por la inexcusable ineficiencia, ese consejo dejó ver que lo que menos les importa son los temas clave del país.
Durante el tiempo que pudimos ver la lamentable reunión, nadie, ni el jefe del Estado ni mucho menos alguno de los demás asistentes abordó, por ejemplo, el tema del Catatumbo que nos tiene en estado de emergencia, la debacle en el sistema de salud que está costando vidas o la desfinanciación del Icetex que dejó sin estudio a miles de universitarios. Y menos hablaron de cómo evitar que queden botados proyectos tan importantes como el metro de Bogotá, el Regiotram de Occidente o el Túnel del Toyo en Antioquia.
Entre quejas de maltrato de unos con otros, denuncias de agendas paralelas y las divagaciones de Petro sobre El Cid Campeador, las peleas entre Bolívar y Santander o el sueño frustrado de La Gran Colombia, se fueron diluyendo los minutos y los colombianos frustrados nos quedamos esperando a ver si les preocupaba la escasez de medicamentos que tiene al borde de la muerte a decenas de trasplantados, si la falta de plata en las Fuerzas Militares va a ser subsanada o nos vamos a quedar ‘manicruzados’ viendo cómo los delincuentes se toman regiones enteras. Tampoco se habló de la amenaza de un apagón en la costa y sus terribles consecuencias. No, de nada de eso se habló, pero, eso sí, hubo tiempo para hablar del origen de los cuadros que adornan la Casa de Nariño o de la condena a Epa Colombia, incluso para evocar episodios de la vida clandestina de Petro, especialmente ese que refería cómo las mujeres bonitas eran las encargadas de cuidar a los guerrilleros del M-19 heridos en combate, porque el paciente "empezaba a sentir el amor".
Podría quedarme haciendo referencias a todas las cosas intrascendentes y baladíes que allí se dijeron, llenar páginas enteras a modo de anecdotario para resumir todo lo que no se debe hacer en un consejo de ministros, pero no vale la pena, primero, porque estamos aburridos de traer de nuevo a la memoria tanta insignificancia y segundo, porque quienes sabían de la poca seriedad de este gobierno, la confirmaron y quienes tenían alguna duda, ya tienen la prueba reina, irrefutable y contundente. Es imposible defender lo indefendible.
Con el paso de los días se van decantando las cosas y al final nada sucedió. De la indignidad de la que echaron mano unos, queda más bien poco, salvo el ministro de Cultura y el director del Dapre, quienes consecuentes con lo dicho en la reunión, se fueron del Gobierno. A los demás se les fue apagando la "rabia" y hasta el momento de escribir esta columna, ni siquiera han contemplado la posibilidad de renunciar protocolariamente como lo propuso el ministro del Interior.
Eso sí nos queda un Benedetti más atornillado y poderoso que nunca, en medio de un gabinete dividido con un presidente representado por la ineficiencia de su gobierno. Para resumir, ese consejo fue, ni más ni menos, la confesión pública de un fracaso y ahí, de espectador, un país atónito que entre la desesperanza y el miedo intenta sobre llevar estas horas inciertas.