Ecuador: elecciones al borde del abismo
Es la misma historia de siempre en América Latina: dos extremos irreconciliables que monopolizan el debate mientras el país sigue hundiéndose.
09:14 a. m.
Ecuador está hundido en una de las crisis políticas más lamentables de Latinoamérica. Un país que, en menos de dos años, ha pasado de la incertidumbre electoral a la violencia sin control, de la recesión económica a los apagones masivos y de la promesa de renovación a la misma polarización que mantiene a la región atrapada en un ciclo de fracasos políticos. Pero Ecuador no es un caso aislado: es un espejo en el que América Latina debería verse reflejada para entender las consecuencias de generar crisis políticas sin medir su impacto.
De Venezuela aprendimos cómo se perpetúa una dictadura, de Argentina estamos aprendiendo cómo se ve una terapia de choque en economía, de El Salvador hemos aprendido la importancia de comunicar bien la gestión de un Gobierno y de Colombia y México hemos aprendido cómo no luchar contra el narcotráfico. Pero Ecuador nos deja una lección más peligrosa: qué pasa cuando se fuerza una crisis política sin tener un plan de salida.
La inestabilidad política en Ecuador no es nueva, pero se profundizó cuando Guillermo Lasso, asediado por escándalos y con una gobernabilidad debilitada, decidió disolver la Asamblea Nacional en 2023 y llamar a elecciones anticipadas. Una maniobra desesperada que solo sumió al país en mayor caos. La victoria de Daniel Noboa en ese proceso electoral parecía traer una nueva oportunidad, pero en menos de un año de gestión el país ha demostrado que la improvisación política tiene costos altísimos. Noboa, con su juventud y discurso de renovación, ha chocado contra una realidad irrefutable: Ecuador es un país al borde del colapso.
La crisis de seguridad es un síntoma claro del desgobierno. Aunque el presidente ha adoptado medidas drásticas, como declarar el "conflicto armado interno" y militarizar las calles, la violencia sigue siendo una amenaza cotidiana. El narcotráfico sigue permeando la política y el miedo se percibe en las calles. Pero lo más preocupante no es solo la inseguridad, sino la falta de estrategias a largo plazo. Noboa intentó ser Bukele y subestimó la magnitud de la crisis de seguridad en su país. La solución no está solo en los militares en las calles, sino en un plan integral que enfrente el crimen organizado en todas sus dimensiones.
A esto se suma la crisis económica. Ecuador entró en recesión en 2024, con una caída del PIB del 1,5% en el último trimestre del año. La pobreza sigue en aumento y la falta de inversión en infraestructura ha provocado apagones masivo que afectan la productividad y la calidad de vida de los ecuatorianos. La receta de emergencia ha sido acudir al FMI por un préstamo de 4.000 millones de dólares, una decisión que solo posterga el problema en lugar de solucionarlo.
Y luego está la polarización política. La elección anticipada que llevó a Noboa al poder se repetirá este año, y lo hará en el mismo escenario de división entre el anticorreísmo y el correísmo. Luisa González, la candidata de Rafael Correa, vuelve a la contienda con un discurso que apela a la nostalgia de tiempos económicamente mejores, mientras que Noboa intenta sostenerse en su imagen de renovación, a pesar del desgaste de su gestión. Es la misma historia de siempre en América Latina: dos extremos irreconciliables que monopolizan el debate mientras el país sigue hundiéndose.
La gran lección de Ecuador es que generar una crisis política sin medir las consecuencias puede ser un error fatal. La "muerte cruzada" de Lasso no solo no resolvió nada, sino que dejó a Ecuador atrapado en una elección tras otra, sin estabilidad ni gobernabilidad real. En un continente donde la inestabilidad política es la norma, el caso ecuatoriano es un recordatorio de lo que sucede cuando se debilitan las instituciones del Estado.
Ecuador votará nuevamente en abril, no obstante, el país ya perdió demasiado tiempo en un ciclo de elecciones anticipadas y gobiernos que no logran consolidarse. Lo que suceda en las urnas será crucial no solo para los ecuatorianos, sino para toda la región. Porque si algo nos ha enseñado la historia reciente de América Latina es que cada crisis política, por más local que parezca, es una advertencia para el resto del continente.