O un “señor técnico” o una selección jodida | Por: Maritza Aristizábal
¿O sea, el mundo no está jodido porque un hombre le pegue a una mujer sino porque las mujeres se deciden a hacer la denuncia pública?
06:00 a. m.
Por: Maritza Aristizábal*
@Maryaristizabal en Twitter
Les voy a hablar de algo en lo que no soy muy experta, así que acepto todas las críticas. Ya me puse una coraza porque es un tema que despierta todas las pasiones, un tema que se maneja a las patadas y está bien dentro de la cancha, ¿pero que se maneje así también por fuera de la cancha? NO.
Les voy a hablar de fútbol y del desastre que es hoy la Selección Colombia donde parece que todo se resuelve a los “puñetazos”.
Y voy a empezar con algo, que no es técnica ni formación en la cancha ni estrategia de defensa, ni el 4 4 3, 3 3 5, qué se yo... No, algo en lo que sí siento que tengo la palabra porque soy prácticamente una activista contra la violencia de género.
Voy a empezar con lo que dijo el señor Queiroz el nueve de noviembre al final de una rueda de prensa. Se refería al caso del jugador Sebastián Villa, acusado de violencia intrafamiliar en Argentina. Ya después de oírlo, ustedes me dirán si Queiroz sigue mereciendo el apelativo de “señor”.
¿Perdón? ¿O sea, el mundo no está jodido porque un hombre le pegue a una mujer sino porque las mujeres se deciden a hacer la denuncia pública? ¡Qué belleza! ¿Así será como funcionan las cosas en su casa, señor Queiroz? ¿Usted cree que el mundo es mejor con el silencio de una víctima y la impunidad de un agresor?
Yo que confieso poco sé de fútbol, ya notaba que algo estaba muy mal en la Selección porque algo está peor en la cabeza de quien la dirige.
Al frente de un equipo tiene que estar un gran estratega, que sepa armar jugadas, que sepa estudiar el equipo del rival, que tenga sed de ganar, pero sobre todo debe haber una gran persona, íntegra y decente. Que pueda con los egos de todos los jugadores, que los motive y los organice desde sus vanidades hasta sus debilidades, un líder que sepa manejar y armar un equipo.
Y eso fue lo que no tuvo Colombia en los últimos partidos. Porque hasta yo que –repito-- soy una simple aficionada, me di cuenta que los jugadores estaban desconectados, incómodos entre ellos mismos, sin acople, como si los rivales fueran sus propios compañeros y no los uruguayos o ecuatorianos.
Y ahí viene la otra parte de la historia. En el camerino, con los ánimos caldeados y la humillación de la derrota, varios de los jugadores de la selección terminaron ¿adivinen cómo? A los puños. Entre ellos, entre amigos, entre los mismos que antes veíamos dejar sudor y lágrimas en la cancha, ahora se dejan sangre y moretones. Dicen que incluso uno agarró del cuello a otro jugador.
No hay equipo porque lo que se ve en la cancha es el resultado de lo que empieza a construirse por fuera de ella o de lo que se destruyó. Pero qué más se podía esperar con un director técnico que justifica el maltrato a la mujer.
En esa misma lógica, arcaica, Queiroz debe creer que los puñetazos son el lenguaje cotidiano entre los hombres.
Sí, deben rodar cabezas --no a los puñetazos o las patadas sino por cuenta de decisiones administrativas--, no sé si las cabezas que deben rodar son las de jugadores, pero por lo menos sí la del técnico que da tantos o más argumentos para su salida con lo que dice por fuera de la cancha como con lo que no hace en el tiempo de juego.
Si Colombia quiere ganar necesita un equipo y un líder que sea un señor técnico, y ese no es Queiroz. Con gente que piensa así, poniéndolo en sus propias palabras, nuestra selección está ”jodida”.
*Periodista y presentadora de Noticias RCN