Producir eficientemente para exportar y generar empleo digno

Por: Augusto Solano

Para ningún país o empresa es un secreto que incursionar y vender en mercados internacionales supone una mayor competitividad, incrementar sus márgenes de ganancia y diversificar los riesgos. Ahora bien, la internacionalización, tanto para las naciones como para los productores, es importante considerarla desde dos aristas que, en su ejercicio, por obligación siempre se deben complementar: crecimiento económico y desarrollo social.

En el anterior sentido, quiero referirme específicamente a uno de los sectores más sensibles, y aun en gran medida olvidado por nuestro país: el sector agrícola. De acuerdo con el último informe a febrero de Analdex, las ventas colombianas al mundo de productos como el aceite de palma crecieron 154,9%; las de gulupa tuvieron una variación positiva de 41,5%; las de limón Tahití se incrementaron en 31,4% y las del banano aumentaron 15,7%, entre otras.

Tenemos que recordar y no olvidar, como nos suele suceder, que durante los dos últimos años el agro fue uno de los sectores que logró mantenerse, con gran esfuerzo, durante la emergencia sanitaria y el paro nacional, aseguró el abastecimiento de alimentos para el país en ese duro trance y hoy afronta la subida de los insumos, en buena parte por la guerra en Ucrania.

Aunque las condiciones anteriormente mencionadas llevaron a destruir empleos en el sector rural, el agro demostró su resiliencia y se estima que el 17% del total de la fuerza laboral del país sigue hoy trabajando en el campo. Además, registró en 2021 un récord en sus ventas al exterior, con un crecimiento de 19.9%, representado en ventas por US$9.418 millones.

El poder económico del campo a futuro es innegable. El gobierno nacional informó que tan solo en 2021, 58 productos lograron ingresar a 28 naciones. El mango a Estados Unidos, la papa a Trinidad y Tobago y el arroz a Cuba, entre otros.

El que el campo esté exportando más obedece, entre otros factores, al esfuerzo realizado durante los últimos años para hacer más eficiente su producción, desde el cultivo hasta la entrega de los productos bajo las estrictas condiciones fitosanitarias que exigen los países destino. Sin embargo, el protagonismo que está alcanzando este sector en materia económica aun no se refleja cómo debe ser en materia social y de generación de empleo.

Aunque es muy difícil dar cifras concretas, la informalidad sigue reinando en el empleo rural. Además, la falta de oportunidades en educación y formación técnica continúa a la orden del día. Es hora de que esa eficiente producción agrícola que debe seguir impulsándose, y que tanto nos alegra, se refleje de manera más positiva en los habitantes de nuestras zonas rurales y sus comunidades.

Urge formalizar el trabajo en el campo y, por qué no, ayudar también a crecer exponencialmente sus cifras de empleabilidad. Ejemplos de buenas prácticas existen y pueden ser compartidos para que las empresas dedicadas al agro se unan con un solo objetivo: producir eficientemente para exportar y generar empleo digno.

El sector floricultor da fe de que esto no es un sueño y de que exportar más generando bienestar es posible. Gracias a una estrategia de desarrollo rural y empleo formal, la floricultura genera hoy 200 mil empleos 100 por ciento formales, directos e indirectos. Por otra parte, gracias a la institucionalización gremial de diferentes líneas de acción en materia de educación, vivienda, promoción laboral, igualdad de género, erradicación del trabajo infantil y salud y bienestar en el trabajo, se benefician anualmente miles de trabajadores que hoy cuentan con mejores condiciones de vida, lo que se traduce innegablemente en el desarrollo de sus comunidades.

Como el floricultor, otros sectores agrícolas han venido implementando diferentes procesos para asegurar que sus buenos logros en exportaciones redunden en la prosperidad de sus empleados, sus familias y el campo en general.

Trabajemos para honrar el ejemplo y la dedicación de esas personas que día a día, desde nuestras zonas rurales, se esfuerzan por llevar al mundo el fruto de nuestros suelos, retribuyéndoles con un empleo digno.