Dirigentes juegan y la hinchada paga
Millonarios toca fondo y no hay excusas que valgan para los hinchas.
02:34 p. m.
Último en la tabla con apenas un punto de quince posibles, Millonarios atraviesa uno de los peores arranques de su historia reciente. La falta de resultados no es producto del azar: es el reflejo de errores acumulados en todos los niveles, desde la dirigencia hasta el cuerpo técnico y los propios jugadores. Cada uno debe asumir su parte de responsabilidad, porque la hinchada, la misma que abonó su fidelidad con más de 17.000 carnés, no merece este bochorno.
Una dirigencia sin rumbo
El principal responsable de este caos es el grupo directivo encabezado por Gustavo Serpa, máximo accionista, Enrique Camacho, presidente del club, y Ricardo “El Gato” Pérez. A mitad de año, cuando el club necesitaba reforzarse para volver a ser protagonista, decidieron hacer todo lo contrario. Dejaron ir a figuras determinantes como Álvaro Montero, Daniel Cataño, Daniel Ruiz, Falcao García y jóvenes promesas como Kevin Palacios, y los reemplazaron con apuestas inciertas: Guillermo de Amores, Álex Castro, Edwin Mosquera, Cristian Cañozales y Cabezas Hurtado. Ninguno llegó con la jerarquía que exige un club grande.
La eliminación consecutiva en los últimos torneos ya era un campanazo de alerta. No reaccionaron. Se trató de una dirigencia que improvisa, que cree que con discursos se construyen títulos y que parece más preocupada por cuadrar balances que por devolverle la grandeza deportiva a la institución.
Jugadores y cuerpo técnico tampoco se salvan
Es cierto: Millonarios hoy tiene una nómina inferior a la de sus rivales directos. Pero perder ante La Equidad, Llaneros, Tolima y Medellín no se explica solo por presupuesto. Hay falta de trabajo táctico, poca claridad de ideas y, lo más alarmante, poca actitud.
El cuerpo técnico no ha logrado plasmar un estilo reconocible ni levantar el ánimo de un grupo que juega sin alma. Los jugadores, por su parte, parecen desconectados, incapaces de asumir que vestir esta camiseta implica carácter y compromiso, no solo firmar un contrato.
La suma de estos factores es un cóctel letal: un equipo sin jerarquía, sin plan y sin orgullo deportivo. Y mientras dirigentes, jugadores y técnicos miran hacia otro lado, la hinchada —la que paga, sufre y aguanta— se queda sin respuestas y con un amor que no recibe nada a cambio.