Una respuesta a Rodrigo Uprimny

La violencia, cuando se sale de control de la manera en la que lo vimos millones de personas con su excepción, solo produce tragedia.


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Santiago Ángel

diciembre 29 de 2021
06:00 a. m.
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Respetado doctor Uprimny, si un ciudadano extranjero leyera su columna del pasado domingo sin haber vivido en Colombia durante los meses en los que se desató la violencia del paro nacional, concluiría que lo que hubo en el país fue una masacre (para utilizar la categoría de delito usada por el exdefensor Negret) de las fuerzas del Estado contra ciudadanos inermes. Aterrorizado, lamentablemente ese ciudadano se encontraría entonces en la mentira.

El error tiene que ver con algo a lo que se han acostumbrado algunos sectores con el propósito de reconstruir el relato de los hechos de manera conveniente y obviar de forma desprolija lo que no es conveniente. Usted esquiva con soslayo el contexto.

Decir que en Colombia hubo graves violaciones a los Derechos Humanos de parte de algunos policías que representan al Estado y que en consecuencia la institución en su integridad debe asumir responsabilidad es un argumento razonable. El problema es que esa sola afirmación sin el contexto de lo que ocurrió con una visión más completa para las protestas de septiembre de 2020 y las de los meses de 2021, hacen que el relato parezca fácil. Y la violencia, doctor Uprimny, cuando se sale de control de la manera en la que lo vimos millones de personas con su excepción, solo produce tragedia.

Yo, a diferencia suya, no voy a justificar la violencia de nadie. Es claro ante la evidencia que en Colombia durante ambas jornadas de protestas a las que se refieren los informes hubo abusos y delitos cometidos por miembros de la fuerza pública. Todos estos hechos están en investigación, algunos de ellos con llamados a imputación y medidas de aseguramiento, que como bien sabe usted, son investigados individualmente por la Fiscalía. No por Naciones Unidas. En algunas situaciones precisas hubo disparos con armas de fuego a civiles desarmados que no debieron ocurrir. En algunos casos también se presentaron episodios de represión injustificada, golpes a manifestante, acoso, traslados irregulares. Y homicidios. Eso es cierto y para esos crímenes debe haber pronta justicia a las víctimas. Nunca debieron ocurrir.

Ahora bien, del otro lado no hubo solo protestas y “actos de violencia cometidos por algunos manifestantes contra bienes públicos o contra personas”, como dice usted en su columna. Permítame hacerle un breve recuerdo de lo que ocurrió en Colombia para su memoria selectiva. En las protestas de septiembre de 2020 por el cruel asesinato a Javier Ordóñez no solo hubo “protestas”, de acuerdo con su segundo párrafo. El propio informe del exdefensor Negret detalla cómo inició la violencia en el CAI Villa Luz.

“Las manifestaciones se habían tornado violentas, se reportaban cuatro integrantes de la Fuerza Disponible heridos, pendientes de evacuación en ambulancia, los vehículos del CTI habían sido vandalizados y el personal de policía judicial estaba encerrado en el CAI, la Fuerza Disponible no podía garantizar el control de las protestas, incluidos los derechos a la vida e integridad de los manifestantes”.

A las 7:30 de la noche de ese día, nueve CAI ya habían sido vandalizados y 20 más presentaban situaciones significativas de violencia, dice el informe. Luego de todo un recuento sobre la toma del mando, la comunicación entre los policías en la calle y el Puesto de Mando Unificado y los disparos para defender los CAI, se puede concluir dos cosas. Que hubo excesos graves que ocasionaron la muerte de civiles. Y que esos hechos ocurrieron en una profunda espiral de violencia que se agravó conforme oscurecía durante esas noches de septiembre de 2020.

Uno de los policías entrevistados por la relatoría en Engativá, cuenta que tuvo que dejarse golpear y retener por manifestantes, pero que aún así eligió no desenfundar su arma de fuego. No fueron simples protestas. Fue una ola de violencia muy grave que nadie, ni la propia alcaldesa; ni los coroneles; ni los generales; ni el gobierno nacional pudieron atajar. Y la violencia se dio de ambas partes, doctor Uprimny.

Ese es el contexto. Ciudadanos y algunos delincuentes camuflados salieron a enfrentarse violentamente con la Policía y la situación fue tal que se volvió incontrolable, incluso para la seguridad de terceros. Los bogotanos vimos decenas de CAI incendiándose, así como los disparos de los policías a turbas de civiles que usaban todo tipo de elementos para generar violencia. Y, por supuesto, el homicidio a una ciudadana que fue arrollada por un bus robado por delincuentes en Suba. Eso también ocurrió. Ambas cosas sucedieron, respetado doctor Uprimny.

En las protestas de 2021 que usted mezcla rápidamente con las de septiembre de 2020 el escenario fue parecido, pero con implicaciones para la seguridad del contrato social.

Permítame recordarle que durante semanas se generó un riesgo para la seguridad alimentaria y de salud pública en un momento de pandemia y crisis global. Permítame recordarle que hay varias grabaciones pocas veces mencionadas en los informes, que muestran a civiles del lado de los manifestantes disparando con armas cortas y largas, de hecho, como sucedió en Buga en donde le dispararon a un helicóptero de las Fuerzas Armadas. 

Permítame recordarle que un policía fue torturado y asesinado en una región de Cali y que en Bogotá atravesaron una cuerda que le causó la muerte a un motociclista, además de la normalización del uso de machetes, navajas, armas de fuego y la venta de estupefacientes en lugares como el Portal de Las Américas y otros en todo el país. Y sin mencionar el océano coordinado de noticias falsas que buscaban desprestigiar todas las acciones de las instituciones para generar más violencia. Por supuesto, en estas jornadas también se presentaron abusos de miembros de la fuerza pública y homicidios que están siendo investigados y que deben tener consecuencias y justicia para las víctimas.

El problema de su relato es que, contándolo sin contexto, cualquier incauto podría creer, como lleva a concluir usted, que la democracia colombiana se parece a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, en donde las violaciones a los Derechos Humanos son sistemáticas, criminales y en donde no hay ninguna posibilidad de justicia, más que pobreza, muerte e impunidad. Y esa afirmación es deshonrosa intelectualmente para alguien de su prestigio.

No se olvide del contexto, doctor Uprimny.

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