Confesiones de un stripper: "con esto hemos pagado carreras y sacado nuestras familias adelante"
Conozca la historia de uno de los cientos de hombres a los que les pagan por divertir a muchas mujeres durante las noches bogotanas.
Noticias RCN
11:20 a. m.
Su nombre es Kevin y su apellido Maestre, pero ambos son falsos, sin embargo, es un hombre que logra ganarse el pan con su imagen.
Hay muchas paradojas en sus 35 años de vida. Es muy popular pero casi nadie sabe quién es. Muchas han compartido momentos menos públicos con él pero muy pocas conocen su verdadera vida.
En el día funge como un diseñador gráfico que trabaja por proyectos, de buen vestir, actitud sobria y hablar pausado.
En la noche, se transforma en una criatura muy viril rebosante de pasión y frenéticos movimientos por los que, tal vez, cualquier mujer en frágil estado hormonal o emocional pagaría por ver.
Kevin Maestre es un artista que se pasa disfrazado casi todo el tiempo.
Bajo el sol se mimetiza entre hordas de hombres bogotanos aparentemente comunes.
A la luz de la luna se vuelve a camuflar tras el fulgurante brillo de un traje erótico. A veces está inspirado en un policía o se hace místico con aquel no sé qué sugerente de un vigoroso marinero o de un uniformado bomberil capaz de hacer fantasear alguna vez en la vida a la mujer más púdica.
Cuenta que a los 25 años, después de trabajar en una bodega, alguien de un gimnasio al que frecuentaba, sin mayores pretensiones que potenciar las emergentes proporciones de su tronco, brazos y piernas, le compartió un gran secreto: que su buena vida era posible gracias al dinero adicional que el oficio de bailarín exótico le sumaba a sus menguadas finanzas de vendedor.
La ambición de Kevin por salir de su precario modo de subsistir lo convirtió en un perfecto postulante a uno de esos oficios alternos. Un candidato ideal para iniciarse en el intimidante arte de quitarse la ropa al ritmo de un reggaetón o de una pista de música electrónica. Cuando se decidió a comprar sus primeras botas de cuero, Kevin ya había resuelto convertirse en un stripper.
La primera vez
Kevin no fue a ninguna escuela para aprender el baile del striptease. Uno, por la sencilla razón de que aquí en Colombia no existen. Dos, porque si existieran, Kevin no habría tenido suficiente dinero para incribirse.
Entonces apeló a su natural "sex-appeal" de hombre latino, a su espontánea simétrica estética, algo ya cincelada por las pesas, al espíritu atrevido de los propios de Viotá, Cundinamarca, donde nació él.
Con los primeros consejos del coreógrafo del club de strippers masculinos de Bogotá donde empezó a trabajar, Kevin dejó tras bastidores esa virginal timidez de quien nunca se ha expuesto públicamente para que explotara el volcán apasionado que dormía en su interior.
Experimentó el pánico escénico pero luego se acordó de la plata que recibiría por 20 minutos de exhibición, contoneos, aplausos y gritos de una singular audiencia repleta de féminas boquiabiertas y miradas lujuriosas.
Segundos más tarde, el histriónico bailarín reveló, entre un grupo de varones muy parejos entre sí, una gracia pródiga para el arte de desnudarse frente a un montón de mujeres ávidas de músculos y testosterona.
"Si lo superas la primera vez ya está hecho, pero si la primera vez te coartaste es difícil. No he conocido el primero que se quede 'paniqueado'. Creo que cuando uno se mete en esto uno va psicológicamente preparado. La música ayuda, hay luces, humo, aceite en el cuerpo de uno. Es un carnaval. Se siente uno un Maluma, uno es una artista en ese momento, y te aplauden y uno dice bueno es mi ratico de fama", revela Kevin al recordar esa primera vez, hace 9 años.
Esa noche pudo haber recibido no menos de 120 mil pesos. Su calculadora mental hacía cuentas como una registradora en descontrol. Kevin descubrió pronto que el striptease podía darle lo que con el diseño gráfico le costaba más tiempo y esfuerzo.
¿Por qué siguió siendo stripper?
Kevin: Es una opción laboral que no existe solo aquí, esto no nació en Colombia. Primero es una necesidad y después se vuelve una empresa, tu empresa y si ves que va bien tú la mejoras. Un diseñador gráfico recibe en una empresa un promedio mensual de millón 200 a millón 800, como stripper dedicado y juicioso te haces de 3 a 4 millones de pesos y hasta más.
Yo empecé con un trajecito sencillo y cuando empezó a entrar más dinero, dije puedo dar un mejor show, comprar un mejor traje y mejorar mi cuerpo.
¿Cómo así, no se trata solo de saber bailar y moverse bien?
Kevin: Claro que no, hay que invertir en ejercicio, ropa, proteínas, costosas porque son importadas. Esto no crece a punta de arroz, papa y carne, hay que meterle cremita, para el cuerpo, para la piel suave, ir a broncearse porque así un cuerpo es más atractivo.
¿O sea que cualquiera que baile bien y haga ejercicio puede ser stripper?
Kevin: Tampoco. Si un hombre no tiene el toque erótico para exhibir un cuerpo bonito y armonioso puede hacer striptease… pero para su esposa. Hay que dedicarse al deporte, más al gimnasio para desarrollar masa muscular con poca grasa abdominal, que es lo que comercialmente se exige. Un cuerpo marcado y tonificado es lo que vende para un show.
¿Un verdadero stripper se quita toda la ropa?
Kevin: De acuerdo al sitio, al tipo de show, uno aclara antes con el cliente y dependiendo de todo eso la tarifa varía. Hay shows donde me toca quitarme todo, otros donde me quedo en tanga y otros en boxers.
¿Qué es lo más atrevido a lo que se ha enfrentado?
Kevin: Shows privados para parejas, tal vez. No se me olvida uno que hice para dos mujeres. Una amiga quería darle la bienvenida a otra del exterior, ambas ya maduritas como de 50 años, de nivel socioeconómico alto, una separada y la otra con el marido lejos, y pues, tenían su libertad en su momento para recordar tiempos en los que hacían locuras. Entonces hice un show privado solo para ellas.
¿Qué puede pasar por la mente de una mujer que asiste a un show de striptease masculino?, ¿por qué lo hace sin tener de por medio una invitación a una despedida de soltera?
Kevin: Algunas lo hacen por simple curiosidad, que la amiga le dijo que fue a un sitio, de pronto tiene sus cosas morales pero la curiosidad la mata, y la mujer que no sea curiosa no es mujer.
Hay otras porque que con esposo y todo sienten mucha monotonía en su trabajo, en su vida matrimonial. No por eso van a ser infieles, simplemente están cansadas de la rutina, de ir de la casa al trabajo y el trabajo a la casa y por eso van a recrear el ojo.
¿Alguna se ha enamorado de ti en esas ocasiones?
Kevin: Sí, pero hay que ser honestos con ellas y decirles que no las puedo ver sino como mis clientas. Hay que ser gentil. No me puedo ir con toda la que me piropee.
¿Qué va a hacer cuando su familia descubra que detrás de un diseñador gráfico como usted se esconde un sensual stripper?
Kevin: Yo vengo de una familia católica. Para mí no hay nada inmoral en esto pero para ellos… ¿cómo los cambio para que me lo acepten? Trato de ser reservado a mi modo, no creo que mi abuela y mamá vayan a esos sitios pero si pasa, no tengo plan B. Dejaré que todo fluya.
¿Finalmente, le gusta la idea de una serie que aborde la temática de los strippers en Colombia? ¿Qué tal le parece Las Vegas?
Kevin: Me gusta porque ayudará a desmitificar la imagen del stripper calificado como el vagabundo, el gay, el que solo alza pesas y se muestra. Porque detrás de uno hay toda una historia, con esto hemos pagado carreras, sacado nuestras familias adelante de modo honesto y sin hacerle daño a nadie. Lo último que te puedo decir es que por experiencia propia en un stripper no hay maldad.
NoticiasRCN.com/Mónica Vengoechea