Álvaro Mutis: el gran escritor, la gran persona

Hoy, que el mundo despide a Álvaro Mutis, hay una frase que se repite en la prensa, en los obituarios y en las reseñas de la vida y obra del autor colombiano: Maqroll somos todos.

El gaviero, el marino que terminaba metido en aventuras y problemas tan rápido que parecía que el solo propósito de su vida era ese: vagar, navegar, conocer bien lo desconocido sin importar a dónde lo llevara el mar, así lo llevara al borde del abismo de su propia muerte.

Ese Maqroll somos todos. Al menos eso dice Gabriel García Márquez sobre Maqroll, el personaje épico que su amigo Álvaro Mutis creó hace ya casi 40 años en uno de sus poemas y que luego fue andando, viajando, amando, buscando, explorando, enfermando, perdiendo, a través de siete distintas novelas.

“La obra completa de Alvaro Mutis, su vida misma, son las de un vidente que sabe a ciencia cierta que nunca volveremos a encontrar el paraíso perdido. Es decir: Maqroll no es sólo él (Mutis), como con tanta facilidad se dice. Maqroll somos todos”, rezó ‘Gabo’ cuando Álvaro Mutis, su amigo, su vecino en México, su compinche, el único que le leía los textos originales y que le hacía crudas críticas, cumplió 70 años de edad y el nobel de Literatura colombiano le rindió un homenaje a través de un discurso en Bogotá.

El solo hecho de hablar en público para dirigirse a Mutis fue un homenaje de García Márquez a su amigo: se había hecho una promesa años antes, muchos años antes: jamás alabarse o atacarse frente a un auditorio.

Pero ‘Gabo’ habló en público del poeta colombiano porque hasta él reconoce que Álvaro Mutis es, tal vez, una de las voces más relevantes de las letras nacionales.

Por su exploración de la humanidad, por su sencillez en el lenguaje, por su falta de miedo para explorar la muerte en sus versos y en las páginas de sus libros. Por ser un escritor por excelencia, uno que cuando se sentaba frente a las teclas no escribía, se desangraba.

Y ahora que el escritor murió, a los 90 años, las palabras de ‘Gabo’ tienen incluso más sentido que hace 20 años.

Mutis, el hombre simpático, que le dio la vuelta al mundo 16 veces, aficionado al billar, amante de los vinos y de la ropa elegante, voz institucional del programa radial Los Intocables, se dedicó a usar cada una de esas experiencias para crear mundos ficticios que, a veces, parecían más reales que el real.

Como en la Mansión de la Araucaima, en la que la tierra caliente, el trópico, el calor, son tan protagonistas como los personajes, profundos, extensos, diversos, distintos, crueles y tiernos. El periodista Juan Gossaín dice del autor de este libro es el escritor más internacional en la historia literaria de Colombia porque leyendo sus textos se recorre el mundo.

“Por mar se va a Panamá, se llega a Europa, se llegan a puertos mediterráneos. Pero también se va a las cordilleras colombianas, se adentra en el trópico. Se conoce Tolima, se conoce Francia”.

Y agrega que lo asombroso y admirable de Mutis es que bien podía escribir poesía y prosa como Messi puede cambiar de pierna para disparar al arco y acertar el gol sin problemas.

Del tipo que escribió ‘La nieve del almirante’, 'Ilona llega con la lluvia', 'Un bel morir', 'La Última Escala del Tramp Steamer', 'Amirbar', 'Abdul Bashur', 'Soñador de Navíos' y 'Tríptico de Mar y Tierra', Gossaín dice que el elusivo premio Nobel de Literatura fue apenas una anécdota en su ya variopinta vida.

“No importa que no le hayan dado nunca el Nobel. Las razones para entregar ese premio son subjetivas. Hoy en día es casi obligatorio ser de izquierdas para ganarlo. En la época de Borges no lo premiaron por ser conservador. Lo importante no es recibirlo, sino que la gente crea que se lo merece. Y Mutis lo mereció. Lo sé yo y lo saben millones de lectores suyos”.

Y aunque nunca le dieron esa distinción, sí lo galardonaron con el Cervantes, el Príncipe de Asturias y con un premio Reina Sofía. No solo son altos méritos literarios en Europa sino que pocos autores los reciben todos.

La poetisa Piedad Bonett dice que Mutis era un provocador. Un hombre que sabía llamar la atención, un tipo con el que se quiere quedar charlando. Bonnet lo recuerda como un conquistador nato, de sonrisa fácil, de cultura ancha, capaz de tener una conciencia “tremenda” de su propia muerte.

El escritor nunca estuvo demasiado lejos de la intranquilidad que producen las experiencias extremas. Con 16 años, cuando trabajaba en una emisora, un marido celoso lo esperó en una esquina, pistola en mano, porque sospechaba que Mutis enviaba mensajes encriptados a su mujer a través de la radio.

Y más tarde en su vida, pasó 16 meses en la cárcel por un presunto fraude a una multinacional petrolera. El profesor caleño de literatura, Felipe Márquez, dice que justamente esta experiencia hicieron de la prosa de Mutis un referente, no solo en Colombia, sino en Latinoamérica.

“Era real. Era visceral. Mutis, a diferencia de ‘Gabo’, no era un hombre pobre. Su padre fue un diplomático, él pasó buena parte de su niñez en Bruselas y viajó y se hospedó en los mejores hoteles de las mejores ciudades del mundo. Pero jamás se dejó permear por ese estilo de vida. Al menos no en su nervio literario. Se dedicó a explorar los extremos del ser humano, a viajar por los mares de las pasiones, de las fiebres, de los amores. De la sexualidad. Era un escritor reflexivo”, dice Márquez.

Ramón Cote, uno de los escritores mexicanos que más de cerca conoció a Mutis, dice que él escribía de forma tan visceral porque nunca se interesó por ser un tipo agradable en forma sencilla. Es decir, su desparpajo, su odio por los boleros, sus críticas ácidas, su poco tomarse en serio, lo hacían un ser único, un hombre que no quería hacer amigos, sino que hacía que la gente quisiera ser su amiga, porque poco se tomaba en serio. Incluso cuenta que en una oportunidad, Gabriel García Márquez se embriagó y fue a la casa de Mutis en México.

Ese día, en medio de la borrachera ‘Gabo’ bajó un cuadro de Botero que estaba en la casa del poeta bogotano y nadie sabe qué pasó con la pintura.

Pero Mutis jamás increpó a García Márquez por eso. Ni siquiera se lo mencionó. Cote dice que esa es la clase de hombre que era Mutis. Alguien que prefería divertirse, dejar que otros lo hicieran. Cote añade que Mutis era “una buena persona”.

Alguien que jamás le diría a otro lo que quiere escuchar para no hacerlo sentir mal, pero que nunca lastimaría o envidiaría a nadie. Santiago Gamboa, escritor colombiano, por su parte dice que “una vida como la de él, que muere a los 90 años, es una vida concluida, lograda y exitosa".

Y destacó que "Mutis era una especie de Joseph Conrad latinoamericano", un autor para el cual el mar "era siempre la metáfora de un espacio de personas con grandísimos valores" y que aprecian "por encima de todo la amistad", agregó. El legado del maestro, entonces, no es solo literario sino también personal.

Lástima que no den premios por ser buena persona. Seguro y Mutis se lo hubiera ganado también.

Adolfo Ochoa / NoticiasRCN.com