La historia de Américo Gallego, un líder social que lucha por un mejor Chocó

"La expectativa de vida mía no sé cuál será. Tengo planes, pero puede que más tarde lleguen y me den bala", dice Américo Gallego. Esta es su lucha.


Testimonio de un líder social en Quibdó, Chocó
Américo Gallego / Foto: captura de video

Katheryne Ávila

mayo 31 de 2022
11:14 a. m.
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Américo Gallego habla de su ciudad, mientras lo hace, una sonrisa se dibuja en su rostro. “De las cosas que a mí más me gustan de Quibdó son esos atardeceres poéticos que nos muestra el río Atrato, su malecón y la puesta de sol todos los días a las 5:30 y o 6:00 de la tarde, es una de las cosas que más disfruto”, esboza una sonrisa y continúa: “(…) me encanta mi ciudad, me encanta ir a bañarme al río Tutunendo porque el agua tiene propiedades curativas, digo curativas porque tú te tiras con un guayabo y a se te quita”. 

Así es Quibdó bajo los ojos de este abogado y líder social de 31 años. Un “remanso de paz” caracterizado por la generosidad de su gente, “así hemos salido adelante en el territorio, en una ayuda mutua, porque de lo contrario estaríamos más sumergidos en la violencia, estaríamos más llevados”, relata Américo. Pero el brillo de sus ojos se pierde cuando se refiere a la delicada situación de seguridad que atraviesa la capital del departamento del Chocó.

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Vivir en Quibdó: miedo, angustia, zozobra

La primera palabra que viene a la mente de Américo cuando se menciona su ciudad es angustia. Según él, ese sentimiento lo comparten la mayoría de los habitantes de Quibdó. Los ríos de esta capital se manchan con la sangre de todas las personas que a diario mueren en medio del conflicto entre grupos armados que, en lo corrido del 2022, ha dejado 80 jóvenes asesinados.

Según Américo, “el año antepasado, en el 2020 murieron más jóvenes por balas que por pandemia, fueron 159 chicos asesinados. En el 2021 fueron 149 y, en lo corrido de este año, incluyéndote el de hoy, ya estamos casi en los 80, porque ahora rato recibí un mensaje de que en un sector acababan de asesinar a un chico, hasta el lunes iban 76, y ayer en plena reunión con el viceministro, nos llegó la noticia de que encontraron un joven muerto en el río Atrato”.

Para este líder, muchos inocentes han caído en esto, “hace aproximadamente 20 días enterramos a un chico de 19 años que estaba en la universidad, no tenía relación con ellos, iba llegando a su casa y como (los grupos armados) habían decretado un toque de queda, él les dijo: ‘hombre, muchachos, ustedes me conocen, yo no tengo nada que ver en esto’, igual, créeme le metieron más de 13 tiros”, recuerda Américo con tristeza. 

Radiografía de lo que sucede en Quibdó

Américo cuenta su versión de como inició la violencia en el territorio. “Cuando empezaron a llegar los paramilitares en Quibdó se veían cierto tipo de bandas de chicos que andaban con arma blanca, con navajas, cuchillos, hasta con cortaúñas, y lo mucho que se arrimaban a ti era para pedirte 200 pesos para un cigarrillo”.

A partir del 2002, el paramilitarismo comienza a expandirse en Colombia y se van generando una serie de desplazamientos en el territorio nacional. Quibdó se convierte en un receptor de las personas que huían de la violencia. “El Estado no los atendió a tiempo, no les brindó ayuda, y todas estas personas edificaron el crecimiento de la ciudad de manera desorganizada y descontrolada”.

Miles de jóvenes fueron creciendo en la marginalidad de Quibdó y los grupos organizados que se fueron rearmando vieron en ellos una posibilidad para fortalecerse, “empezaron a reclutarlos y año tras año se empezó a vivir la violencia, entonces, comenzó la guerra por el control territorial, el narcotráfico y el microtráfico. Estas personas que huyeron de la violencia terminaron siendo reclutados por grupos que les ofrecían una oportunidad de llevar el pan a su casa. Estos son los jóvenes que hoy se encuentran matándose”.

El Estado dice que no es responsable, pero lo son, porque nunca le prestaron atención a la situación en Quibdó, señala Américo.

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Un día en Quibdó

Todos los días, cuando amanece en la capital del Chocó, las personas se levantan a “rebuscar”. algunos cogen su moto para “rapi motear”, otros tienen su puesto en la plaza de mercado, en la Alameda o en la carrera Cuarta, donde muchos venden para tener un sustento. “El del mototaxi sale y trabaja durante todo el día sin poder entrar a los barrios que ya están identificados, porque en Quibdó ya no tenemos fronteras invisibles, sino barrios a los que no se puede entrar”.

Con frustración, el abogado narra la falta de oportunidades laborales en el territorio. Consiguió un trabajo en un municipio vecino al Chocó, porque en su ciudad no tuvo ninguna clase de oferta. Hoy, Quibdó es la zona con las tasas de desempleo más altas de Colombia, según el Dane y “esto ha sido una de las mayores causas por las que el conflicto está en su mayor pico, porque si para nosotros los profesionales no hay trabajo, imagínese para los que no tienen estudios o hacen algún arte, menos”.

Con los toques de queda que han determinado los grupos al margen de la ley, ahora las personas tienen que estar en sus viviendas a las 5:00 o 5:30 de la tarde, las calles comienzan a quedar solas y el comercio cierra.

Américo llega a su casa todos los días a más tardar a las 4:00 de la tarde. Son las “medidas de seguridad” que tomó para evitar ser asesinado.“Ya no salgo a rumbear y no tengo vida social porque me puedo exponer. La expectativa de vida mía, no sé cuál será. Tengo planes, pero puede que más tarde lleguen, entren por la puerta de atrás o por la de adelante, se metan a la fuerza y me den bala”, afirma el líder social.

Como Américo, los demás habitantes de Quibdó circulan por la ciudad con la zozobra de no quedar en medio de las balas, debido a que últimamente se han estado presentando enfrentamientos en las zonas céntricas de la ciudad, en la parte más comercial.

Ser líder social en Colombia

Su trabajo como líder social pone en riesgo su vida. Y es que, en Colombia, a un día de terminar el quinto mes del año, 79 líderes sociales han sido asesinados en el territorio nacional, según Indepaz. Cuatro de ellos en el departamento del Chocó.

Sin importar los riesgos, actualmente Américo trabaja en la prevención del reclutamiento forzado de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Es abogado de profesión, pero como él dice “por accidente”. Su sueño era estudiar ingeniería de sonido. "Me fui para Bogotá con esa intención, porque en el territorio no había esa carrera profesional, cuando presenté el examen no me fue muy bien para pasar a ingeniería de sonido, pero la universidad me ofrecía media beca para estudiar derecho, entonces mi mamá toda la vida quiso ser abogada, y yo dije bueno, acepto, voy a meterme a estudiar a ver qué pasa con esto”, se ríe.

Por la falta de oportunidades económicas que viven los habitantes de Quibdó, su madre no había podido estudiar una carrera profesional. Por eso Américo aprovechó el momento para iniciar sus estudios junto a ella. “Le propuse a mi mamá que era una buena oportunidad para que ella cumpliera su sueño de ser abogada, y que se metiera a estudiar conmigo, en el mismo salón, y efectivamente terminamos juntos, nos graduamos y ella ahora es abogada litigante”.

Para pagar los semestres de su universidad tuvo que acudir a varios créditos que terminó de pagar cinco años después de graduarse. Como él, los jóvenes en Quibdó luchan por educarse y aunque el Estado les ofrece oportunidades para pagar sus matrículas o les brinda subsidios, esto no garantiza que los chocoanos puedan acceder a la educación.

“Una compañera mía, en una reunión con el viceministro, le decía, ´viceministro, usted ahorita que salgamos de aquí tiene una certeza, y es que usted a su casa va a llegar y va a llevar el pan y la comida, nosotros aquí no sabemos si vamos a llegar a la casa y vamos a tener un almuerzo´”.

Ellos tienen certeza de pagarnos una matrícula, dice Américo, y "de que asistamos a la universidad, pero es que nosotros no tenemos certeza de si vamos a comer, si vamos a llegar a la casa con algo".

“El hambre duele, y duele mucho, tú tienes hambre y te da mucha ansiedad y no te concentras en lo que estas estudiando, entonces tú decides, o buscas que comer o te vas a estudiar, y nadie quiere morirse de hambre”, concluye el líder.   

Para lograr ser un profesional, este joven quibdoseño tuvo que hacer varios sacrificios. “Aguanté hambre en mi casa, porque a pesar de que mi abuela fue quien me crio, y que ella es pensionada de la Gobernación, esta institución les paga a los pensionados cuando se les da la gana, entonces cuando te demoran 2 o 3 meses un sueldo y tu casa depende de eso, se dificulta. Aguanté hambre para poder ir a estudiar en la universidad y en la escuela, y a veces me iba sin recreo (onces), pero estando allí o cuando pasaba la jornada, mi mamá me llevaba el recreo y me decía ‘mire aquí pude conseguirle esto’”.  

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Cada 32 horas es asesinado un joven en Quibdó

Cuando Américo habla de lo que significa ser joven en Quibdó guarda un pequeño silencio y luego suelta una carcajada. “Yo me rio, pero con una profunda tristeza, ¿sabes por qué?, hace ocho días asesinaron a un sobrino mío, ya había terminado materias en la universidad como educador físico, era padre de una recién nacida, venía de dejar a su mamá de una fiesta e iba para su casa. Lo cogieron y lo mataron, se rumoraron muchas cosas, pero hasta ahora no sé por qué fue asesinado. Yo no fui capaz de ir al lugar de donde él había quedado, fue a una cuadra de la Universidad”.

“A él lo asesinaron el sábado (9 de abril) y se supone que en una ciudad normal cuando alguien muere lo preparan y lo entregan al otro día, en Quibdó toca hacer fila en la morgue, los muertos hacen fila, era lunes y no lo habían entregado, y ese día había 13 muertos en la morgue, los del fin de semana. De esos 13 había un señor de 72 años que murió por una bala pedida, otro tenía 22 años y los 11 restantes eran jóvenes menores de 21 años. La expectativa de nosotros los jóvenes en Quibdó no supera los 28 años, está entre 25 y 26, máximo 27, los que logramos pasar los 28 años nos toca darnos por bien servidos, porque nosotros vamos por la calle y siempre tenemos esa zozobra de a qué hora podemos caer".

Hace algunos días, Américo estuvo dando otras entrevistas acompañado de Valentina Córdoba, una joven quibdoseña, autora del ensayo 32 horas y quien ha realizado en varias oportunidades denuncias acerca de lo que pasa en el departamento. “Ella no pudo estar con nosotros en el espacio con el viceministro, porque fue amenazada por el Clan del Golfo, su mamá no la deja salir, pero en la zona donde ella vive es rural y en cualquier momento pueden asesinarla”.

Ante la pregunta de si siente miedo de ser líder social en Colombia, Américo responde: “Hay un refrán que dice que el que no vive para servir no sirve para vivir. Bajo ese refrán yo estoy aquí. Yo siento miedo. Cuando me informaron que a Valentina la amenazaron sentí preocupación, pero no lo dije. Nosotros tomamos medidas, por ejemplo, en los lugares en donde nos reunimos, no lo decimos por WhatsApp, y mientras estamos reunidos no publicamos nada, solo después”.

Paro cívico juvenil en Quibdó

En la capital del Chocó, los jóvenes salieron a manifestarse y a pedir al Estado colombiano una ciudad con paz. “Nos están matando”, decían los carteles que sostenían en las manos los manifestantes.

“Nosotros acá todo no lo hemos ganado a través de los paros, las luchas y las movilizaciones sociales”. En este momento los jóvenes de la zona se encuentran en un Paro Cívico Juvenil, exigen garantías del Estado, políticas públicas y soluciones que vayan más allá de aumentar el pie de fuerza, una estrategia que, según Américo, solo trae más violencia. Una de sus propuestas, “es construir un centro de memoria, y además queremos hacer contenido digital, que no deje que se olvide la memoria de los sueños apagados, así llamamos a los chicos que murieron”.

Aunque cientos de vidas se han perdido, la juventud del Chocó continua “resistiendo” y soñado un mejor Quibdó. “Yo anhelo disfrutar unas fiestas de San Pacho sin violencia, quiero volver a esas épocas en las que uno podía dormir con la puerta abierta y nadie llegaba a disparar, antes te decían ‘vecino se le quedó la puerta abierta’. Yo sueño con que Quibdó vuelva ser el remanso de paz que era antes”, concluye Américo.

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