La historia del último sobreviviente de la tragedia de Tasajera

“Mi sueño era conocer Bogotá, y conocí Bogotá quemado", afirma Mauricio Martínez, quien incluso alcanzó a estar muerto por 10 minutos tras la explosión del carro cisterna.


Noticias RCN

octubre 04 de 2020
09:07 p. m.
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Este martes se conmemoran tres meses de la tragedia que costó la vida a 45 personas en Tasajera, Magdalena. Esta es la historia de un joven que sobrevivió a las llamas, y estuvo 10 minutos muerto en el Hospital Simón Bolívar de Bogotá, a donde fue remitido.

Sueña con volver al pueblo y tener un trabajo que le permita una vida próspera y tranquila.

La mañana del 6 de julio, Mauricio Martínez Rada atendía, como de costumbre, a su mamá, quien está postrada por una enfermedad que le impide caminar. Era un lunes rutinario en el pequeño poblado de Tasajera, corregimiento de Pueblo Viejo, Magdalena, hasta cuando se produjo el volcamiento del carro cisterna que llevaba unos 6 mil galones de gasolina.

La vida de Martínez Rada, de 26 años, cambió radicalmente en los minutos siguientes, cuando se dejó tentar por el llamado de su primo, quien le pedía que corrieran a coger gasolina del vehículo accidentado.

“Cuando yo vi ese camión así, yo vi la multitud de gente, mucha gente… me decía ¿yo qué hago acá, tenía las pimpinas, y yo decía qué hago ahora? Y mi primo me decía ‘vamos, vamos, vamos pa’ allá, que vamos a coger y tal”, recuerda el joven, sentado ahora en un parque cercano a Corferias, en Bogotá.

Su rostro y sus manos dejan ver claramente lo que produjo el incendio en su cuerpo. Cuando se levanta la manga del pantalón, las lesiones se ven aún más intensas, en carne viva, y cualquiera diría que le provocan fuerte dolor, pero no, él se ve tranquilo y dice que no hay tal.

Según el diagnóstico médico “tiene un porcentaje de quemaduras entre el 60 y 69 por ciento, comprometiendo membranas de córnea, vías respiratorias, laringe y tráquea”, explica Fanny Rugeles de Hernández, jefe de Atención al Ciudadano de la SubRed Norte, quien hace seguimiento al tratamiento que recibe este paciente en la capital del país.

Esto hace más sorprendente la recuperación de Mauricio Martínez, quien estuvo casi dos meses internado en el Hospital Simón Bolívar, uno de ellos bajo coma inducido para someterlo a procedimientos de curaciones y de injertos en la piel. Lo más asombroso es que estuvo muerto por diez minutos, de manera que el milagro es doble.

“No sabía nada, hasta ahora. Los que me comentan son los médicos, yo estuve diez minutos muerto. Impresionante, me quedé impresionado porque diez minutos son diez minutos”, le cuenta a Noticias RCN.

Su hermana Zulay, quien lo acompaña sin pausa durante su estadía en Bogotá, cuenta así lo que pasó:

“Le iban a hacer una cirugía de injertos en las piernas, y se quedó, y ahí ellos (los médicos) comenzaron a auxiliarlo, gracias a Dios, y aquí lo tenemos. Hay Mauricio pa’rato”.

A este joven le apasionan dos cosas: la educación física, que no ha podido estudiar por falta de recursos, y la mezcla de música. A su modo ejercía como disc jockey, o DJ, en un restaurante de la zona, trabajo por el que recibía un modesto pago, hasta cuando llegó la pandemia.

Cuando ocurrió el accidente del camión cisterna él estaba con menos dinero que de costumbre, porque en Tasajera no abundan los recursos y escasean las oportunidades de trabajo. “Mi mamá necesitaba unas medicinas que quería comprárselas y decidí ir al carro voltiado”. Esto lo llevó a inclinarse por el llamado de su primo y luego de un amigo para que fueran hasta donde estaba el camión con unas “pimpinas”. Pero no alcanzó a tomar una gota de gasolina.

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“Cuando llegamos, como a los cinco minutos eso estalla. Es una pulsión. Sí, eso explota, pero no hace…  - ¿boom? le pregunto- Eso hace como si fuera un viento, fufff!. Cuando me cayó la candela encima me tiré al suelo y comencé a arrastrarme y así fue que me apagué, y mi primo también”.

Pese a la gravedad de los efectos que la explosión produjo en su cuerpo y su cabeza, logró encender el motor de una motocicleta para llevar a su primo Jaime hasta un lugar donde otras personas los auxiliaron. El mismo primo que lo llamó para que fueran hasta donde estaba el camión volcado, y quien no corrió con la misma suerte. Él murió cuando fue trasladado a Valledupar.

La siguiente parte de la historia de Mauricio Martínez fue su traslado a Bogotá. Era uno de los más graves y llegó en una remisión de nueve heridos. Tras los diez minutos muerto y casi dos meses de hospitalización, ahora recorre con frecuencia algunos sectores del norte de Bogotá, siempre acompañado por su hermana Zulay, para atender citas con especialistas en distintas áreas de la medicina.

Mientras piensa en los desplazamientos que hace varias veces a la semana en la capital del país, recuerda algo que ahora suena paradójico: “mi sueño era conocer Bogotá, y conocí Bogotá quemado, pero bueno”. Al preguntarle por qué tenía ese sueño, explica: “Porque yo quería trabajar acá, y estudiar también, darme la oportunidad también por acá”.

No ha regresado a Tasajera, donde lo esperan con homenaje, porque la Gobernación del Magdalena y la Ruta de la Salud de Bogotá lo apoyan para una recuperación plena.

“Entonces Mauricio recibe atención en Suba, recibe atención en nuestro Hospital de Engativá, en Simón Bolívar, en Chapinero, en cualquiera de los sitios donde tengamos especialistas que él requiera”, dice la jefa de Atención al Ciudadano de la SubRed Norte de salud del Distrito.

Martínez afirma que se siente orgulloso de estar donde está, por el trato que ha recibido del cuerpo de médicos y enfermeras, quienes han sido testigos de su proceso de recuperación que atribuyen a los milagros constantes de la vida, y al apoyo que recibe en forma incondicional de la familia. Su hermana atribuye sin titubeos el milagro a Dios.

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"Ya no soy el mismo, no tengo mi misma piel, y para qué, ahora en este momento he sentido un cambio mejor que antes, porque a pesar de todo me han enseñado muchas cosas acá”, declara el joven con aire reflexivo, aunque no carente de nostalgia.

Sus planes urgentes incluyen atender las citas médicas que restan, regresar al pueblo y conseguir trabajo para ayudar a sus padres, ambos con problemas de salud que les impiden moverse con la autonomía que él tiene y para tener su casa. Por eso pide una oportunidad en una tarea que le permita ganar un salario digno y suficiente para tener la vida tranquila que él y los suyos anhelan. Su cariño por Tasajera y su gente le llevan a incluirlos en sus sueños:

“Mi futuro del pueblo es que los amigos míos, los compañeros, todos los que tenga el pueblo que salgan adelante, que tengan un estudio bueno, para que en un futuro tengan algo mejor”.

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