El héroe que necesita Colombia
Me puse en la tarea de imaginar cómo sería un superhéroe colombiano. ¿Cuál sería su lugar de nacimiento y qué hecho lo habría convertido en justiciero?
06:00 a. m.
Me puse en la tarea de imaginar cómo sería un superhéroe colombiano. Empecé a pensar cuál sería su lugar de nacimiento, qué hecho particular lo habría convertido en justiciero, cuáles serían sus poderes, debilidades, incluso su vestimenta.
Todo superhéroe nace de la dificultad, de una lucha, de un suceso que por mínimo que sea cambia toda su historia. Y no se me pudo ocurrir otra cosa que una persona proveniente de una familia golpeada por las injusticias de la corrupción, la guerra, o la ineficiencia de un Estado ausente.
Así que me resulta difícil situarlo en una región específica, porque ¿qué lugar de Colombia se libra de estas características?
¿Y entonces cuál fue esa tragedia que le marcó para siempre y partió su historia en dos? También es complicado elegir un solo hecho, pues la historia de nuestro país está desbordada de historias en las que una familia pierde sus ejes, padre o madre, incluso ambos; o casos en los que la guerra les arrebató todo y los obligó a huir de la violencia, incluso de enfermedades tratables que se transformaron en muerte por carencias en la atención en salud.
De nuevo optaré por dejar abierta aquella motivación que le hizo héroe.
Uno de los puntos más llamativos es saber cuáles serían sus poderes y habilidades superiores. Quizá una inteligencia sobrehumana, fuerza descomunal, la capacidad de volar, convertirse en el ser viviente más veloz, inmortalidad; ¿tal vez todas?
Claramente imagino a alguien con valores centrados y convicciones inamovibles, capaz de discernir entre el bien y el mal, con empatía y sentido de justicia, que busque la igualdad y equidad de su pueblo.
¿Su apariencia? No importa, es indiferente.
Si bien dejé abiertas todas las posibilidades de caracterización, hay algo que tuve muy claro al final de este ejercicio rápido: y es que aquello del superhéroe se queda en la ficción, aunque lamentablemente sí necesitamos algo de tal magnitud para superar los problemas de Colombia en el corto plazo.
También soy consciente de que la figura de político tradicional tampoco es la respuesta, y no podemos creer, cada cuatro años, en los discursos grandilocuentes que salen de muchas bocas, pero que con el pasar del tiempo se hunden atados a anclas en un mar de imposibles.
Pero en todo este discurso pesimista veo también una chispa creciente, la veo convertirse en llama y posteriormente en una imparable fuerza inextinguible, o por qué no, inmarcesible, que arde en cada uno de nosotros.
Doy por hecho que en cada colombiano hay ese algo que le vuelve héroe, porque persiste, aguanta, espera, y se fortalece; se nutre, se repotencia cada día y trabaja para hacer, desde su círculo, un mejor país.
No debemos esperar un solo héroe, pero sí podemos unir fuerzas para cambiar y mejorar nuestra realidad. Está bien imaginar en que llegue el día en el que alguien más hace lo necesario en pro de los demás, pero ¿por qué no empezar ya mismo, y ser cada uno de nosotros? El héroe que necesita Colombia somos nosotros los colombianos.
“Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvarlo. ¡Nadie!”, dijo un héroe una vez.