Opiniónmarzo 07, 2023hace un año

Dolor y desconcierto

Una policía humillada y maltratada es intolerable, sobre todo injusto con una institución que en la historia reciente ha padecido la crueldad de terroristas.

Dolor y desconciertoFoto: Noticias RCN

Podrían traerse a este texto muchos más adjetivos para calificar lo que debe sentir el país por los hechos ocurridos en Los Pozos, Caquetá. Un policía degollado y 78 secuestrados por la llamada guardia campesina, son otro síntoma de un país que de a poco ve como la anarquía se asoma peligrosamente sin que al parecer haya una autoridad capaz de ponerle freno. 

Una policía humillada y maltratada es intolerable, y sobre todo injusto, injusto con una institución que en la historia reciente del país ha padecido con un rigor casi insoportable la crueldad de los terroristas.

Basta recordar los campos de concentración de alias el “Mono Jojoy”, para sobrecogerse con el sufrimiento de los uniformados que por años estuvieron encadenados en la selva. Por qué no traer a la memoria las infames tomas a pueblos y veredas donde murieron miles de ellos.  Según el Centro de Memoria Histórica desde 1965 hasta 2013 se registraron 1.775 incursiones guerrilleras.  

A finales de los 90 se nos volvieron habituales las imágenes de decenas y decenas de patrulleros soportando los ataques en medio de las ruinas de sus estaciones destruidas por los tatucos que los guerrilleros lanzaban sin clemencia. 

Son comunes los relatos de esos héroes que conmovidos contaron cómo dispararon hasta que se quedaron sin munición. Pero nunca se rindieron. Después a cuentagotas, el país empezó a recibir las llamadas pruebas de supervivencia, año tras año los vimos envejecer y enfermarse en la manigua, a muchos morir, pero jamás indignos y nunca sometidos. 

Podría enumerar miles de casos de policías valientes que dieron su vida en emboscadas o secuestros. En esa locura de décadas casi 10 mil murieron. Incluso, algunos como John Frank Pinchao, quien escapó de sus secuestradores antes que seguir encadenado y con grilletes entre jaulas de alambres de púas. 

¿Acaso no son estos suficientes argumentos para querer a nuestros policías? Qué más tendrían que padecer para ganarse el respeto de los ciudadanos, pero sobre todo de esos ciudadanos que hoy son gobierno? 

Lo que nuestros policías han vivido, en cualquier otra sociedad sería motivo de admiración incondicional. Aquí nos quieren hacer creer que no se lo merecen y eso no se puede permitir.

Quien escribe estas líneas prestó servicio militar por allá en el 82 con 16 años. Y sí, debo decir con emoción que estuve durante 12 meses en el Batallón Miguel Antonio Caro, el famoso MAC. No eran años fáciles en cuanto al orden púbico se refiere, en fin, no eran años fáciles. Pero una de las cosas que recuerdo con más satisfacción de mi paso por el Ejército es que cuando teníamos permiso de ir a casa debíamos ponernos un uniforme verde oscuro de paño con una corbata negra delgadita que se metía entre la camisa después del segundo botón, le decíamos "pelo de burro" y nada nos hacía sentir más orgullosos que lucirlo. Pero había algo que superaba esa sensación, era subirse a la flota intermunicipal y observar cómo hombres mayores e incluso mujeres que nos veían como sus hijos, se ponían de pie para ofrecernos su puesto en el bus. Eran otros tiempos, sí, pero cuánto se extrañan. 

Ahora una turba degolla a un subintendente de la policía y ninguna autoridad se atreve a condenarlo o siquiera calificarlo como lo que es, un homicidio. Menos el secuestro de 78 de sus compañeros. Se van por las ramas de una manera vergonzosa, deciden ponerle al secuestro otro nombre y eligen congraciarse con la llamada guardia campesina que, entre otras cosas, nadie sabe quién la creo, a qué hora se volvió autoridad y mucho menos qué las hace sentirse por encima de la ley.

Lo que pasó en Los Pozos, Caquetá, es infame. Otra vez nuestros policías, sometidos, secuestrados, pero esta vez más doloroso, porque estaban entre la indiferencia de sus superiores y la indolencia de quienes gobiernan.

Un "Cerco humanitario", así calificó el ministro del Interior, Alfonso Prada, lo que sucedió y después trató de explicar lo inexplicable, de verdad hubiese sido mejor que guardara silencio. Lo habría hecho menos indignante.

En medio del sorprendente cambio de valores que vivimos seguiré ofreciendo mi respeto a la Policía Nacional y si alguna vez en un bus me encuentro a un patrullero, seré yo entonces quien agradecido me ponga de pie y le brinde mi puesto sin dudarlo.

por:Gustavo Nieto

Gustavo Nieto

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