Los viajes presidenciales

El bien más preciado de un presidente es el tiempo, y en ningún lugar es más evidente esta escasez de tiempo que en lo que respecta a los viajes internacionales. La implicación personal del presidente en las relaciones diplomáticas ha demostrado tener importantes beneficios y es fundamental viajar para participar en la diplomacia cara a cara. Aunque muchos lo critiquen, los viajes de jefes de estado para cumplir con agendas internacionales son necesarios. Más aún después de la pandemia en la que vimos las grandes ventajas de la virtualidad y extrañamos también las grandes ventajas de la presencialidad.

No es lo mismo una cumbre de jefes de estado o una reunión entre dos presidentes para firmar acuerdos, resolver conflictos diplomáticos o tensiones geopolíticas a través de una plataforma virtual a las reuniones en donde pueden estar sentados frente a frente. Lo que si es inadmisible es “aprovechar” el avión, los viáticos y la agenda para llevar grandes comitivas de familiares y amigos, justificándolos como “invitados especiales” a agendas de trabajo. Los viajes presidenciales son eso, viajes de trabajo y se usan como herramienta para cumplir con sus funciones. Volvemos entonces a la cuestión del uso y abuso del poder, y a la justificación del que “como todos lo hacen yo lo hago”.

Como ha pasado en nuestra sociedad, la información cada vez es más pública. Por esto, se tiene información clara y concreta de los viajes presidenciales más o menos desde los años 90. Por ejemplo, en su primer año de gobierno, Santos hizo 16 viajes; Uribe, 8 Pastrana 15, Samper 11 y Duque 17.

Es válido y legítimo, pero las comitivas de periodistas, familias e invitados especiales deberían ser prohibidas no en una ley o en una resolución. Debería el presidente y su circulo cercano prohibirselo no solo por una cuestión ética sino por responsabilidad pública ya que con estos comportamientos estamos validando las actuaciones corruptas en otras esferas de la sociedad. Retemos al siguiente presidente de la República a reducir sustancialmente sus comitivas a los viajes internacionales, un gesto fácil de hacer con gran impacto en la ética pública tan necesaria en este momento para el país.