El gran engaño de Mazzucato

"Es profesora para criticar la consultoría de su competencia, pero es consultora para mandar cuentas de cobro".


Martín Jaramillo Perfil

Martín Jaramillo

febrero 09 de 2024
02:33 p. m.
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Mariana Mazzucato es una economista que, como todos los intelectuales públicos que logran un nivel significativo de exposición, tiene sus amores y sus odios. Creo, por supuesto (seré tibio), que tanto los críticos como los aduladores están equivocados.

Mazzucato no ha escrito nada novedoso, pero sus libros sí han alcanzado la atención de un público amplio y general, lo cual hace pertinente tomársela en serio. De sus 5 libros, hay dos que valen la pena: El Estado emprendedor y Misión Economía.

El primero no tiene absolutamente nada nuevo en la economía, pero presenta las ideas de una forma atractiva. Antes se hablaba de política industrial pensando en viejas plantas de producción de textiles y demás cosas que hoy en día a un joven poco le atraen. Eso, en la época que el mundo hacia la transición de la agricultura a la industria, en donde los jóvenes salían de las fincas a las fábricas, del campo a la ciudad, tal vez era atractivo. Hoy en día para un público general, la política industrial no es más que un cuento de viejos trasnochados y fuera de tono con las nuevas ideas.

Por eso es relevante que el caso icónico del libro de Mazzucato sea el del iPhone, un tema mucho más sexy. Cuando Mazzucato hace la trazabilidad del Estado en la tecnología que ha permitido que hoy en día el iPhone exista, se genera una contribución valiosa a la opinión pública, que se hace evidente al ver los resultados en las ventas de sus libros. Claro, ese libro tiene problemas con su optimismo hacia el Estado y su ingenuidad a la hora de comprender el papel del emprendedor (y no solo al inventor de tecnología), pero hay con qué. Mejor dicho, preocupa y cansa con el sonsonete, pero se puede dar el debate.

En su otro libro, Misión Economía, también nos presenta una idea que no es nueva, pero que es relevante traer al debate público. Su habilidad de presentar ideas viejas de manera llamativa para un público general es valioso, pero de particular mérito en un mundo de economistas que no saben escribir bien ni comunicar. En este libro el cuento de Mazzucato es acerca de transversalizar.

Es decir, no enfocarnos fragmentariamente en un ministerio especializado u otro, o si una tarea la hace el sector público o el privado, sino en cómo nos ponemos metas ambiciosas (resolver el cambio climático, desarrollar una vacuna o como inspira el título: ir al espacio), y como desplegamos todas las capacidades interministeriales y de cooperación entre lo público y lo privado para lograrlas. Ese libro también, creo yo, es relevante. El mundo no ha encontrado una sola fórmula para especializar y transversalizar las áreas de la administración pública para generar valor.

Brevemente. De sus otros libros (saco de ahí 'No desaprovechemos esta crisis', que no he leído) no son más que una farsa intelectual.

'El valor de las cosas', a riesgo de sonar radical, es nada más que un panfleto de teoría neomarxista en el cual, sin un ápice de evidencia o claridad conceptual, Mazzucato se despacha contra los bancos, las consultoras y prácticamente todo lo que en los mercados genera valor; pero que ella, con una teoría del valor de hace un siglo, dice simplemente que no le aportan a la economía. (Para mayor detalles sobre esta vaina, lean a Francisco Azuero).

Ahora, la fuente de polémica ha sido de su libro más reciente, 'El gran engaño'- en el que critica a sus competidoras, las empresas consultoras, argumentando que no generan valor porque infantilizan a los gobiernos- parece un mal chiste. Es profesora para criticar la consultoría de su competencia, pero es consultora para mandar cuentas de cobro. Objetiva para analizar un mercado, empresaria para facturar en él.

Este mal chiste es contado mientras le vende consultorías a varios gobiernos, entre ellos el colombiano, al que vino a infantilizar diciéndole que el DNP tiene que hacer la labor para la cual fue fundado (uno podría ser más duro, pero tranquilos que ella nos dejó un “brief” de Brasil en su visita a Colombia y despliegue de trinos).

Sería bueno preguntarnos si, más bien, deberíamos mandarle los colombianos cuenta de cobro a ella, ya que esa labor de coordinar ministerios de manera trasversal e intersectorial, que elogia en su libro Misión Economía, la estamos implementando desde hace más de 60 años el DNP con los Conpes. La escritora de libros es habilidosa para vender ideas que vale la pena discutir, pero los tecnócratas de Planeación Nacional en Colombia llevan implementándolas hace décadas.

Lo bueno de las obras es que van más allá del autor y de las críticas. Es bienvenido el lector a hacerse un juicio leyéndolas por sí mismo (la lectura es más bien amena), pero quiero poner un énfasis en tres puntos de la coyuntura colombiana:

  1. Mazzucato debería, si de verdad cree en sus propias ideas, defender abiertamente el sistema de salud colombiano del gobierno que la contrata, pues su intención desde campaña, desde las leyes y los decretos ha sido implosionar a la que es –me atrevo a decir- la coordinación más grande público-privada e intraministerial que existe en América Latina, la verdadera misión economía.

¿Estaría Mazzucato dispuesta defender el sistema de salud o será que eso le afecta la consultoría que tiene con el gobierno? ¿viene a defender sus ideas, o a justificar las del gobierno nacional, incluso cuando le son contrarias a su pensamiento?

  1. Por supuesto que el gobierno celebra la tendencia de Mazzucato a sobre ponderar la labor del Estado. Sin embargo, Mazzucato en sus libros no es enemiga del sector privado y tampoco invita a eliminarlo, antagonizarlo o estigmatizarlo. De hecho, en algún momento, criticó a la izquierda por eso y luego, cuando sus seguidores más afines a la izquierda se decepcionaron, se retractó. Cito textualmente, “la izquierda se ha vuelto perezosa”. En la realidad, más allá de sus trinos, en Colombia se está reduciendo significativamente la participación del sector privado en las reformas a servicios públicos, salud, pensiones y educación basados en argumentos estigmatizantes hacia el sector privado.

¿El gobierno está dispuesto a seguir las ideas de Mazzucato y ponerse de acuerdo en que ese enfoque contra el sector privado es equivocado? ¿Será que Mazzucato nos recuerda esa parte del libro que escribió?

  1. Por último, una de las cosas que más critica Mazzucato, tanto a través de las consultorías como en su defensa del Estado emprendedor, es que los gobiernos han venido desmantelando las capacidades en sus entidades, debido a que las consultoras (con poca evidencia, para serles honesto) le restan capacidades al gobierno. Mientras tanto, en Colombia no hay director designado en el INVIMA, no se han nombrado comisionados en la CREG, la CRC es un imperante y hemos tenido una altísima rotación en cargos claves, como en el mismísimo DNP, donde ella estuvo. ¿Podrá criticar el desmantelamiento de las capacidades del Estado cuando es el propio gobierno que la contrata quien destruye esas capacidades?

Por eso, muchos hemos señalado que Mazzucato no puede ser una aliada en algunas causas para dar las discusiones en Colombia. Sin embargo, tiene una dualidad: ella defiende tanto al Estado como al mercado, mientras este gobierno confía excesivamente en el Estado y antagoniza al mercado. En los proyectos que le han dado a Mazzucato ha señalado, con lujo de detalles, la importancia del Estado y su gran opimismo hacia él, que coincide con la pretensión ideológica del gobierno. ¿Por qué no ha sido clara con sus planteamientos con el mercado? ¿Piensa hacerlo así su contratante no esté de acuerdo con esas ideas?

Sería bueno que la consultoría de Mazzucato sea para- gústenos o no- aplicar las ideas que abandera, pero contextualizadas al caso colombiano y sin prestarse para que los representantes del gobierno la malinterpreten y justifiquen con su nombre las locuras que están haciendo con Colombia. Si bien estos puntos son fuertes, yo confío en que Mazzucato tiene más que perder, que ganar, con la manera en la que está afectando su imagen en Colombia. Nos conviene a todos que tengamos una discusión seria, serena, técnica y rigurosa,  - que puede incluir a Mazzucato - sobre el papel de la empresa privada en Colombia. 

¿Será que, otra vez, estoy pecando de optimista? ¿O será que nos quedamos, como bien dice en su libro, con el gran engaño?

Amanecerá y veremos.

*Director del Centro de Gerencia y Empresa. EAFIT.

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