¿Populismo y oclocracia?

El populismo y la oclocracia caminan de la mano en el Gobierno del cambio. El populismo se entiende como la adopción de medidas de gobierno populares para ganarse el favor de las multitudes. La oclocracia, tal y como la definió el filósofo griego Polibio, es el gobierno tiránico de las muchedumbres.

He aquí la quintaesencia sobre la que se sustenta el borrador del decreto que pretende promulgar el Gobierno para propiciar movilizaciones campesinas que le ayuden a sacar adelante su proyecto de reforma agraria.

Una jugada maestra del ajedrecista de la Casa de Nariño ante la evidente implosión de los acuerdos alcanzados en el Congreso con las diferentes bancadas, consciente de que muchas de sus reformas pueden llegar a hundirse en esta legislatura.

Jugada en la que echó mano de la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica Flórez, a sabiendas de los recurrentes fracasos de su ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, incapaz de reconciliar lo irreconciliable.

Sin embargo, para nada han servido las aclaraciones que viene haciendo la titular de la cartera del agro a fin de convencer a propios y extraños sobre las bondades de la idea que tiene un tufillo maquiavélico.

Institucionalizar la protesta social, en este caso la campesina, para lograr las transformaciones que requiere el país, en especial en el agro colombiano, es una peligrosa invitación a caminar sobre arenas movedizas.

Ninguno de los ministros ha sabido responder sobre cómo actuaría el Gobierno si en el marco de estas movilizaciones campesinas se registran conductas contrarias a derecho, como la invasión de tierras, el bloqueo de vías o el secuestro de policías y militares (nunca "retenciones humanitarias") enviados para prevenir o contener desmanes y conductas criminales.

Tampoco ha quedado claro cómo se blindarían estos procesos para evitar que sean cooptados y permeados por aquellas organizaciones delictivas que quieran sacar provecho de la situación y por personas con intereses ajenos al agro.  

Recordemos que fue su hermano Juan Fernando quien habló de un millón y medio de votos que llegaron a la campaña presidencial de la Colombia Humana tras a cuerdos con varones de la droga en las zonas rojas.

Asimismo, el presidente Petro pecaría de inocente si no es consciente de que, tanto las estructuras del ELN como de las disidencias de las Farc, intentarían colocar fichas claves en estas "expresiones del campesinado" y sus espacios de participación como las “asambleas populares", como dijo la MinAgricultura para suavizar la cruda realidad.

De ahí que no nos debe extrañar que desde el ministerio de Agricultura se haya incubado una idea de esta naturaleza, creo yo siguiendo instrucciones del mismísimo presidente. Obtener por la fuerza aquello que no logra en democracia.

Desde el balcón y en redes sociales, Gustavo Petro ha amenazado con llamar a las bases populares que, según él, lo llevaron a la Casa de Nariño, para que apoyen sus reformas en una versión reencauchada del estallido social.

Por algo se afirma que el populismo y la oclocracia corrompen las bases de la democracia y son considerados mecanismos que reflejan el último estadio de la degeneración del poder. En palabras de Rosseau y del filósofo escocés James Mackintosh, autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, pero jamás el gobierno de un pueblo.