Juez José Alejandro Hoffman, un ejemplo de resiliencia y carácter en la justicia colombiana
El juez Hoffman que se ha abierto camino en la palestra pública contó su historia de superación y cómo su trayectoria judicial ha desafiado las percepciones.
Noticias RCN
09:19 p. m.
José Alejandro Hoffman no es nuevo en el radar de quienes siguen los acontecimientos judiciales en Colombia, sin embargo, su nombre cobró más reconocimiento nacional tras las audiencias de legalización de captura e imputación de alias El Costeño, implicado en el atentado contra Miguel Uribe.
Más allá del foco mediático, la historia de vida del juez de 35 años es un ejemplo de superación ante la adversidad más severa.
Nacido con una parálisis total producto de un enredo en el cordón umbilical, Hoffman fue desahuciado por los médicos desde sus primeros días de vida.
"Señora, si usted tiene ahorros, no se los gaste porque su hijo no va a caminar.", recordó. Pero su madre, una mujer ejemplar según él, luchó por darle una vida digna. Lo llevó a Estados Unidos para iniciar su rehabilitación y, contra todo pronóstico, logró lo imposible.
Una infancia gris y una voluntad inquebrantable
De regreso en Colombia, su madre enfrentó el rechazo de varios colegios por su condición de discapacidad, hasta que logró inscribirlo y, poco a poco, José Alejandro fue avanzando en su educación.
A pesar de las barreras físicas y sociales, terminó el bachillerato por validación e ingresó a la universidad a estudiar derecho, motivado por su amor a la historia y la filosofía.
Podría decir que eran tristes y vuelvo e indico si hay que describir algún color de mi juventud de mi infancia o adolescencia sería el gris. A mí de niño me decían que el cielo era azul y yo no entendía por qué el cielo era azul porque yo lo veía gris. Gris en mi corazón y posteriormente yo entendí que era la manera como yo veía la vida.
Sin embargo, a pesar del entorno adverso, nunca se detuvo. Sus días universitarios estuvieron llenos de obstáculos físicos, pero también emocionales, por la dificultad de convivir en igualdad de condiciones.
Ya siendo profesional, el camino no fue más fácil. Durante un tiempo, fue técnico en una oficina donde ni siquiera le asignaban tareas y lo pasaban por alto a pesar de que ya estaba graduado.
Hasta que una abogada confió en él y le dio una oportunidad y le dijo: "Este hombre es capaz, me asignó carga laboral, me incluyó". Ese fue el punto de inflexión que lo llevó a ser reconocido como abogado y, más adelante, juez de la República.
La UNP lo denunció por considerar que sus palabras fueron excesivas
El nombre de Hoffman volvió a sonar recientemente en el marco del caso de alias El Costeño. En una audiencia, sus declaraciones generaron malestar en la Unidad Nacional de Protección (UNP), que lo denunció penal y disciplinariamente por considerar que sus palabras fueron excesivas.
En medio de esta tensión, responde con serenidad: “Yo estoy de juez, pero antes que eso, soy una persona. Soy un demócrata y una persona íntegra”.
En su carrera ha manejado casos sensibles como el de Liliana Lacerna, acusada de desaparecer a su hija, o el mismo de El Costeño, que lo ha expuesto aún más ante la opinión pública, pero su compromiso con la justicia y con la verdad sigue firme.
La barrera más difícil para Hofmann ha sido la discriminación
Cuando se le pregunta cuál ha sido la barrera más difícil de superar, no duda: “El corazón de las personas”. La discriminación ha sido una constante, incluso dentro de las instituciones.
Pero también reconoce que ha encontrado aliados que le han permitido demostrar su capacidad, y que han sido clave para su crecimiento profesional.
El sueño de Hoffman es sencillo pero profundo:
Ser digno de una canción de Mercedes Sosa que se llama ‘Honrar la vida’. (…) Que el día de mi funeral fuera digno de que se pusiera esa canción y adicionalmente ser digno de que se pusiera en mi epitafio una frase de Frida Kahlo: "Pies para qué te quise si tuve alas para volar.
Con paso firme, Hoffman continúa su camino dentro del poder judicial, abriendo espacio para quienes, como él, han sido históricamente marginados. Su historia no solo es un ejemplo de resiliencia personal, sino también una invitación a reflexionar sobre las barreras invisibles y visibles que aún existen en la sociedad colombiana.

