Revancha, en el fútbol como en la vida

El nombre femenino "revancha" dentro del contexto futbolero tiene un significado muy diferente al popular, es mucho más dulce y el efecto de su sabor.


Tercer Arquero, estamos pero no jugamos. Revancha
Tercer Arquero, estamos pero no jugamos.

Noticias RCN

marzo 04 de 2022
02:41 p. m.
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En la mitad de la década de los noventa, con el pico más alto de impopularidad de Colombia en el exterior, también era proporcional a la calidad de la mejor generación de jugadores paridos por el país cafetero. La desesperanza y esos malos hábitos se apoderaban de los estamentos sociales, gubernamentales y el fútbol, cabía perfectamente ahí.

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El trabajo de mi papá por aquellos años hizo que viviéramos en Madrid y por supuesto la conexión con el fútbol y la cultura española fue inmediata: fútbol, tapas y toros. 

Estaba en el último año de bachillerato y esa edad, en un colegio de varones es importante jugar fútbol; por lo menos saber pegarle a un balón y tener idea de pararlo. Esa es la prueba máxima. A principios de la década de los noventa, el hecho de no superar tal examen resultaba ser la vía más rápida a la marginalidad. Los movimientos promotores de inclusión, combatir el bullying y el racismo eran muy incipientes e ir en contra de las reglas tenía consecuencias sociales manifiestas.

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La tendencia en las canchas de mi colegio y de la ciudad en general, se inclinaba con holgura en simpatizantes por las toldas merengues. Recuerdo perfectamente cuando me invitaron a ver el derby en un bar a una cuadra de mi casa y la expectativa se centraba en el debut de un muchacho de 18 años, un tal Raúl González. Invierno madrileño de 1994.

A diferencia de la ‘casa blanca’, el Atlético de Madrid vivía una acentuada crisis por falta de figuras en su plantilla. Es así como su presidente y máximo accionista, Jesús Gil y Gil, decidió para ese verano, confiar sus esperanzas en el entrenador colombiano, responsable de dirigir la mejor generación de jugadores en una selección, pero con un fracaso rotundo en el mundial reciente en Estados Unidos.

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Con mi papá lo planeamos varios días antes, me recogería a la salida del colegio y nos iríamos directo a Barajas a recibir al oriundo de Quibdó, costa pacífica colombiana y que venía a dirigir al ‘colchonero’.

Por las características del trabajo encomendado a mi padre, se suponía e imaginábamos algún tipo de facilidad para acceder a saludar, charlar brevemente con el adiestrador sobre sus expectativas y posibles fichajes, mientras algún samaritano nos tomaba una foto y todos sonreíamos para la posteridad.

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—Profesor Maturana, bienvenido a tierras españolas, un caluroso saludo de parte de la embajada colombiana es un honor recibir a uno de los mejores entrenadores del mundo—, recitó mi papá con el pecho erguido ante el magno encuentro.

Nada más ajeno a la realidad, transformada en un golpe al abdomen.

Ese emotivo discurso fue recibido y cortado con una lánguida mirada, sin emitir ninguna palabra ni sonido,  un saludo de mano que imaginé fue una mano fría, sudorosa y que no aprieta; para continuar así su camino hacia una camioneta y evadir por completo la bienvenida preparada en este caso por mi padre.

Tal desplante a mi papá, lo dejó inmóvil en ese mismo puesto y al cabo de unos dos o tres segundos me dijo: “ya terminamos aquí, vámonos”.

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De regreso a la casa no hablamos mucho más del incidente. Ambos sabíamos que el máximo exponente en el exterior del fútbol colombiano nos había dado un golpe muy bajo para los intereses de cualquier hincha en el extranjero. Desprecio.

Cuatro años después (1998), ya en el rentado nacional hubo un fichaje que rompió el mercado de contrataciones: “el director técnico Francisco Maturana, proveniente de su periplo sin éxito por Europa, arribaba a la capital de la república para ser el orientador de una de las escuadras bogotanas con sed de revancha”; tituló así “El Diario Deportivo” en su portada, previo a su debut en un clásico. 

Terminé de leer el titular en primera página, miré la hora y salí caminando a la cita de estudio que tenía en Chapinero Alto, zona colindante con los cerros orientales de Bogotá y cercana a la universidad. Muchos de los trabajos los hacíamos en ese lugar, porque era una oficina desocupada de la mamá de Juana, mi compañera de grupo y podía salir tarde sin problema a buscar un taxi en la carrera séptima que me llevara a mi casa.

Acorde a la tradición, esa noche terminamos de preparar la entrega de geometría descriptiva, cerca de la media noche. Salí caminando y en menos de una cuadra, bajo la luz de la portería de un edificio, un Mercedes Benz 190E azul, se acerca muy despacio al andén, baja la ventana, sale una cabeza muy redonda por un afro y me dice con marcado acento paisa, amablemente: “Disculpe, estoy buscando una dirección”.

Pacho Atlético

Pacho Maturana. Era él.

El mismísimo Pacho Maturana, recién llegado a Bogotá, proveniente de Madrid y perdido buscando una dirección a la media noche; “pobrecito” pensé recordando enseguida la escena en el aeropuerto madrileño en 1994 a su llegada al “Aleti”.

Mientras iba identificándolo y confirmando a la vez que se trataba de él, la dirección que me preguntaba correspondía exactamente a la del edificio en el que estaba hacía cinco minutos durante las ultimas cinco horas.

No se por qué lo hice, seguramente por venganza a la afrenta sufrida hace algunos años pero que sólo yo en ese momento recordaba y a nadie más importaba. “No soy de aquí” le contesté con una tímida y helada respuesta. Plana. Sin demostrar la más mínima seña o atisbo de ayuda o reconocimiento a tal personaje del mundo deportivo.  

Por algún segundo juzgué mi vengativo proceder, pero no tendría ningún problema, con certeza al seguir una calle más en su ‘nave’ la encontraría y se acabaría toda la película; pero recuerdo perfectamente al ir en el taxi de regreso a mi casa, la satisfacción de revancha futbolera que no es muy fácil de entender para otro que no predique tal fe, pero el sabor de ese momento, a la media noche derrotando al rival, podría durar toda la vida.

POR: Carlos Andrés Jiménez Silva - cajimesil@gmail.com - @CarlosAWay

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