Entre el ruido y el rigor, tenemos la posibilidad de elegir sin frustraciones
En Colombia solemos repetir una frase que, aunque cierta, se queda corta: “las presidenciales son las elecciones más importantes”.
11:07 a. m.
Y sí, pero no son las únicas que definen el destino de lo que viene. Muchas de las frustraciones que hoy cargamos como país no nacen en la Casa de Nariño, sino que son concebidas en un Congreso débil o mal escogido.
Un Presidente sin un buen Congreso estará siempre con menos velocidad y frenado. Y la realidad es que un mal Congreso impide que lo que se requiere suceda: no controla o distorsiona, o, peor aún, no presenta los proyectos serios que necesita el país. Por eso, hablar de elecciones legislativas no es un asunto secundario, es una conversación decembrina que debemos tener y que debe ser profundamente ciudadana, por sus consecuencias políticas.
Elegir a quienes serán nuestros congresistas debería equivaler a escoger una forma de legislar, y no una elección al cálculo pequeño: el nombre reconocido, la maquinaria política, el favor envuelto en promesa o la ilusión individual.
Los partidos políticos y movimientos ciudadanos por firmas ya presentaron sus listas y candidaturas al Congreso. Ahora la responsabilidad está en nosotros: elegir bien. Y eso implica preguntarnos quiénes son, para qué llegan, con cuáles ideas y qué capacidad real de trabajar en equipo tienen. Porque sí, el Congreso, no puede ser una suma de egos, es (o debería ser) un espacio de construcción colectiva.
Necesitamos entonces concentrarnos en entender que legislar no es gritar más fuerte sino estudiar, escuchar y negociar con principios para producir resultados. Más allá de afinidades políticas debemos sostener conversaciones sobre aquellas candidaturas capaces de renovar prácticas y elevar el nivel de debate. Y ojo, no todo vale: no toda visibilidad es liderazgo, ni toda popularidad es preparación. El Congreso no puede seguir convirtiéndose en un escenario donde el clickbait pese más que la capacidad de legislar.
Y no, no se trata de despreciar nuevas formas de comunicación, todo lo contrario. Se trata de exigirnos un poquito más a la hora de elegir: formación, criterio, propósito con causas concretas y, sí, disciplina. En torno a eso, vale la pena mencionar algunas listas y candidaturas que, aún en la diferencia, buscan subir el nivel en el Congreso.
Las lista cerradas de Oviedo, encabezadas por mujeres, son un ejemplo. Para la Cámara de Representantes, Con Toda Por Bogotá propone un trabajo en equipo entre 3 caras nuevas, con rigor técnico y una lógica colectiva. Es una apuesta por llevar el modelo de escucha (que Oviedo manejó en la campaña a la Alcaldía y en su forma de trabajar, desde la oposición, en el Concejo) al ejercicio legislativo, convirtiendo la política en un proyecto común y no una vitrina individual.
También está Juan David Aristizábal, en el Nuevo Liberalismo, representando la importancia de conectar talento y propósito para generar oportunidades reales; o Mauricio Toro, en el Partido Verde, quien insiste en el respeto por la diferencia, la modernización institucional y la vocación con incidencia real. Y al Senado, quieren subir perfiles como Jennifer Pedraza, por la coalición Ahora Colombia, con una agenda centrada en la educación de calidad, los derechos de los jóvenes y el control riguroso de los recursos públicos; o buscan llegar personas como Amalia Salgado Romero, por el Centro Democrático, quien encarna un relevo generacional y regional que pone en el centro el trabajo territorial, el conocimiento del Estado y la vocación de servicio para un desarrollo con seguridad y legalidad.
Alejado de coincidencias o diferencias ideológicas, ellas y ellos aportan al debate unas agendas claras y trayectorias coherentes con lo que cada uno defiende (seguramente hay otros más a considerar).
En estos días, cuando inicia la Novena de Navidad y se multiplican las conversaciones familiares y entre amigos, deberíamos privilegiar el diálogo sobre aquellas personas que no hagan del Congreso un set de grabación ni una empresa de trending topics, sino más bien de quienes estén comprometidos con el estudio, la deliberación, el proteger los derechos (de las mayorías Y LAS MINORÍAS) y el hacer control político constructivo al poder (sin importar quién lo ejerza).
Lograr identificarlos no garantizará milagros, pero sí evitará frustraciones. Si queremos que en 2026 el Estado funcione, necesitamos rigor, evidencia y carácter, y no oposición por deporte, mucho menos obsesiones con el like o el espectáculo y cálculo personal.
Los invito a que acompañados de un buñuelo, una natilla o un refajo, llevemos esta conversación sin miedo y sin pereza a las Novenas. No subestimemos la trascendencia de estas elecciones: el futuro no se juega solo en la presidencial, también se cocina en el legislativo. Un mejor Congreso no llega solo, lo elegimos juntos o lo padecemos todos.